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Pregunta: ¿Qué es la lengua de sabios? (Isaías 50:4)

Respuesta:
En el tercero de los "Cánticos del Siervo" de Isaías, el Mesías de Israel habla de la misión que Dios le ha encomendado: "el Señor me dio

lengua de sabios,

para saber hablar

palabras al cansado;

despertará mañana tras mañana,

despertará mi oído

para que oiga como los sabios" (Isaías 50:4).

La palabra que se traduce aquí como "lengua" se refiere al "habla" en el hebreo original. La lengua de los sabios significa literalmente el "habla de los que son enseñados". El papel que Dios le ha dado al Mesías es escuchar y hablar lo que Dios, Su Padre, le enseña. Jesús es un siervo humilde y obediente, que transmite solo lo que ha oído y aprendido diariamente, "mañana tras mañana", a través de la comunión directa con Dios Padre. Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo" (Juan 8:28).

Jesús se sometió a la voluntad de Su Padre (Juan 5:19, 30; 6:38). Abrió Sus oídos para escuchar y obedecer la voz de Dios y cedió Su lengua para hablar las palabras de Dios. Pasando tiempo a solas con Su Padre, Jesús buscó la guía y meditó en la Palabra de Dios (Marcos 1:35). De este modo, Cristo recibió la lengua de los sabios para hablar sabiduría divina y consolar a los cansados (Mateo 11:28-30). Jesús modeló el ejemplo supremo de ser un discípulo cristiano (Juan 4:34).

"Para saber hablar palabras al cansado" es la buena nueva del Evangelio. En Isaías 61:1, el Mesías declara: "El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado y a proclamar que los cautivos serán liberados y que los prisioneros serán puestos en libertad" (NTV).

La lengua de los sabios no es de quienes adquieren sabiduría humana, sino de quienes son enseñados divinamente. La boca del Mesías era "como una espada aguda" o "una saeta bruñida" oculta en la sombra de la mano de Dios (Isaías 49:2). Cuando Jesús abría la boca para hablar, se desataba "la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios" (Efesios 6:17). Las multitudes se asombraban de Su enseñanza, porque enseñaba con la autoridad, la sabiduría y el poder de Dios (Mateo 7:28-29; 13:54; Marcos 6:2; Juan 7:46).

Jesús es el Logos, la Palabra Viva de Dios (Juan 1:1-4, 14). Él escucha, aprende, habla y vive el mensaje total de Dios, es decir, todo lo que Su Padre quiere comunicar a la humanidad (Colosenses 1:19; 2:9; Juan 14:9). Jesús vivió entre nosotros como Dios en la carne, y nos reveló a Dios Padre (Juan 17:26).

Cuando Dios llamó por primera vez a Moisés, este dudó de su capacidad para ser el portavoz del Señor. Moisés se quejó: "¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua" (Éxodo 4:10). Sin embargo, Dios tranquilizó a Moisés: "¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy Yo, el Señor? 12 Ahora pues, ve, y Yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar" (Éxodo 4:11-12, NBLA).

Moisés desarrolló la lengua del sabio caminando en estrecha comunión con Dios, escuchando Su voz (Números 12:6-8; Éxodo 33:11), pasando tiempo en Su presencia (Éxodo 34:29), y luego hablando lo que Dios le enseñó a decir (Éxodo 24:3; 31:13).

La lengua del sabio es la lengua del verdadero discípulo. Esta lengua está bien entrenada en la justicia (Salmo 34:13; Proverbios 12:18; Santiago 3:9-10), produciendo una fuente de vida (Proverbios 10:11). Aquellos que se someten a la voluntad de Dios, lo escuchan atentamente y aprenden a hablar lo que Él les enseña a decir, se convierten en ministros eficaces del Señor.

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