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Pregunta: "¿Cuáles son las obras del diablo en 1 Juan 3:8?"

Respuesta:
1 Juan 3:8 nos da la razón principal de la venida de Jesús al mundo: "Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo". Satanás estaba muy ocupado en su obra en este mundo, y cuando apareció el Hijo de Dios intensificó su actividad (véase Mateo 4:1-11; Lucas 4:41). La buena noticia es que el poder y la presencia de Jesús destruyen la obra del diablo.

Manteniendo la afirmación de las "obras del diablo" en su contexto, debemos leer todo lo que la precede: "Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:7-8). El apóstol Juan está hablando de la santidad personal. El hijo de Dios vive en la justicia. Aquellos que viven en pecado continuo sin arrepentirse muestran ser hijos del diablo porque reflejan la naturaleza del diablo. El que tiene a Cristo habitando en él no continúa pecando porque Cristo vino a destruir las obras del diablo. Esas obras satánicas ya no tienen cabida en el corazón del creyente. Cristo vino a destruir las obras del diablo, y eso garantiza nuestra santificación.

¿Qué son exactamente las obras del diablo? Varios pasajes de la Biblia responden a esta pregunta, aunque Jesús da una respuesta clara y concisa en Juan 8.44. Al enfrentarse a los líderes religiosos hipócritas de Israel, Jesús dice: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira". Según Jesús, algunas de las obras del diablo son el asesinato y la mentira. Estos dos pecados resumen el carácter del diablo y sus objetivos. Él obra para ver a la gente destruida e ir al infierno (eso es el asesinato), y desea engañarlos para que se destruyan (eso es la mentira).

Las obras del diablo aparecen en el Jardín del Edén, donde Satanás engañó a Eva y la llevó a la desobediencia (Génesis 3:1-6). Como resultado, Adán también pecó y lanzó a toda la humanidad a la esclavitud del pecado (Romanos 5:12). Satanás le mintió a Eva con el objetivo de asesinarla (es decir, separarla de Dios); quería que la humanidad muriera.

Antes de ser salvos, estábamos bajo los efectos completos de las obras del diablo. De hecho, "estábamos muertos en [nuestras] transgresiones y pecados, en los que [vivíamos] cuando seguíamos los caminos de este mundo y del príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia" (Efesios 2:1-2). Las obras del diablo en nuestras vidas nos hicieron estar "satisfaciendo los deseos de nuestra carne y siguiendo sus deseos y pensamientos" (versículo 3). Sólo por el amor, la misericordia y la gracia de Dios fuimos rescatados de las obras del diablo (versículos 4-5).

Las obras del diablo afectan a la humanidad desde el punto de vista moral, físico, intelectual y espiritual. Moralmente, el diablo atrae a la gente a pecar, haciendo que el mal parezca atractivo para que la gente escoja el mal y no la obediencia a Dios (Santiago 1:14). Físicamente, el diablo puede infligir enfermedades, y trata de usar los problemas físicos para hacer que la gente maldiga a Dios (Job 2:4-5; Lucas 13:11). Intelectualmente, el diablo seduce a la gente para que caiga en el error, enseñando falsas doctrinas (1 Timoteo 4:1). Él arroja dudas y mantiene a los incrédulos intelectualmente ciegos a la verdad espiritual y al evangelio (2 Corintios 4:3-4). Organiza distracciones y promueve la confusión que hace que la gente actúe de forma precipitada, irracional y tonta. Espiritualmente, aprovecha cualquier oportunidad para arrebatar la Palabra de Dios sembrada en el corazón de una persona (Mateo 13:19).

El diablo también desea atacar a los creyentes (Lucas 22:31-32). Tratará de hacer que los creyentes no sigan a Cristo para alejarlos de su propósito principal que consiste en dar gloria a Dios y hacer avanzar Sus propósitos y planes. Si Satanás puede hacer que nuestro amor por Cristo se enfríe (Apocalipsis 2:4) o hacer que dejemos de amarnos unos a otros (Juan 13:34-35), entonces perderemos nuestro testimonio ante el mundo y desagradaremos a nuestro Padre celestial. Si Satanás puede inducirnos a adicciones como el entretenimiento, el sexo o la pornografía, entonces nos atrapa y nos hace esclavos del pecado para que no podamos estar en comunión con Dios.

Por lo tanto, las obras del diablo son para contrarrestar la obra de Dios. Siendo un asesino, Satanás trabaja en contra de Dios, que es la Vida. Siendo un mentiroso, Satanás trabaja en contra de Dios, quien es la Verdad. En la vida de los incrédulos, la obra del diablo es impedir que lleguen a la fe salvadora en Cristo, haciendo que experimenten la segunda muerte (Apocalipsis 20:14 -15). En la vida de los creyentes, la obra del diablo es tentarlos a pecar y así empañar su eficacia para Cristo en este mundo.

Afortunadamente para nosotros, Jesucristo vino a destruir las obras del diablo. Cuando se acercaba el momento de Su arresto y crucifixión, Jesús dijo: "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). En la cruz, Jesús realizó muchas cosas sorprendentes. Tomó el castigo por nuestros pecados y nos dio Su justicia. Por lo tanto, el diablo no tiene poder sobre el destino eterno de los creyentes en Cristo. No es que el diablo no pueda tentar a un cristiano a pecar -y a veces lo logra-, sino que la muerte de Jesús cargó con toda la ira de Dios contra ese pecado, y Dios no le echa en cara el pecado al cristiano (Romanos 8:1).

La muerte de Jesús no sólo destruyó las obras del diablo en relación con nuestro destino eterno, sino que proporcionó nuestra santificación personal. Los creyentes tienen el don del Espíritu Santo que habita en ellos y los conduce a la semejanza de Cristo. El Espíritu sella a los que creen en Cristo, y el diablo no puede apartarlos de Sus promesas (Efesios 4:30).

En Su bondad, el Señor también nos ha dado armas espirituales para luchar contra el diablo (Efesios 6:10-18). El diablo puede traernos muchas cosas, pero, si nos mantenemos vestidos con la armadura de Dios, la batalla será mucho más fácil. Debemos entender a nuestro enemigo y reconocer cuando se acerca: "no ignoramos sus maquinaciones" (2 Corintios 2:11). Y lo que es más importante, debemos saber dónde están nuestra fortaleza y nuestra defensa y confiar en "el perfeccionador de la fe” (Hebreos 12:2), el único que puede destruir realmente las obras del diablo.

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