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Pregunta: ¿Qué significa que Él me sacó del lodo cenagoso (Salmo 40:2)?

Respuesta:
El rey David descubrió una clave para experimentar alegría en medio de los momentos más difíciles de la vida al recordar la liberación de Dios de los problemas en el pasado. No conocemos los detalles exactos de la terrible experiencia de David en el Salmo 40, pero él la compara con estar atrapado en un horrible pozo lleno de lodo y fango:

"Esperé pacientemente al Señor,

Y Él se inclinó a mí

y oyó mi clamor.

Me sacó del hoyo de la destrucción,

del lodo cenagoso;

Asentó mis pies sobre una roca

y afirmó mis pasos" (Salmo 40:1-2, NBLA).

Si alguna vez te has quedado atrapado en arenas movedizas o has estado en la blanda orilla del mar mientras tus pies se hundían más en la arena con cada ola, conoces la sensación de estar atrapado en el asombroso desamparo de la arcilla cenagosa. El lodo es un barro profundo y blando que se encuentra en el agua o en el fango, como la marga húmeda o la arcilla de alfarero. El término hebreo en el Salmo 40:2 se traduce como "lodo y del pantano" (NVI), y "lodo y del fango" (NTV).

David quiere transmitir la idea de estar desesperadamente atrapado en circunstancias abismalmente oscuras. La metáfora de David nos recuerda el encarcelamiento real de Jeremías en una cisterna fangosa (Jeremías 38:7-13) y el aprisionamiento de José por sus hermanos en un pozo (Génesis 37:18-22). David es incapaz de escapar por sí solo. Lo único que puede hacer es esperar pacientemente a que el Señor lo rescate. Es posible que David se refiriera al mismo episodio atroz en el Salmo 69:2: "Me hundo cada vez más en el fango; no encuentro dónde apoyar mis pies. Estoy en aguas profundas, y el torrente me cubre" (NTV).

El lodo cenagoso de David podría simbolizar muchos de los momentos angustiosos que vivió. Tal vez fuera el calvario de depresión y rechazo que experimentó a causa de los celos y el odio asesinos del rey Saúl (1 Samuel 18:10-17; 23:15-29). Tal vez fue la época en que su hijo Absalón lideró una conspiración y una rebelión contra él (2 Samuel 15:1-18:33). Puede que fuera la fosa que David cavó para sí mismo con su pecaminosa aventura con Betsabé y el posterior asesinato de su marido (2 Samuel 11:1-27).

Sea cual fuere el pozo, David aprendió en tiempos difíciles a clamar al Señor: "Sácame del cieno y no dejes que me hunda; sea yo librado de los que me odian, y de lo profundo de las aguas" (Salmo 69:14, NBLA). Cuando David confía en el Señor e invoca su ayuda, el Redentor le escucha y le responde (Salmo 56:9-11; 121:1-2).

"Me sacó del lodo cenagoso", atestigua David. El Señor lo libera sacándolo de su horrible calvario. "Oh Señor, has sacado mi alma del Seol", pronuncia David en el Salmo 30:3, "Me has guardado con vida, para que no descienda al sepulcro" (NBLA). "Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí", declara David en el Salmo 18:19. Lo que David no puede hacer por sí mismo, el Señor lo lleva a cabo (ver Efesios 3:20; Lucas 18:27). Dios asienta los pies de David sobre una roca sólida y segura, y afirma sus pasos (Salmo 27:5; 37:23; 62:2).

Me sacó del lodo cenagoso, es también una imagen de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo y la salvación resultante que los creyentes experimentan a través de Él. Cuando Jesucristo murió, fue enterrado en la tumba. La crucifixión fue una verdadera "fosa horrible", ya que el inmaculado Cordero de Dios cargó con todas las transgresiones de la humanidad sobre Su cuerpo sin pecado (Isaías 53:4-5; 1 Juan 3:5).

Pero, gracias a Dios, nuestro Salvador no se quedó en la fosa. "Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella" (Hechos 2:24; ver también Hebreos 5,7). Fue sacado "del lodo cenagoso". Cristo está vivo ahora y vive para siempre. El apóstol Pedro explica: "Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu" (1 Pedro 3:18, NTV).

Jesucristo resucitó para no volver a morir. Su obra de redención es completa. Estábamos destinados a morir, pero a través de Su maravillosa salvación, nos sacó del lodo cenagoso. Puso nuestros pies sobre una roca, y como David, puso en nuestra boca un nuevo cántico de alabanza a Dios (Salmo 96:1; 149:1).

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