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Pregunta: ¿Qué significa poner a prueba a Dios?

Respuesta:
En la Biblia hay ejemplos tanto aceptables como inaceptables de cómo poner a prueba a Dios. Por ejemplo, es aceptable "probar" a Dios con respecto a los diezmos y las ofrendas, pero es inaceptable cuando la prueba se basa en la duda.

Malaquías 3:10 (NBLA) dice: "Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde". Esta es la única situación dada en la Biblia en la que Dios le dice a Su pueblo que lo "pruebe". Curiosamente, la palabra hebrea usada para "probar" en este versículo es bachan, que significa "examinar, escudriñar o probar (como en el oro, las personas o el corazón)". Así como el oro se "prueba" con fuego para comprobar su calidad, Dios invita a Israel a que lo pruebe con sus diezmos y ofrendas y compruebe que responde con Su fidelidad.

Hay otra palabra hebrea para "probar" que se usa en otras partes de la Biblia. Nasah significa "poner a prueba, probar o tentar". Se utiliza en Deuteronomio 6:16 (NBLA), donde Dios ordena a Israel que no lo ponga a prueba: "No pondrán a prueba al Señor su Dios, como lo hicieron en Masah".

Esta segunda clase de prueba, inaceptable, es cuando la duda nos lleva a exigirle algo a Dios para que se pruebe a sí mismo ante nosotros. Jesús citó Deuteronomio 6:16 en el desierto, en respuesta a una de las tentaciones de Satanás. "Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios". (Mateo 4:5-7). Esencialmente, el diablo le estaba diciendo a Jesús que "probara" que la Palabra de Dios era verdadera forzando la mano de Dios: si Jesús estaba en peligro, Dios tendría que salvarlo. Jesús se negó a probar a Dios de esa manera. Debemos aceptar la Palabra de Dios por fe, sin exigir una señal (ver Lucas 11:29). Las promesas de Dios están ahí para nosotros cuando las necesitamos; manipular situaciones en un intento de coaccionar a Dios para que cumpla Sus promesas es malo.

La ocasión en la que los israelitas pusieron a prueba a Dios en Masah se encuentra en Éxodo 17. Mientras Dios guiaba a Moisés y a Su pueblo hacia la Tierra Prometida, acamparon en un lugar donde no había agua. La reacción inmediata de los israelitas fue refunfuñar contra Dios y pelearse con Moisés (Éxodo 17:1-3). Su falta de confianza en que Dios cuidaría de ellos se hizo evidente en sus acusaciones a Moisés: "y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?". (Éxodo 17:3). Es evidente que los israelitas se encontraban en una situación en la que necesitaban la intervención de Dios. Sin embargo, el momento en que pusieron a Dios a prueba fue cuando la duda y el miedo se apoderaron de ellos y llegaron a la conclusión de que Dios les había abandonado (ver Éxodo 17:7). Pusieron en duda la fiabilidad de Dios porque no cumplía sus expectativas.

La diferencia entre estas dos formas de poner a Dios a prueba es la fe. "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). Los israelitas de Masah pusieron a prueba a Dios porque carecían de fe en Él. Los israelitas de la época de Malaquías fueron invitados a probar a Dios porque tenían fe en Él.

La fe, por definición, conlleva riesgos. Cuando la verdadera fe está presente, hay obediencia. Es esa acción de obediencia inspirada por la fe, lo que Dios ama. Como se ve en el ejemplo de los diezmos y ofrendas de Israel, cuando damos por nuestra fe en quién es Dios, Él demuestra ser fiel. Por el contrario, cuando vemos a Dios a través de nuestra duda y le exigimos algo como forma de determinar si se puede confiar en Él o no, corremos el peligro de poner a Dios a prueba (ver Marcos 8:11-12).

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