Pregunta: ¿Qué es el positivismo? ¿Cuál es la visión cristiana del positivismo?
Respuesta:
Positivismo es un término que designa una afirmación filosófica concreta: que solo podemos estar seguros de las cosas percibidas directamente por los sentidos. Con esta restricción, solo se puede considerar que las categorías puramente empíricas, como la ciencia, ofrecen la verdad. Según el positivista, todas las demás categorías, como la religión, son por definición imposibles de conocer realmente y, por tanto, no tienen sentido como "verdaderas". La forma más abierta de este planteamiento es el positivismo lógico, que va más allá, afirmando que solo tienen sentido las afirmaciones que son empíricas o analíticas (puramente lógicas). De este modo, tanto el positivismo como el positivismo lógico pretenden "eliminar" la religión y la fe partiendo de la base de que tales cosas son incomprensibles o insensibles.
Un ejemplo famoso del principio del positivismo se encuentra en una cita popular de David Hume, uno de los padres de la Ilustración y del pensamiento positivista moderno. Hume afirmó: "Si tomamos en nuestra mano algún volumen de teología o metafísica escolástica, preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto acerca de cantidad o número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de hechos y existencia? No. Pues entonces, arrójese al fuego, porque no contiene más que sofismas e ilusiones".
La cita de Hume resume la actitud general del positivismo: no hay verdad conocible en ninguna afirmación que no sea totalmente empírica. Resulta que esta observación de Hume también demuestra el mayor defecto fatal del positivismo. El comentario de Hume, citado anteriormente, no contiene ni cualidad ni número y carece de razonamiento experimental. En resumen, si la afirmación de Hume es cierta, entonces ella misma no es "más que sofismas e ilusiones". En términos literales, esto significa que hay que hacer una excepción especial con el positivismo para ser positivista.
En el fondo, el positivismo y el positivismo lógico no son más que juegos de palabras. Aplican el prejuicio, no la razón, en un esfuerzo por defender una conclusión preconcebida en lugar de explicar o revelar una verdad real. Por su propio razonamiento, las afirmaciones positivistas son incoherentes. Al mismo tiempo, el razonamiento positivista es extremadamente frágil; el planteamiento positivista es tan irracionalmente limitado que ajustar la definición para evitar la autocontradicción tiene como resultado el abandono total de la idea.
Desde un punto de vista cristiano, el positivismo no consigue describir ni la realidad ni la experiencia humana. Hay algunas verdades que los seres humanos no pueden percibir de forma natural (Hebreos 11:3). Simplemente rechazar lo que nosotros, como seres limitados, no podemos ver, saborear o tocar es una limitación irrazonable. Estamos llamados a utilizar el buen pensamiento (Colosenses 2:8) y el examen cuidadoso (2 Corintios 13:5), no a suponer arrogantemente que lo que no podemos percibir no puede existir (Job 38:1-4).
