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El término irreligión se refiere a un espectro de sistemas de creencias no religiosas, incluyendo el humanismo secular, agnosticismo, ateísmo y antiteísmo. Cubre creencias que son simplemente indiferentes a la religión, que rechazan la religión, y que son hostiles a la religión. La irreligión está parcialmente definida por el contexto cultural. Hoy en día, el ateísmo es la comprensión más común de la irreligión. En la Inglaterra del siglo XVIII, incluso el deísmo habría sido considerado un punto de vista irreligioso.
La irreligión está aumentando en popularidad en todo el mundo. Según una encuesta global realizada en 2017, el 25% de las personas afirman que no son religiosas y un 9% adicional se consideran ateos convencidos, con porcentajes en estas categorías aumentando cada vez que se realiza una encuesta. Una encuesta realizada en 2012 mostró que el 36 por ciento de la población mundial no es religiosa. Curiosamente, la irreligión no necesariamente coincide con el rechazo de la iglesia. Algunos países que tienen altas tasas de irreligión, como Suecia y Albania (más del 50 por ciento para ambos países) también muestran un alto porcentaje de la población que afirma que son parte de un grupo religioso: luterano y musulmán para esos dos países, respectivamente. Otro dato demográfico muestra que el 47 por ciento de los ateos que viven en Escandinavia también son miembros de las iglesias nacionales. La conclusión es obvia: la creencia en Dios no es necesaria para obtener o reclamar la membresía en la iglesia organizada.
En tiempos de Jesús, los fariseos clasificaban a los irreligiosos como "pecadores" (Marcos 2:16). Es decir, los fariseos se consideraban separados de cualquier persona que no seguía sus reglas prescritas. Había el mundo de su religión, que añadía a las tradiciones propias de los fariseos y leyes secundarias a la Ley de Dios, el mundo del paganismo, y el mundo de la irreligión. El mundo de la religión tenía muchos problemas. Durante su ministerio, Jesús confrontó repetidamente a los líderes religiosos de esa época, diciéndoles que estaban demasiado enfocados en las reglas y los principios de su religión, esperando encontrar salvación en hacer buenas obras y en mantener sus tradiciones, en lugar de en Dios (Juan 5:39). Su sistema religioso era no saludable e ineficaz no solo para ellos mismos, sino también para aquellos que proselitaban (Mateo 23:15).
La irreligión es a menudo una reacción contra la naturaleza opresiva de la religión que intenta apaciguar a Dios o a los dioses. Encontrando la perfección demasiado alta como objetivo, o la ley demasiado pesada como carga, o los dioses demasiado caprichosos, o sus oídos sordos a la oración, la gente se aleja de la religión. Afortunadamente, el verdadero Dios ya ha sido apaciguado, a través del sacrificio de Jesucristo (Romanos 3:25). Él sabe que la ley es una carga para el hombre, que no puede alcanzar la perfección (Romanos 3:10-11, 20), y por lo tanto proporciona salvación por gracia a través de la fe (Romanos 5:1; Filipenses 3:9). Jesús dice a aquellos en cautiverio, "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28).
