Pregunta: ¿Por qué hubo veces en el Antiguo Testamento en que Dios perdonó a las personas que no ofrecieron un sacrificio?
Respuesta:
El perdón de los pecados es un tema bíblico dominante, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Cuando Dios perdona el pecado de una persona, Él perdona o excusa a esa persona, liberándola de la culpa y las consecuencias (o castigo) que merece esa ofensa. Uno de los principales términos hebreos traducidos como "perdonar" es nasaʾ, que significa "llevar, levantar o quitar". Esta palabra está especialmente asociada con el perdón de los pecados en lugar de perdonar una deuda. Perdonar el pecado es levantar y quitar las faltas, las ofensas y las deficiencias de otro.
Sólo Dios puede perdonar el pecado (Marcos 2:7; Lucas 5:21). Cuando Él perdona, libera al pecador del juicio y lo libra de la pena divina del pecado, que es la muerte (Romanos 5:12; 6:23; 1 Corintios 15:56; Santiago 1:15).
En el Antiguo Testamento, incluso antes de que se estableciera el sistema sacrificial para el perdón de los pecados (Levítico 4:20, 26, 28, 31; 5:10, 13, 16, 18; 6:7; 19:22), Dios se distinguía por ser un Dios que perdona los pecados (Éxodo 32:32; 34:6-9). Por naturaleza, Dios es perdonador (Nehemías 9:17; Daniel 9:9), pero también es justo. Él no deja que el pecado quede sin castigo (Éxodo 34:7).
La Biblia ilustra claramente que el arrepentimiento es necesario para que Dios perdone el pecado. El arrepentimiento era requerido en el Antiguo Testamento, al igual que en el Nuevo Testamento. Varios ejemplos bíblicos muestran a Dios reteniendo su perdón a aquellos que no se arrepienten realmente (Deuteronomio 29:20; Números 15:30-36; 1 Samuel 15:27-35; Isaías 2:9; Oseas 1:6). Sin embargo, cuando la gente se arrepentía de sus pecados y volvía al Señor, Dios extendía su perdón (Oseas 14:2; Isaías 33:24; Jeremías 33:8; Salmo 65:3; Salmo 78:38). El salmista declaró: “Te manifesté mi pecado, Y no encubrí mi iniquidad. Dije: «Confesaré mis transgresiones al Señor»; Y Tú perdonaste la culpa de mi pecado. (Selah)” (Salmos 32:5).
Dios ofrece el perdón eterno de los pecados a los creyentes arrepentidos basándose en el sacrificio expiatorio de una sola vez de Jesucristo en la cruz (Hebreos 10:11-12; cf. Levítico 16:1-34; 17:11). Cristo derramó su sangre para confirmar el “nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” (Mateo 26:28). La muerte de Jesús pagó el precio sacrificial total para levantar y quitar los pecados pasados de los creyentes del Antiguo Testamento y los pecados futuros de los creyentes del Nuevo Testamento (Salmo 130:8; Mateo 20:28; Efesios 1:7).
Génesis 15:6 dice: “Y Abram creyó en el Señor, y Él se lo reconoció por justicia” (Génesis 15:6). Abraham fue hecho justo ante Dios por fe (ver también Romanos 4:3-8). Los creyentes en tiempos antiguos esperaban con fe la venida del Mesías, al igual que los creyentes de hoy miran hacia atrás con fe a su venida. Los pecados de todas las personas que se arrepienten y ponen su fe en el Mesías, el Hijo de Dios y Salvador del mundo, ya no se les imputan debido a la muerte expiatoria de Jesucristo.
El sistema sacrificial del Antiguo Pacto nunca fue efectivo para perdonar o quitar el pecado (ver Hebreos 10:1-10). Mostró la seriedad del pecado y la necesidad de un sustituto para quitar el pecado (Levítico 16:7-10, 20-22, 26; Isaías 53:4). Más importante aún, señaló hacia el día en que Jesucristo derramaría su sangre en la cruz para quitar los pecados del mundo (Juan 1:29; 2 Corintios 5:21).
No se requiere ningún sacrificio o ritual humano para cubrir el pecado. El único sacrificio verdaderamente indispensable es el sacrificio perfecto de Jesucristo (Hebreos 10:13-14). Él dio su vida una vez y para todas las personas, desde Adán y Eva hasta la última familia al final de los días. "Entonces Cristo ahora ha llegado a ser el Sumo Sacerdote por sobre todas las cosas buenas que han venido. Él entró en ese tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo, el cual no fue hecho por manos humanas ni forma parte del mundo creado. Con su propia sangre — no con la sangre de cabras ni de becerros — entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna" (Hebreos 9:11-12, NTV).