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Pregunta: ¿Qué es el particularismo?

Respuesta:
Como ocurre con muchas palabras, el término particularismo tiene distintos significados en diferentes contextos. El particularismo se ha aplicado a subcategorías dentro de diversos temas como la política, la literatura, la historia, la ética y la religión. Cada uno de estos temas aporta un significado distinto al particularismo, que influye en gran medida en si la idea está bíblicamente justificada o no. Hay tres áreas en las que el término particularismo es más relevante para la Biblia y la fe cristiana. Son la teología, la ética y la filosofía.

Tal como se utiliza en teología, la definición de particularismo sigue requiriendo un contexto. El uso primario de la palabra la relaciona estrechamente con la idea de exclusivismo. En este sentido, el particularismo sostiene que existe una forma "particular" de que las personas se salven—a saber, mediante la fe en Cristo—y que no existen otros medios de salvación. Esta acepción del particularismo contradice la idea de que existen muchos caminos para la salvación. Debemos señalar que la cuestión de cómo se salva una persona es, en realidad, independiente del universalismo. Una persona puede creer que todas las personas se acabarán salvando—lo cual es bíblicamente incorrecto—y, al mismo tiempo, creer que solo la muerte de Cristo en la cruz salva. Tal postura sería un ejemplo de particularismo combinado con universalismo.

Otro uso teológico algo menos común del término particularismo es como sinónimo de la idea de predestinación y/o expiación limitada. Los bautistas particulares utilizan el término en ese sentido. En determinadas situaciones, el particularismo teológico implica el concepto de doble predestinación: la idea de que Dios ha definido un destino "particular" para todas las personas, salvas o no.

Éticamente, el término particularismo se refiere a la sugerencia de que los juicios morales solo tienen sentido caso por caso. Según el particularismo moral, no existen valores morales objetivos o universales, sino decisiones que se toman según cada caso particular. Este planteamiento es, por supuesto, contrario a las Escrituras, que presentan una diferencia muy real entre el bien y el mal, que trasciende la opinión o el juicio humanos (Isaías 55:9; Génesis 2:17; Deuteronomio 30:15). El particularismo moral también es filosóficamente débil, en el sentido de que cualquier "juicio", incluso caso por caso, presupone alguna norma por la que juzgar.

El único sentido en el que el particularismo moral encuentra apoyo bíblico es en la idea de "juicio correcto". Bíblicamente, se nos ordena no ser superficiales, legalistas, hipócritas o necios en nuestro uso del juicio (Juan 7:24). En ese sentido, se supone que debemos valorar las cuestiones morales "caso por caso". Es fundamental señalar que las Escrituras no sugieren que no existan valores morales objetivos. Al contrario, lo que dice la Biblia es que debemos aplicar la moral objetiva con precisión (Romanos 12:2), no de forma legalista o simplista. Sin embargo, este es un matiz que el particularismo moral no suele compartir.

En filosofía, el particularismo se suele referir a la práctica de preguntarse "¿Qué sé?", antes de preguntarse "¿Cómo lo sé?". El particularismo filosófico afirma la verdad de una afirmación antes de—o incluso sin—establecer razones o justificaciones para ello. "No sé cómo lo sé; solo lo sé" es una expresión de "fe ciega", una versión extrema del particularismo filosófico. Como tal, lo que se denomina "particularismo epistemológico" se tacha de insuficientemente escéptico. En gran medida, la Biblia está de acuerdo con esta crítica: las Escrituras no ven ninguna virtud en ser crédulo o ignorante (Hechos 17:11; Colosenses 2:8; 1 Pedro 3:15).

Por otra parte, desde un punto de vista práctico, es inevitable una pizca de particularismo epistemológico. Todo el mundo cree algo, aunque no esté bien justificado. Antes de poder discutir con sentido la naturaleza de la creencia en sí, hay que asumir ciertas ideas; el intento de eliminar el mayor número posible de ellas llevó a Descartes a resumir el principio de toda filosofía como "pienso, luego existo". Pero incluso esta máxima comienza afirmando que se sabe que las afirmaciones "existo" y "pienso" son verdaderas, estableciendo un "lo qué sé" antes de establecer el "cómo lo sé".

Lo importante es que, tanto filosófica como bíblicamente, estemos dispuestos a filtrar nuestras suposiciones y creencias mediante algún tipo de justificación, en lugar de insistir simplemente en que son verdaderas, sin ninguna prueba (1 Juan 4:1; 2 Pedro 1:16). Desde esa perspectiva, se puede decir que el particularismo epistemológico es (en su mayor parte) contrario a la postura de la Biblia sobre la fe y las creencias. No debemos suponer la verdad, sino buscarla (Mateo 7:7-8).

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