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Pregunta: ¿Por qué hay tanta maldad en el mundo?

Respuesta:
El mal es lo que es moralmente incorrecto o pecaminoso; también puede definirse como la ausencia de bien. Ya que Dios es bueno y la medida de la bondad, el mal es esencialmente lo que va contra Su naturaleza y Su voluntad. El mal existe en nuestro mundo porque algunas de las criaturas de Dios se rebelaron y siguen rebelándose contra Él.

La primera criatura que se rebeló contra Dios, convirtiéndose así en el autor del mal, fue Satanás, y otros ángeles se unieron a Satanás en su rebelión (Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18). Los humanos siguieron su ejemplo cuando Eva cayó en el engaño de Satanás y Adán participó voluntariamente en su pecado (Génesis 3).

El Génesis relata el rápido crecimiento del mal. El primogénito de Adán y Eva asesinó a su hermano y luego mintió al respecto (Génesis 4). Unos mil años después de la creación, "El Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal" (Génesis 6:5, NBLA). Dios destruyó la tierra con un diluvio universal, preservando a Noé y a su familia (Génesis 6-9; 1 Pedro 3:20). Poco después del diluvio, volvemos a ver el pecado: Noé se emborrachó y se expuso de forma inapropiada (Génesis 9).

A medida que crecía la población mundial, los humanos volvieron a desafiar a Dios. En lugar de "llenar la tierra" (Génesis 9:1) como Dios les había ordenado: "Luego dijeron: "Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta los cielos, y hagámonos un nombre famoso, para que no seamos dispersados sobre la superficie de toda la tierra"" (Génesis 11:4, NBLA). Dios sabía que su pecaminosidad solo aumentaría si seguían conspirando unos con otros, así que confundió sus lenguas y los dispersó (Génesis 11:5-9). De este modo, Dios limitó el mal.

Unos cientos de años más tarde, Dios puso en marcha Su plan para rescatar a la humanidad del mal. Llamó a Abraham, de quien apartaría un pueblo para Sí: los judíos. En este linaje nació Jesús, el Dios-Hombre que rescata al mundo del mal (Génesis 12:1-3; Gálatas 3:16, 26-29; Lucas 3:23-38; Juan 1:1-5, 14). Siglos después de Abraham, Dios rescató a Su pueblo de la esclavitud en Egipto y le dio la ley a través de Moisés. La ley demostraba la santidad de Dios y dejaba clara la incapacidad de los seres humanos para vivir de acuerdo con las normas divinas (Romanos 3:23; 5:20-21). El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento prefiguraba lo que Jesús realizaría en la cruz (Hebreos 10).

Aunque el mal ha proliferado a lo largo de la historia, Dios siempre ha proporcionado una vía de perdón y rescate: la salvación es siempre por la gracia de Dios recibida mediante la fe (Efesios 2:1-10; Hebreos 11:1, 6; Romanos 4). La Biblia ofrece ejemplos del mal desenfrenado y su destructividad, pero también de la abundante gracia y misericordia de Dios. Además, la Biblia enseña el juicio de Dios sobre el mal y sobre quienes siguen rechazándole (Juan 3:36; 2 Pedro 3).

Si el mal es tan destructivo y Dios ha proporcionado un medio de rescate, ¿por qué sigue habiendo tanto mal en el mundo actual? Una razón, por supuesto, es que la humanidad sigue teniendo una naturaleza pecaminosa. Otra razón es que Dios es paciente. Segunda de Pedro 3:9-10 (NBLA) dice: "El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas". Dios aún no ha traído Su pleno juicio contra el mal porque quiere que muchas más personas lleguen al arrepentimiento.

Mientras tanto, Satanás sigue teniendo influencia en el mundo, y nuestros propios corazones humanos siguen volviéndose contra Dios. En Segunda de Corintios 4:4 (NBLA) se explica: "el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios". Pablo explica cómo la gente rechaza voluntariamente la verdad de Dios y que, "así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen" (Romanos 1:28, NBLA). También advierte: "Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes, sin amor, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder. A los tales evita" (2 Timoteo 3:1-5, NBLA).

Incluso los que han puesto su fe en Jesucristo y han sido rescatados de la pena del pecado siguen luchando contra la naturaleza pecaminosa (Romanos 7-8). Seguimos yendo contra Dios y, como consecuencia, contribuimos al problema del mal en el mundo. Dios nos ha perdonado misericordiosamente en Jesucristo y sigue limpiándonos del pecado (1 Juan 1:9). Mediante la obra del Espíritu Santo, Dios también nos capacita para dar muerte a nuestras malas acciones y vivir según Su voluntad (Filipenses 2:12-13; Efesios 4:17-32; Colosenses 3:1-14; Romanos 12:1-2; Hebreos 12:1-2).

El mal persistirá hasta que Cristo regrese, pero podemos estar seguros de que Dios no permite más mal que el que, en última instancia, se ajuste a Sus propósitos buenos y perfectos. Él refrena el mal (Job 1-2; 2 Tesalonicenses 2:6-12). Aunque Dios nunca autoriza ni aplaude el mal, es capaz de utilizarlo para Sus buenos propósitos (Romanos 8:28-30; Santiago 1:2-4; 1 Pedro 1:6-9).

Aunque la maldad de nuestro mundo puede parecer abrumadora, en ningún caso ha vencido a la bondad de Dios. Los hijos de Dios -los que han puesto su fe en Jesucristo (Juan 1:12)- viven en este mundo como embajadores y luminares (2 Corintios 5:20-21: Mateo 5:13-16). Tenemos la tarea de compartir la buena nueva sobre Jesús con el mundo (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8) y de demostrar Su carácter, amando intensamente a los demás (Juan 13:34-35; Gálatas 6:9-10; 1 Juan 4:7-12). El Espíritu Santo habita en nosotros (Efesios 1:13-14; 1 Juan 4:13). Nada nos separará del amor de Dios, ni siquiera el mal más tenebroso (Romanos 8:28-39).

Romanos 12 nos aconseja cómo ser un "sacrificio vivo, santo y agradable a Dios" (Romanos 12:1). En cuanto al mal, se nos dice: "El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándose a lo bueno" (Romanos 12:9, NBLA); "Nunca paguen a nadie mal por mal" (Romanos 12:17, NBLA); y "No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien" (Romanos 12:21, NBLA).

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