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Pregunta: ¿Qué es la paradoja del mentiroso?

Respuesta:
La "paradoja del mentiroso" se refiere a una afirmación que conduce inevitablemente a una contradicción lógica: parece ser verdadera y falsa al mismo tiempo. El ejemplo más sencillo sería la declaración "esta afirmación es falsa". Ha habido muchas versiones de la paradoja del mentiroso y muchos intentos de resolverla. Esta idea fue utilizada incluso con fines retóricos en la Biblia, por Pablo en su carta a Tito. Aunque no existe una solución universalmente aceptada para la paradoja del mentiroso, no se considera un desafío a nuestro sentido de la realidad.

Surge la confusión sobre lo que representa la paradoja del mentiroso. El problema tiene que ver totalmente con el lenguaje, la comunicación y la representación abstracta de las ideas. La paradoja existe porque luchamos por expresar la verdad de una forma que no sea aparentemente contradictoria. En otras palabras, tenemos dificultades para expresar la verdad sin ambigüedad.

Los lógicos y filósofos no responden a la paradoja del mentiroso descartando la ley de no contradicción. Eso sería imposible: para hacerlo habría que recurrir a esa misma ley. "Esta afirmación viola la no contradicción o no la viola". El enigma consiste en explicar cómo resolver la ruptura de nuestro entendimiento. Esto se centra casi exclusivamente en lidiar con la forma en que utilizamos el lenguaje para expresar la verdad.

La paradoja del mentiroso existe desde hace miles de años. Algunas de las mentes más brillantes de la filosofía han trabajado en ella. "Resolverla" por completo no es una expectativa razonable, especialmente en un artículo de esta extensión. Sin embargo, es posible comprender cómo y por qué la paradoja es única y por qué no sugiere nada polémico sobre la propia realidad. Las soluciones propuestas son objeto de un intenso debate. Pero, por lo que respecta al mundo real, hay formas de abordar semejante enigma.

Quizá la respuesta más sencilla sea decir que las expresiones de la paradoja del mentiroso no carecen de sentido, sino que son irrelevantes. La paradoja del mentiroso forma un bucle circular de lógica. Por tanto, esa afirmación concreta no puede—por definición—tener ninguna conexión lógica o significativa con nada fuera de sí misma. Puesto que la afirmación solo se refiere a sí misma y solo depende de sí misma, equivale a su propio universo lógico. Si la verdad o falsedad de la afirmación se puede relacionar con algo fuera de sí misma, entonces no se trata realmente de una paradoja del mentiroso. Pero si realmente es una paradoja del mentiroso, entonces, por definición, tiene una conexión absolutamente nula con el resto de la realidad, o con cualquier otra afirmación lógica.

En ese sentido, se puede considerar la paradoja del mentiroso como una afirmación que se aísla del resto de la realidad. Por lo que respecta al resto del universo, bien podría no existir. La razón por la que no podemos sacar conclusiones de ella es que no está conectada a nada más que a sí misma.

Las soluciones para otros casos concretos de la paradoja del mentiroso incluyen sugerir que la afirmación ni siquiera es una paradoja; es simplemente un sinsentido. Eso puede ser debido a un uso incorrecto de la gramática o a premisas contradictorias ocultas. Por ejemplo, la pregunta "¿puede Dios hacer una roca tan pesada que no la pueda levantar?", es un ejemplo de premisas autocontradictorias.

Los filósofos han explorado la idea de adaptar el lenguaje para evitar ciertas formas de la paradoja del mentiroso. Algunos incluso han sugerido simplemente ignorarla y evitar la creación de tales bucles lógicos siempre que sea posible.

En última instancia, la paradoja del mentiroso es un ejemplo de lo limitado que es el entendimiento humano. Nuestra poderosa capacidad, dada por Dios, de aprender y razonar, no es nada comparada con la omnisciencia y la omnipotencia (Isaías 55:8-9). Ya se trate de defectos en nuestro lenguaje, nuestra lógica o nuestra perspectiva, no podemos esperar tener una comprensión infalible de todas las cosas (Salmo 63:1; Proverbios 3:5). Aceptar nuestra finitud, incluso cuando tratamos de ampliar nuestros conocimientos (Salmo 19:1), es clave para reconocer nuestro lugar y nuestro propósito en la realidad.

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