Respuesta:
El ayuno es una práctica que se encuentra a lo largo de toda la Escritura. Un ayuno en la Biblia suele ser una abstinencia total voluntaria de alimentos por un tiempo establecido con el propósito de dedicarse a buscar a Dios. El ayuno niega a nuestra carne lo que quiere para que podamos enfocarnos más claramente en fortalecer nuestros espíritus.
No parece que Jesús ayunara a menudo. De hecho, sus críticos lo condenaron por "comer y beber" (Mateo 11:19). Solo hay un ejemplo registrado en la Escritura del ayuno de Jesús. Este ayuno siguió inmediatamente a su bautismo (Mateo 3:13), que inauguró el ministerio público de Jesús. Mateo 4:1-2 dice que Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ayunar durante cuarenta días y cuarenta noches. Durante ese tiempo de ayuno, Jesús fue tentado repetidamente por el diablo. Este tiempo de prueba lo preparó para el ministerio de tres años que cambiaría el mundo.
Durante esos cuarenta días, cuando la carne de Jesús estaba en su punto más débil, resistió la tentación incansable de Satanás. Satanás le ofreció alternativas al plan de Dios, compromisos que satisfarían sus deseos naturales y ataques a su propia identidad como Hijo de Dios (Mateo 4:3). Jesús usó la Palabra de Dios, no su propia fuerza, para derrotar esas tentaciones y permanecer victorioso sobre el pecado. Nos demostró que el ayuno puede fortalecernos espiritualmente cuando lo usamos para acercarnos más a Dios.
Después del ayuno de Jesús, el diablo lo dejó y "vinieron ángeles y le servían" (Mateo 4:11). Lucas 4:14 concluye el relato de este tiempo de prueba diciendo: "Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea". Había conquistado la tentación y estaba listo para abrazar el propósito por el cual el Padre lo había enviado. No se apoyaría en su humanidad para realizar milagros, liberar a los oprimidos o vencer a la muerte. El ayuno fue una manera de declarar su dominio sobre su naturaleza humana para que viviera cada momento dirigido por el "poder del Espíritu" (Lucas 10:21). Él puso el ejemplo para nosotros que "no estamos en la carne, sino en el Espíritu" (Romanos 8:9, NBLA). Si el Hijo de Dios no se apoyaba en su carne para vivir en obediencia a Dios, entonces nosotros tampoco podemos hacerlo.