Respuesta:
Existe tanto una razón terrenal como una razón celestial por la cual Jesús fue crucificado. Dicho de forma sencilla, la razón terrenal es que la humanidad es malvada. La razón celestial es que Dios es bueno.
La razón terrenal por la cual Jesús fue crucificado: la humanidad es malvada. Los hombres malvados conspiraron en Su contra, lo acusaron falsamente y lo asesinaron. Los líderes de Israel tuvieron varias razones por las que querían que Jesús fuera ejecutado. Envidiaban a Sus seguidores (Mateo 27:18); temían que Jesús reuniera demasiados seguidores, lo que podría atraer a las autoridades romanas a la nación, causándoles la pérdida de sus posiciones (Juan 11:48), detestaban el hecho de que Jesús señalara públicamente sus pecados (Mateo 23), y pensaban que Él estaba blasfemando cuando afirmaba ser el Hijo de Dios (Lucas 22:66–71). Pero todas estas razones eran simplemente síntomas de su profunda incredulidad (Juan 5:46).
Jesús fue crucificado, en lugar de ser apedreado, ahorcado, ahogado, etc., porque Su ejecución se llevó a cabo por los romanos. La crucifixión era el método de ejecución empleado por el Imperio Romano para dar un ejemplo y disuadir a otros de cometer la misma ofensa. Era normal publicar las acusaciones contra el condenado en la cruz. Pilato publicó la acusación “Rey de los Judíos” en la cruz de Jesús (Mateo 27:37). Los líderes judíos habían hecho esta acusación para provocar al gobernador romano a ejecutar a Jesús. Juan 19:12 dice: "Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a este sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone". Pilato no podía permitirse ser visto tolerando a un rival de César.
La razón celestial por la que Jesús fue crucificado: Dios es bueno. Dios tenía un plan para salvar a los pecadores, y Jesús era el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo (Juan 1:29). Aunque el acto de crucificar a Jesús fue malvado, la crucifixión sigue siendo el plan de Dios para hacer expiación por el pecado. "Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera" (Hechos 4:27–28).
La crucifixión no fue un caso de que el mal se saliera de control. Jesús le dijo a Pilato: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba" (Juan 19:11). A las potencias de las tinieblas se les dio permiso divino para actuar (Lucas 22:53). Dios permitió el odio, la conspiración, las falsas acusaciones, los juicios falsos y el asesinato de Su Hijo. En la crucifixión de Cristo, Dios utilizó los deseos malvados de los hombres malvados para lograr el mayor bien: la provisión de salvación para la humanidad. “Pero quiso el Señor quebrantarle, sometiéndole a padecimiento” (Isaías 53:10 - LBLA); el resultado fue glorioso: "llevando Él el pecado de muchos,
e intercediendo por los transgresores" (versículo 12).
No hay nada en la profecía del Antiguo Testamento que exija explícitamente que el Mesías sea crucificado. Al mismo tiempo, hay insinuaciones sobre la manera de Su muerte en la Ley y los Profetas. En Gálatas 3:13, Pablo aplica Deuteronomio 21:22–23 a la muerte de Cristo. La crucifixión permite la "perforación" mencionada en Zacarías 12:10 (cf. Juan 19:37). La crucifixión resulta en derramamiento de sangre, necesario para un sacrificio (Hebreos 9:22; cf. Levítico 17:11). En la crucifixión, se puede evitar la rotura de huesos (Éxodo 12:46; cf. Juan 19:36). Y la crucifixión de Cristo se ajusta perfectamente a la descripción de la angustia que David enfrentó en el Salmo 22.
Todos hemos cometido pecados, y todos somos dignos de muerte, pero Cristo tomó nuestro lugar. LO ejecutaron públicamente, y Su sangre se derramó por nosotros, como explica Pablo en Romanos 3:25–26: "a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús".
En el análisis final, la razón por la que Jesús fue crucificado es la respuesta que cada uno de nosotros debe entender y aceptar por fe: Jesús fue crucificado para pagar por mi pecado, para que yo pueda ser perdonado y estar bien con Dios.