Pregunta: "¿Por qué Jesús le dijo al joven rico que podía salvarse obedeciendo los mandamientos?"
Respuesta:
Para entender la respuesta de Jesús a la pregunta del joven rico - "¿Qué debo hacer para salvarme?"- debemos considerar tres cosas: el trasfondo del joven rico, el propósito de su pregunta y la esencia del evangelio de Jesucristo. El joven había preguntado a Jesús: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?" (Mateo 19:16). Jesús respondió: "Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (versículo 17). A primera vista, parece que Jesús está diciendo que el joven y, por ende, todas las personas deben obedecer los mandamientos para salvarse. Pero, ¿es realmente eso lo que está diciendo? Ya que la esencia del mensaje de salvación es que nos salvamos por gracia mediante la fe (Efesios 2:8-9), ¿por qué Jesús ofrecería al joven rico un "plan alternativo"?
La historia del joven rico se encuentra en los tres Evangelios Sinópticos, Mateo 19:16-23, Marcos 10:17-22 y Lucas 18:18-23. Se describe al hombre como un "líder", lo que significa que era una especie de juez o príncipe. Ya que ningún gobernante romano se dirigiría a Jesús como "maestro" o "señor", se supone que este hombre era un gobernante judío de la sinagoga local. Este hombre también tenía "muchas posesiones" (Mateo 19:22), y más adelante Jesús utilizó su conversación con este hombre para enseñar las consecuencias perjudiciales que el dinero puede producir con respecto al deseo de la vida eterna (versículos 23-24). La lección que Jesús extrae de este incidente tiene que ver con el dinero, no con la salvación por obras.
Lo primero que dice Jesús en respuesta al saludo del hombre, "Maestro bueno", es para recordarle que nadie es bueno sino Dios (Mateo 19:17). Jesús no estaba negando Su propia divinidad. Al contrario, Jesús estaba haciendo que el hombre pensara en lo que realmente significa "bueno": si sólo Dios es bueno, entonces lo que normalmente llamamos bondad humana podría ser algo totalmente distinto. Cuando el hombre le pide a Jesús que le especifique qué mandamientos debe cumplir, Jesús le repite seis de los mandamientos, incluido el de "amar al prójimo como a uno mismo" (Mateo 19:19). El hombre responde: "Todo esto lo he guardado...¿Qué más me falta?" (versículo 20), y esa es una declaración clave. Es evidente que el joven era religioso y sincero en su búsqueda de la justicia. Su problema era que se consideraba intachable en cuanto a la Ley. Y este es precisamente el punto que Jesús desafía.
Jesús le dice al hombre: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme" (Mateo 19:21). El joven pensó que Jesús le pedía demasiado. "Se fue triste, porque tenía muchas posesiones" (versículo 22). En vez de obedecer las instrucciones de Jesús, le dio la espalda al Señor y se alejó. Sin duda, la decisión del hombre también entristeció a Jesús, porque lo amaba (Marcos 10:21).
Cuando le dijo al joven que guardara los mandamientos, Jesús no estaba diciendo que pudiera salvarse obedeciendo los mandamientos; por el contrario, Jesús estaba enfatizando la Ley como la norma perfecta de Dios. Si puedes guardar la Ley perfectamente, entonces puedes escapar del castigo del pecado, pero eso supone un gran "si (condicional)". Cuando el hombre respondió que cumplía la norma de la Ley, Jesús simplemente tocó un tema que probaba que el hombre no estaba a la altura de la santidad de Dios. El hombre no estaba dispuesto a seguir al Señor, si eso significaba que debía renunciar a sus riquezas. Así pues, el hombre estaba quebrantando los dos mandamientos más importantes; no amaba al Señor con todo su corazón, y no amaba a su prójimo como a sí mismo. Se amaba más a sí mismo (y a su dinero). Lejos de guardar "todos" los mandamientos, como había afirmado, el hombre era un pecador como todos los demás. La Ley lo demostraba.
Si el hombre hubiera amado a Dios y a los demás más que a sus bienes, habría estado dispuesto a entregar sus riquezas al servicio de Dios y de los hombres. Pero no fue así. Había hecho de su riqueza un ídolo, y la amaba más que a Dios. Con mucha precisión, Jesús pone al descubierto la codicia que había en el corazón del hombre, una codicia que ni siquiera sospechaba que tenía. La afirmación de Jesús de que sólo Dios es bueno (Mateo 19:18) se demuestra en la respuesta del joven al mandato de Jesús.
En su conversación con el joven rico, Cristo no enseñó que nos salvamos por las obras de la Ley. El mensaje de la Biblia es que la salvación es por gracia a través de la fe (Romanos 3:20, 28; 4:6; Gálatas 2:16; Efesios 2:9; 2 Timoteo 1:9). Antes bien, Jesús utilizó el amor del hombre por el dinero para mostrar cómo el hombre no alcanzaba el estándar santo de Dios, como todos nosotros. El joven rico necesitaba al Salvador, y nosotros también.