Respuesta:
La Biblia habla mucho de los pobres y deja claro que no debemos ignorar su situación (Proverbios 22:22; Deuteronomio 15:7; Santiago 2:5-6). Cuando Dios envió a Su Hijo al mundo, no lo colocó en un palacio o mansión. Jesús nació en una familia de escasos recursos (Marcos 6:3; Juan 1:46). La Biblia muestra ejemplos de personas ricas bendecidas por Dios, como Abraham (Génesis 13:2), Jacob (Génesis 30:43) y Salomón (1 Reyes 10:23). Pero, en la inmensa mayoría de los casos, cuando la Escritura habla de la riqueza material, nos advierte de los peligros de tener riquezas. No es un pecado ser rico, pero las riquezas ciertamente invitan a la tentación. El pecado no está en la posesión de la riqueza, sino en nuestras actitudes frente a ella y en la forma en que la utilizamos.
Primera Timoteo 6:9 dice: "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición". El versículo 10 continúa diciendo: "porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores". Muchos han citado erróneamente este versículo para decir que el dinero es la raíz de todos los males, pero eso es incorrecto. El versículo dice que el amor al dinero es lo que nos atrapa. Nuestros ídolos nos definen. Cuando nos centramos en el éxito terrenal, la riqueza, las relaciones o la fama, nos volvemos idólatras. Cuando nuestras metas terrenales se convierten en las cosas más importantes de nuestra vida, tampoco podemos agradar al Señor (Romanos 8:8).
Dios puede conceder riquezas terrenales a Su pueblo para que las distribuya como Él quiere. Los cristianos ricos que no tratan el dinero como un ídolo son una bendición para muchos. Fundan organizaciones benéficas, contribuyen para ayudar a los huérfanos y a las viudas (Santiago 1:27) y mantienen la estabilidad financiera de sus iglesias locales (Malaquías 3:10). Sin cristianos ricos, muchos misioneros no podrían servir en el campo.
Zaqueo era un hombre rico, pero sus ganancias eran mal habidas y su vida se caracterizaba por la codicia. Luego conoció a Jesús, y el Señor cambió su vida. La transformación de Zaqueo afectó todos los aspectos de su vida, incluyendo la forma en que manejaba el dinero: "Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado" (Lucas 19:8). Al encontrar la salvación en Cristo, Zaqueo también encontró un nuevo propósito para su riqueza. No era un pecado para él ser rico, pero habría sido un pecado para él seguir engañando a la gente o utilizar sus riquezas para fines egoístas. Dios da la riqueza a los ricos para que beneficien a otros.
Dios quiere que disfrutemos de todo lo que nos ha dado, siempre y cuando no permitamos que el don se convierta en el dios. Debemos considerar todo lo que tenemos como un préstamo del Señor y preguntarle cómo quiere que lo usemos (Salmo 50:9-12). Cuando nuestro corazón no se deja arrastrar por el deseo de riquezas, podemos demostrar que somos fieles administradores de lo que Dios nos ha confiado.