Pregunta: "¿Pueden los espíritus demoníacos adherirse a objetos no-vivos/inanimados?"
Respuesta:
No hay ningún apoyo bíblico a la idea de que los demonios pueden adherirse a objetos físicos. Esta creencia es en realidad una parte de prácticas supersticiosas y creencias ocultistas que se encuentran en las culturas animistas, y entre aquellos que practican el ocultismo.
Algunos dicen que versículos tales como Hechos 19:19, donde ex magos quemaron sus libros de magia, demuestran que los objetos pueden tener demonios. Pero el pasaje no dice eso. Es más probable que estos nuevos creyentes estaban quemando sus libros mágicos para prevenir la propagación de mentiras, y para mostrar que ahora eran creyentes en Jesús.
La Biblia registra historias de demonios afligiendo o posesionándose de incrédulos. Pero no son historias de demonios que estén dentro o unidos a objetos, y la Biblia no nos advierte sobre demonios adhiriéndose a objetos. Prácticas ocultas pueden atraer a los espíritus malignos, y, puesto que ciertos objetos se utilizan en esas prácticas, puede parecer que los demonios son atraídos a los objetos; sin embargo, esto no significa que los demonios están en los objetos. Es la propia actividad oculta que les atrae. Cuando las personas que han estado involucradas en el ocultismo vienen a Cristo, a menudo se les recomienda deshacerse de sus libros de ocultismo y objetos, no porque los objetos tienen demonios en ellos, sino porque los libros y objetos serían una fuente de tentación futura.
Los creyentes en Cristo no deben temer a los demonios, aunque deberíamos ser vigilantes y alertas a sus tentaciones (1 Pedro 5:8). La clave es la sumisión a Dios y andando en la verdad de Cristo diariamente: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Aquellos que han puesto su fe en Cristo no tienen nada que temer, como el Apóstol Juan explicó, “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido [a Satanás y sus demonios]; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
