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Pregunta: ¿Qué peligros puede representar para un cristiano adoptar una mentalidad de “nosotros contra ellos”?

Respuesta:
La mentalidad de "nosotros contra ellos" divide a las personas de nuestro mundo en buenos y malos, amigos contra enemigos. Nos divide en función de nuestras diferentes creencias, etnia, estatus social, nacionalidad, ideología política, afiliaciones a equipos, etcétera. El grupo de "nosotros" está formado por personas que están de acuerdo con nuestras creencias, comparten nuestra visión del mundo y mantienen nuestros mismos prejuicios y preferencias. En el bando de "ellos" están las personas que no están de acuerdo con nosotros o tienen una ideología diferente. Hay muchos peligros en tener una mentalidad de "nosotros contra ellos" como cristiano, el principal es que es contraria al corazón de Dios, nuestro Padre.

Jesús enseñó que los verdaderos hijos de Dios aman a las personas, como lo hace su Padre celestial: "Han oído la ley que dice: "Ama a tu prójimo" y odia a tu enemigo. Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen! De esa manera, estarás actuando como verdadero hijo de tu Padre que está en el cielo. Pues él da la luz de su sol tanto a los malos como a los buenos y envía la lluvia sobre los justos y los injustos por igual. Si solo amas a quienes te aman, ¿qué recompensa hay por eso? Hasta los corruptos cobradores de impuestos hacen lo mismo. Si eres amable solo con tus amigos, ¿en qué te diferencias de cualquier otro? Hasta los paganos hacen lo mismo. Pero tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto" (Mateo 5:43-48, NTV).

Es natural que la gente se rodee de personas con ideas afines que disfrutan de las mismas actividades, comparten sus convicciones y ven el mundo a través de una lente similar. No hay nada malo en desear una comunión pacífica con los demás. Sin embargo, cuando damos un paso más, surgen los problemas. Motivados por el miedo, el orgullo, la arrogancia, las ideas preconcebidas y, a veces, la ignorancia, condenamos al ostracismo a quienes no comparten nuestros puntos de vista y creamos una polarización innecesaria. En nuestra necesidad de sentirnos superiores, los menospreciamos y los tachamos de inferiores. Nos jactamos de nuestra "rectitud" o "rectitud", pero no vemos la hipocresía en "nosotros". Tal era la actitud legalista de los fariseos (ver Mateo 7:1-5; Romanos 2:1, 17-24), y como resultado ellos "cierran la puerta del reino del cielo en la cara a la gente" (Mateo 23:13, NTV).

Los auténticos hijos de Dios aman a sus enemigos y oran por quienes los persiguen. Ven a todas las personas como portadoras de la imagen de Dios (Génesis 1:26-27; 9:6). Aman porque el Padre celestial ama a todas las personas del mundo -a todos y cada uno de los perdidos- tanto que envió a Su único Hijo a morir por ellos (Juan 3:16-17; 1 Juan 4:8-11, 16-19; Romanos 5:8). Él "quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad" (1 Timoteo 2:3-4, NTV; ver también 2 Pedro 3:9;). Es paciente, bondadoso e indulgente con los incrédulos, porque estas cualidades llevan a las personas al arrepentimiento (Romanos 2:4).

En el cuerpo de Cristo, todos somos hermanos y hermanas únicos en la familia unida de Dios. A pesar de nuestras diversas denominaciones y puntos de vista doctrinales divergentes, se nos ordena amarnos unos a otros (Juan 13:34-35; 1 Juan 4:7-8). Si creemos que un hermano cristiano está engañado acerca de la verdad o está caminando en pecado, todavía estamos llamados a amar a ese hermano. Amarlo no significa tolerar o aceptar el pecado del hermano, por supuesto, pero tampoco significa marginarlo o avergonzarlo. Jesús amó a los pecadores e incluso comió con ellos (Marcos 2:15-17), pero siempre les dio la verdad que los haría libres (Juan 6:25-59; 8:32). Él dijo esa verdad desde el amor y la compasión, y lo mismo debemos hacer nosotros (Juan 1:17; Mateo 9:36; Efesios 4:15).

Hoy en día, muchos medios de comunicación y plataformas de medios sociales prosperan en la controversia, promoviendo una mentalidad de "nosotros contra ellos". Como pueblo de Dios, debemos dejar de escuchar todas las voces cristianas y seculares que utilizan una retórica incendiaria, predican la superioridad o racionalizan los prejuicios. Por el contrario, debemos escuchar la Palabra de Dios que dice: "amen a sus enemigos; hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los maldicen; oren por los que los insultan" (Lucas 6:27-28, NBLA). Debemos escudriñar nuestros corazones para descubrir si tenemos una mentalidad de "nosotros contra ellos" en cualquier área. ¿Queremos que "nosotros" tengamos razón, o queremos que "ellos" se arrepientan y se salven? Porque esto es lo que está en juego.

Dios se opone a las actitudes de orgullo y superioridad (Proverbios 16:5; 8:13; Santiago 4:6). Él nos llama a bendecir a nuestros oponentes con bondad (1 Pedro 3:9; Proverbios 25:21-22) y a orar por su salvación para "vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad" (1 Timoteo 2:1-2, NBLA). Debemos ser compasivos, humildes e indulgentes, como Jesús. Debemos ejemplificar Su misericordia, gracia y amor con quienes no estamos de acuerdo.

El apóstol Pablo explicó que Jesús "es nuestra paz" porque derribó "la pared intermedia de separación, poniendo fin a la enemistad" entre pueblos opuestos (Efesios 2:11-18, NBLA). En lugar de adoptar una mentalidad de "nosotros contra ellos", los cristianos deben ser agentes de paz de Dios en este mundo: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande" (Mateo 5:9-12, NBLA).

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