Pregunta: ¿Cuál será el propósito de los muros alrededor de la Nueva Jerusalén?
Respuesta:
A partir de Apocalipsis 21:9, Juan registra su última visión que representa la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, donde los creyentes en Cristo pasarán sus vidas eternas. La Nueva Jerusalén es el cumplimiento definitivo de todas las promesas de Dios. Ejemplifica la total bondad de Dios, Su infinito resplandor "como piedra de jaspe, diáfana como el cristal" (Apocalipsis 21:11). Aquí es donde la Escritura nos da una descripción tan magnífica que nos permite vislumbrar las glorias del cielo eterno. En este pasaje, un ángel de Dios ha llevado a Juan a la cima de una gran y alta montaña. Desde allí, Juan mira esta Santa Ciudad e intenta describir lo indescriptible. La ciudad es como un enorme diamante de cristal claro con la gloria de Dios brillando desde su centro sobre todos los nuevos cielos y la nueva tierra. Todo el tiempo, la eternidad, está bañada en su esplendor.
Luego, en el versículo 12, Juan pasa de describir su aspecto general a su diseño exterior, comenzando con los muros. Las palabras humanas son incapaces de describir lo que Juan está tratando de transmitir, por lo que continuamente utiliza símiles, diciendo a menudo "es como" algo más. Pero nos da lo suficiente para emocionar nuestros corazones y avivar nuestras almas. Dios, a través de Juan, nos acerca a la comprensión de este lugar, tanto como nuestro entendimiento finito puede captar.
Los muros de la ciudad, descritos como "grandes y altos", son un obvio símbolo de exclusión de todos los que son indignos de entrar en la ciudad. Aunque innumerables creyentes disfrutarán de su gloria, hay un escalofriante recordatorio de que solo los redimidos pueden entrar. En el muro mismo hay doce puertas vigiladas por doce ángeles e inscritas con los nombres de las doce tribus de Israel. De acuerdo con la forma cuadrada de la ciudad, las puertas están ubicadas en cada uno de los cuatro lados, como se especifica en el versículo 13. Sin embargo, es notable que no solo las doce tribus de Israel están representadas, sino también los doce apóstoles. Esto debería resolver, más allá de cualquier pregunta, el asunto de la inclusión de los santos del Antiguo Testamento. Aparentemente, es la intención divina representar que la Nueva Jerusalén tendrá entre sus ciudadanos no solo a los creyentes de la actualidad, sino también a Israel y a los santos de otras épocas.
Pero queda una pregunta final: si los que están dentro de los muros de la Nueva Jerusalén son los salvos, ¿quiénes son los que están fuera de sus muros? Los últimos tres versículos del capítulo 21 nos dan la respuesta: "Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero" (Apocalipsis 21:25-27). Las puertas de la ciudad en el muro nunca se cerrarán. No es que fuera de la Nueva Jerusalén, las personas no redimidas sigan deambulando, sino que esto representa una ciudad con las puertas abiertas en una nueva tierra donde los creyentes vivirán a lo largo de la eternidad. Las ciudades antiguas cerraban sus puertas por la noche por razones de seguridad. Sin embargo, dado que allí no habrá noche, y dado que todo el mal habrá sido erradicado, estas puertas permanecerán abiertas constantemente. Apocalipsis parece representar una gran cantidad de actividad yendo y viniendo de la ciudad, pero todos los que entran y salen son aquellos redimidos por la sangre del Cordero. Los no redimidos están muy lejos fuera de los muros de la ciudad, en la "oscuridad exterior" del infierno (Mateo 8:12), condenados al lago de fuego (Apocalipsis 20:14-15), y nunca pueden acercarse a la Santa Ciudad.
Jesús mismo, así como Juan, especifica a los "inmundos" como aquellos que no entrarán en la ciudad: "Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira" (Apocalipsis 22:15). En contraste, aquellas personas cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero tienen libre acceso a la Santa Ciudad; poseen la vida eterna y pertenecen a su fiel Salvador Jesucristo. El Cordero, que los compró con Su sangre (Apocalipsis 5:9), nunca borrará sus nombres de su libro (Apocalipsis 3:5) y les concederá el derecho al árbol de la vida y la entrada en la ciudad (Apocalipsis 22:14).
Aunque la descripción de la ciudad no responde a todas nuestras preguntas acerca del estado eterno, la revelación que se le dio a Juan describe un futuro hermoso y glorioso para todos los que ponen su confianza en el Dios viviente. En contraste, nos revela que cuando el fin llegue, no quedará oportunidad para que uno se arrepienta y sea aceptado en el cielo. La verdad es esta: la renovación espiritual ocurre en esta vida presente, no en la vida futura.