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Pregunta: ¿Hay esperanza aunque "mi carne y mi corazón desfallezcan" (Salmo 73:26)?

Respuesta:
La vida, junto con sus alegrías y maravillas, también tiene dificultades. Ocurren frustraciones, vienen enfermedades y nuestra salud se deteriora con el tiempo. Nuestros cuerpos dan señales de que la vida en la tierra no es perfecta y de que no estamos destinados a permanecer así toda la eternidad. Al darnos cuenta de que nuestra "carne y corazón desfallecen" (Salmo 73:26), sabemos que la vida no es más que neblina (Santiago 4:14). Aunque todas las personas experimentarán dificultades en esta vida, y la muerte es inevitable, hay esperanza para el creyente por la eternidad y para nuestras vidas en la tierra.

En el Salmo 73, el salmista Asaf lamenta la injusticia que ve en los malvados que prosperan (Salmo 73:3), que parecen no tener luchas (Salmo 73:4) y que están libres de preocupaciones (Salmo 73:12). Sentía que su corazón se derrumbaba porque no podía entender los caminos de Dios (Salmo 73:21-22). Muchos hoy en día también se sienten frustrados con Dios por permitir que le sucedan cosas buenas a gente mala. Pero, al igual que el salmista, deben darse cuenta de que su perspectiva está equivocada. Cuando Asaf entró "en el santuario de Dios, comprendió el fin de ellos" (Salmo 73:17). Mientras que algunas personas parecen prosperar sin Dios, hay consecuencias para los malvados: vida eterna en el infierno y costos terrenales también. Tener una perspectiva eterna nos da esperanza incluso cuando "mi corazón puede desfallecer" por la decepción o la frustración.

La vida nos recuerda que nuestra carne también puede desfallecer. No tenemos garantizada la buena salud. El cáncer, las enfermedades, las discapacidades de larga duración y otras dolencias nos recuerdan que la vida en esta tierra no es perfecta. Nuestra carne desfallecerá; cada uno de nosotros tendrá que enfrentarse a la muerte. Sin embargo, el creyente tiene esperanza en la eternidad. La esperanza cristiana está arraigada en la salvación y la vida eterna disponibles a través de Cristo (Juan 3:16). Esta esperanza no avergüenza (Romanos 5:5) porque nada puede arrebatarnos la salvación y la esperanza, independientemente de las circunstancias de la vida. Job sabía que Dios no le fallaría, aunque su vida llegara a su fin: "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios" (Job 19:25-26). "Mi carne y mi corazón desfallecerán", pero hay esperanza porque Dios es "la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre" (Salmo 73:26).

El creyente tiene esperanza, aunque "mi carne y mi corazón desfallezcan". Nuestra salvación eterna alimenta nuestra esperanza mientras vivimos en esta tierra. Los creyentes tienen la esperanza de que nada puede separarnos del amor de Dios (Romanos 8:28-29). Sabemos que este mundo no es todo lo que hay. Nos consuela saber que Dios está con nosotros en nuestras dificultades (Isaías 41:10; Deuteronomio 31:6; Mateo 28:20). Nuestra "esperanza viva" (1 Pedro 1:3) a través de Cristo es un ancla para nuestras almas (Hebreos 6:19), independientemente de las tormentas a las que nos enfrentemos en la vida. Por el contrario, se dice que quienes no confían en Dios no tienen esperanza (Efesios 2:12; 1 Tesalonicenses 4:13).

Cuando nos duele el corazón o la enfermedad deteriora nuestro cuerpo, comprobamos que "nuestra carne y nuestro corazón desfallecen". Sin embargo, Dios es nuestra fortaleza, nuestra esperanza y nuestra recompensa. Una traducción literal del Salmo 73:26 es que Dios es "la roca de mi corazón". Para los creyentes, nuestra eternidad está asegurada, y esto nos da esperanza, aunque la vida pueda dejarnos sintiéndonos desamparados. No importa a qué nos enfrentemos, "no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Corintios 4:16-18).

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