Respuesta:
Cuando hacemos una pregunta como esta, debemos tener cuidado de no cuestionar a Dios. El preguntarnos por qué Dios no pudo encontrar "otra forma" de hacer algo, es suponer que la forma que Él ha elegido no es la mejor manera de actuar y que otro método sería mejor. Normalmente lo que percibimos como un método "mejor" es el que nos parece correcto. Antes de que podamos aceptar cualquier cosa que Dios haga, primero tenemos que reconocer que Sus caminos no son nuestros caminos, Sus pensamientos no son nuestros pensamientos — son más altos que los nuestros (Isaías 55:8). Por otra parte, Deuteronomio 32:4 nos recuerda que "Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto". Por lo tanto, el plan de salvación que ha diseñado es perfecto, justo y recto, y nadie podría haber llegado a algo mejor.
La Escritura dice: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15:3-4). La evidencia afirma que el Jesús inmaculado derramó Su sangre y murió en una cruz. Lo más importante es que la Biblia explica por qué la muerte y la resurrección de Jesús proporcionan la única entrada al cielo.
El castigo por el pecado es la muerte.
Dios creó la tierra y al hombre perfecto. Sin embargo, cuando Adán y Eva desobedecieron los mandatos de Dios, tuvo que castigarlos. Un juez que perdona a los infractores no es un juez justo. De la misma manera, pasar por alto el pecado haría injusto al Dios santo. La muerte es la justa consecuencia de Dios por el pecado. "Porque la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23). Incluso las buenas obras no pueden compensar la maldad con el Dios santo. En comparación con Su bondad, "Todas nuestras justicias son como trapos de inmundicia" (Isaías 64:6). Desde el pecado de Adán, cada ser humano ha sido culpable por desobedecer las leyes justas de Dios. "Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). El pecado no es solamente acciones graves como el asesinato o la blasfemia, sino también incluye el amor al dinero, el odio a los enemigos y el engaño de la lengua y el orgullo. A causa del pecado, todos merecen la muerte, es decir, estar separados eternamente de Dios en el infierno.
La promesa exigía una muerte inocente.
Aunque Dios expulsó a Adán y Eva del jardín, no los dejó sin esperanza de reconciliación. Prometió que enviaría un Salvador para vencer a la serpiente (Génesis 3:15). Hasta ese momento, los hombres sacrificaban corderos inocentes, mostrando su arrepentimiento del pecado y la fe en el futuro sacrificio de Dios, quien llevaría su castigo. Dios reafirmó Su promesa del sacrificio con hombres como Abraham y Moisés. En esto radica la belleza del plan perfecto de Dios: Dios mismo proveyó el único sacrificio (Jesús) que podía expiar los pecados de Su pueblo. El perfecto Hijo de Dios cumplió el requisito perfecto de la ley perfecta de Dios. Es perfectamente brillante en su simplicidad. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo (Cristo) pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21).
Los profetas anticiparon la muerte de Jesús.
Desde Adán hasta Jesús, Dios envió profetas a la humanidad, advirtiéndoles del castigo del pecado y anunciando la llegada del Mesías. Un profeta, como Isaías lo describió:
"¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, el Señor quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad del Señor será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (Isaías 53, 1-12). Comparó el sacrificio venidero con un cordero, sacrificado por los pecados de otros.
Cientos de años después, la profecía de Isaías se cumplió en el perfecto Señor Jesús, nacido de la virgen María. Cuando el profeta Juan el Bautista lo vio, exclamó, "¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29). Las multitudes se agolpaban a Su alrededor para recibir sanidad y aprender, aunque los líderes religiosos lo despreciaban. Las multitudes gritaban: "¡Crucifíquenlo!". Los soldados lo golpearon, se burlaron y lo crucificaron. Como lo profetizó Isaías, Jesús fue crucificado entre dos criminales, pero fue enterrado en la tumba de un hombre rico. No obstante, no permaneció en la tumba. Puesto que Dios aceptó el sacrificio de Su Cordero, cumplió otra profecía con la resurrección de Jesús de entre los muertos (Salmo 16:10; Isaías 26:19).
¿Por qué tuvo que morir Jesús? Recuerda, el Dios santo no puede dejar que el pecado quede sin castigo. Llevar nuestros propios pecados sería sufrir el juicio de Dios en las llamas del infierno. Gloria a Dios, Él cumplió su promesa enviando y sacrificando el Cordero perfecto para llevar los pecados de aquellos que confían en Él. Jesús tuvo que morir porque es el único que puede pagar la pena por nuestros pecados.