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Pregunta: ¿Qué son el egoísmo psicológico y el egoísmo ético?

Respuesta:
El egoísmo psicológico es una teoría filosófica descriptiva que afirma que toda acción humana está motivada por el interés propio. El egoísmo ético es una teoría normativa complementaria que afirma que toda acción humana debe estar motivada por el interés propio. La primera plantea el interés propio como motivación del comportamiento humano; la segunda prescribe el interés propio como base ideal del comportamiento humano. El egoísmo psicológico presenta como un hecho que los seres humanos están motivados por el interés propio, y el egoísmo ético presenta esa motivación como apropiada.

Aquí se plantean dos preguntas relevantes: en primer lugar, ¿nos está dando el egoísmo psicológico una descripción correcta de la humanidad? En otras palabras, ¿es cierto que las personas actúan básicamente por interés propio? En segundo lugar, ¿nos proporciona el egoísmo ético un ideal correcto a seguir?

Podemos responder a estas dos preguntas utilizando las Escrituras. En primer lugar, respondamos a la pregunta que nos presenta la teoría del egoísmo psicológico. ¿Somos las personas en esencia egoístas? ¿Todas nuestras acciones provienen del interés propio?

La respuesta corta es sí, el egoísmo psicológico identifica correctamente un impulso humano básico. Pero esta conclusión quizá no sea tan desalentadora como parece a primera vista. Estar motivado por el propio interés no es necesariamente malo o perjudicial desde el punto de vista moral. Debemos tener cierto nivel de interés propio para sobrevivir físicamente y prosperar emocionalmente. Si a una excursionista le muerde una serpiente de cascabel, le interesa buscar ayuda médica, y eso no está mal. La Biblia reconoce que es natural que los seres humanos alimentemos y cuidemos nuestro propio cuerpo y utiliza esta presuposición como argumento sobre cómo debemos tratar a nuestros cónyuges (Efesios 5:29).

Además, podemos deducir de la Biblia que Dios no quiere ni espera que nos dañemos o descuidemos a nosotros mismos, sino todo lo contrario. A Timoteo se le ordenó que cuidara de su salud (1 Timoteo 5:23). El comportamiento pecaminoso casi siempre equivale a alguna forma de autolesión. Los sentimientos de vergüenza surgen debido a nuestra incapacidad para alcanzar la perfección moral, agradar a Dios, ayudar a los demás o seguir la ley de Dios. La ley señala y enfatiza nuestro pecado, como Pablo describe claramente en Romanos 7. ¿Por qué Dios la estableció así? Porque "la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe" (Gálatas 3:24).

Cuando insistimos en tratar de justificarnos por nuestras propias obras, nos entregamos al autocastigo. Como Judas Iscariote, preferimos matarnos a venir a Cristo y aceptar su don gratuito de la gracia. Además, la Biblia es clara en que aquellos que rechazan a Cristo enfrentarán el castigo eterno. Pero la muerte y la autodestrucción no es lo que Dios quiere para Sus criaturas. "Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él" (Juan 3:17, NBLA). Jesús dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). Por lo tanto, aceptar el Evangelio, aceptar el sacrificio expiatorio de Cristo, requiere un interés propio saludable.

También hay una base bíblica para buscar hacer el bien, no para justificarnos, sino por interés propio. En otras palabras, sé bueno para ser feliz. Primera de Pedro 3:11, citando el Salmo 34, dice,

"El que quiere amar la vida

Y ver días buenos,

Refrene su lengua de mal,

Y sus labios no hablen engaño;

Apártese del mal, y haga el bien;

Busque la paz, y sígala".

Existe la idea errónea de que debemos sacrificar la felicidad para tener santidad. Pero como vemos en el pasaje anterior, cosas como la honestidad y la búsqueda de la paz nos llevarán a días buenos y a una vida que podemos amar. La santidad y la felicidad coexisten. Una vez más, entra en juego el interés propio.

Esto nos lleva a la cuestión presentada por la teoría del egoísmo ético. ¿Es este egoísmo inherente un ideal que debemos perseguir? ¿Cómo funciona la realidad del egoísmo humano junto con el mandamiento de "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Marcos 22:39, NBLA)?

A lo largo de los tiempos, las comunidades han funcionado bien como resultado de un interés propio mutuamente beneficioso. Necesito leche para mis hijos, pero no tengo una vaca. Pero tengo gallinas. Mi vecino tiene una vaca, pero no tiene gallinas. Necesita huevos. Así que nos ayudamos mutuamente e intercambiamos por lo que ambos queremos. De esta manera básica, "amar al prójimo" podría parecerse a intercambiar huevos por leche.

Pero, ¿es el ideal que debemos perseguir algo más elevado que el beneficio mutuo? ¿Cuál es la diferencia entre ayudar por interés propio y ayudar por amor? La Biblia da un buen ejemplo de la diferencia entre el interés propio y el amor al prójimo. Cuando Jesús dio el mandamiento de "amarás a tu prójimo como a ti mismo", alguien que lo escuchaba le preguntó: "¿Quién es mi prójimo?", y Él contó la historia del Buen Samaritano (Lucas 10:29-37).

La historia trata de un hombre que viajaba por un camino peligroso y fue atacado por unos ladrones que lo golpearon y lo dieron por muerto. Dos religiosos (un levita y un sacerdote) pasaron de largo sin ayudarlo. Finalmente, un samaritano (un hombre de un pueblo vecino que los judíos consideraban impuro) se detuvo para ayudar al hombre afligido y después hizo todo lo posible para garantizar su seguridad: montó al hombre en su propio burro, lo llevó a una posada y pagó su estancia y los gastos médicos.

Hay especulaciones sobre por qué los dos religiosos no tuvieron compasión del hombre golpeado. Es posible que tuvieran prisa por llegar a su destino. Tal vez temían que ya estuviera muerto y no querían ensuciarse tocando un cadáver.

En un discurso titulado "He estado en la cima de la montaña", el Dr. Martin Luther King, Jr. presenta una tercera explicación:

"Pero les voy a decir qué es lo que mi imaginación me dice. Es posible que esos hombres tuvieran miedo. Verán, la calle a Jericó es una calle peligrosa. Me acuerdo cuando la Sra. King y yo estuvimos por vez primera en Jerusalén. Alquilamos un auto y manejamos de Jerusalén hasta Jericó. Y tan pronto estuvimos en esa calle, le dije a mi señora, "me doy cuenta porque Jesús usaba esta escena para sus parábolas". Es una calle sinuosa, serpenteante. Es realmente ideal para una emboscada. Sales de Jerusalén, que está más o menos a 1200 millas – o mejor dicho, 1200 pies sobre el nivel del mar. Y a la hora que se llega a Jericó, quince o veinte minutos después, estás más o menos a 2200 pies bajo el nivel del mar. Esa es una calle peligrosa. En los días de Jesús llegó a conocerse como el "Sendero Sangriento". Y ¿sabes qué? Es posible que el sacerdote y el Levita miraran al hombre en el suelo y se preguntaran si los ladrones aún andaban por ahí. O es posible que ellos sintieran que el hombre en el suelo, estaba meramente fingiendo. Y estaba actuando como si le hubieran robado y herido, para agarrarlos ahí, para atraerlos ahí para un ataque fácil y rápido. Así que la primera pregunta que hizo el sacerdote, la primera pregunta que el Levita hizo: "Si me detengo a ayudar a este hombre, ¿qué me va a pasar a mí?"".

"Pero luego vino el buen Samaritano, y cambió la pregunta: "Si no me detengo a ayudar a este hombre, ¿qué es lo que le va a pasar a él?"".

El buen samaritano pensaba más en los demás que en sí mismo. El buen samaritano no tenía nada que ganar ayudando al hombre herido en el camino; de hecho, tenía mucho que perder. Fue contra el egoísmo ético, y Jesús lo pone como ejemplo a seguir.

Filipenses 2:3-4 habla tanto del egoísmo psicológico como del egoísmo ético: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros". Basándonos en este pasaje, podemos distinguir entre la ambición propia y la ambición egoísta. Y mejor que velar por nuestros propios intereses es velar por los intereses de los demás. Esto requiere humildad, valorar a los demás y tener la mente de Cristo (Filipenses 2:5).

El egoísmo psicológico es un hecho descriptivo. Las personas actúan según su propio interés. Esto puede ser bueno o malo. Pero, como deja claro la parábola de Jesús, el egoísmo ético presenta un ideal limitado. La verdadera bondad consiste en amar al prójimo, de corazón, con sacrificio, incluso cuando hacerlo no nos beneficia.

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