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Pregunta: "¿Qué dice la Biblia sobre el rencor?"

Respuesta:
Todos tenemos razones para guardar rencor. La gente nos hace daño. Las situaciones nos perjudican. Hasta Dios no siempre hace lo que pensamos que tendría que hacer, y por eso nos enojamos. Guardamos rencor contra los que nos han hecho un mal, e incluso contra Dios, quien creemos que debió haber hecho las cosas de otra manera. El rencor no es más que la negativa a perdonar. Así que, siendo esta una tendencia inherente en todos nosotros y al parecer inevitable, ¿qué nos dice la Biblia al respecto?

Es tanta la preocupación de Dios por el rencor que cuando entregó la Ley a los israelitas estableció un mandamiento específico al respecto. Levítico 19:18 dice: "No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo el Señor". Llama la atención que Dios termine este mandato con las palabras "Yo el Señor". Al hacer esto, Dios nos recordó que Él es el Señor, no nosotros. Guardar rencor es convertirnos en juez y jurado, y decidir que el error de una persona no sea perdonado. Ningún ser humano tiene el derecho o la autoridad para hacer eso. Romanos 12:19 dice: "No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor".

Malinterpretar el perdón a veces es lo que nos esclaviza al rencor. Pensamos que perdonar es excusar el pecado o pretender que no tiene importancia la ofensa. Ninguna de las dos cosas es cierta. El perdón no tiene que ver con la otra persona. El perdón es un regalo de Dios para que nos liberemos del control de alguien que nos ha hecho daño. Cuando guardamos rencor, le damos a alguien a quien no queremos el control de nuestras emociones. Sin el perdón, el solo pensar en la persona que nos ha ofendido puede producirnos acidez en el estómago y fiebre en la cara. Básicamente, hacemos de esa persona un ídolo, dándole el control sobre nosotros (Deuteronomio 32:39). Pero cuando perdonamos, entregamos a Dios todo el derecho a la venganza o la restitución. El perdón hace que nuestra relación con Dios esté correctamente alineada. Reconocemos que Él es el juez, no nosotros, y que tiene el derecho de tomar la decisión que quiera. El perdón es la decisión de confiar en Dios y no en nosotros mismos con el resultado de la ofensa.

Frecuentemente guardamos rencor porque nos sentimos responsables de que se haga justicia o de que los demás sepan lo mal que nos han hecho. Pero cuando dejamos la situación en manos de Dios, y el derecho a decidir el final, dejamos al Señor hacer lo que quiera sin que nuestro enojo sea un obstáculo (Mateo 18:21-22).

Es importante recordar que el perdón y la reconciliación no son sinónimos. El perdón es un asunto del corazón. Es un acto de entregarse a la voluntad de Dios y se da sobre todo entre nosotros y Dios. Le damos a Él nuestro derecho de mantener la ira (Salmo 115:11). Sin embargo, la reconciliación requiere el verdadero arrepentimiento y la confianza mostrada por el ofensor. Por ejemplo, cuando se trata de maltrato de pareja, la víctima debe perdonar para poder sanar. Ella puede liberar su ira a Dios. Pero, al mismo tiempo, tiene que mantener los límites de protección hasta que el abusador demuestre con el tiempo que merece su confianza (ver Proverbios 26:24-25).

"Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios" (Santiago 1:20). No hacemos ningún favor a Dios tratando de "ayudarlo" a arreglar una mala situación a través de la venganza. Él no necesita nuestra ira. Lo que necesita es nuestra cooperación cuando nos sometemos a hacer las cosas a Su manera (Proverbios 3:5-6). Y la manera de Dios siempre es perdonar como Él nos ha perdonado (Mateo 18:35; Efesios 4:32).

Podemos soltar el rencor a través de un simple acto voluntario, entregando toda la situación a Dios y desprendiéndonos de ella. El perdón trae sanidad a nuestras almas y permite que Dios construya Su fuerza y carácter en nuestras vidas al permitirle que reine como nuestro único Dios (Romanos 8:29).

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