Respuesta:
Existen innumerables razones para creer en Jesús. Muchos de nosotros comenzamos nuestro viaje de fe porque necesitamos algo que Jesús puede darnos. Necesitamos ayuda, esperanza, sanidad, o alegría. Nuestras vidas se están derrumbando y queremos respuestas, soluciones. Pero hay una razón crucial para creer en Jesús que subyace a todas las demás, y esa es para llevarnos a una relación correcta con Dios. La reconciliación con Dios es el remedio para todo lo que está mal en nosotros y la resolución para todo lo que necesitamos.
¿Por qué vino Jesús a la tierra? ¿Por qué murió en la cruz? Vino e hizo todo lo que hizo para llevarnos a una relación con Dios Padre: "eque Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados" (2 Corintios 5:19).
Reparar nuestra relación rota con Dios es el punto principal de la salvación cristiana. La Biblia dice que todos tenemos un problema, se llama pecado (Romanos 3:23; 1 Juan 1:8). Porque nacimos en este mundo como pecadores (Salmo 51:5), estamos separados de Dios y en un camino que lleva a la destrucción eterna.
Pero Dios nos ama y quiere estar en relación con nosotros. Quiere salvarnos de la destrucción y darnos vida eterna: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él" (1 Juan 4:9).
La muerte de Jesús en la cruz pagó el precio total de nuestro pecado: "Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2). Jesús satisfizo la deuda que debíamos y tomó el castigo que merecíamos (Isaías 53:5; 1 Pedro 1:18-19; 1 Pedro 2:24; 2 Corintios 5:21; Gálatas 3:13; Romanos 6:23). Cuando Cristo resucitó de entre los muertos, venció a la muerte por nosotros (Apocalipsis 1:18; Hebreos 2:14; Juan 3:16). No tenemos que morir, porque Cristo murió por nosotros.
La única manera de ser perdonado de pecado y restaurado a Dios es arrepentirse y creer en Jesús (Hechos 2:38; 17:30; Marcos 1:4; Lucas 13:3). Jesús es el único camino al Padre (1 Timoteo 2:5). En Juan 14:6-7, Jesús dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais".
Dios anhela conectarse con nosotros en una íntima amistad. Cuando creemos en Jesús, nos convertimos en hijos de Dios: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). Cuando creemos en Jesús, recibimos acceso a la santa presencia de Dios para confortarnos, protegernos, liderarnos y guiarnos (Efesios 2:13, 18; 3:11-12; Hebreos 4:16). Él nos enseña y nos habla a través de Su Palabra (Salmo 119:105) y nos permite vivir para Él por el poder de Su Espíritu Santo (Hechos 1:8; 1 Corintios 2:10-13; Juan 14:26).
Cuando creemos en Jesús, recibimos el mayor regalo de todos: la salvación de nuestra alma (1 Pedro 1:8–9). Y este regalo es gratis. No podemos hacer nada para ganarlo. No lo merecemos, pero Él nos lo da de todos modos: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8–9).
Creer en Jesús abre nuestros corazones para experimentar un amor como ningún otro, el tipo de amor que está dispuesto a sacrificarse y morir por nosotros (Juan 10:11; Romanos 5:8). El amor de Dios es el amor más fuerte y profundo que se ha conocido, y nada nos separará de él (Romanos 8:35-39).
Creer en Jesús y tener una relación con Dios nos libera de nuestra vieja vida de culpa, vergüenza y pecado (Juan 8:36; Romanos 8:2). Solo a través de Cristo podemos experimentar la satisfacción que nuestras almas anhelan: "Porque sacia al alma menesterosa, Y llena de bien al alma hambrienta" (Salmo 107:9).
Cuando entramos en una relación correcta con Dios a través de la fe en Jesucristo, aprendemos quiénes fuimos creados para ser y descubrimos el verdadero propósito de nuestras vidas: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Efesios 2:10; véase también Filipenses 3:8-10).