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Pregunta: ¿Qué dice la Biblia acerca de los consejos “Sé tú mismo” y “Haz lo tuyo”?

Respuesta:
"Sé tú mismo" y "Haz lo tuyo". Son consejos familiares que se ofrecen hoy en día. Pero para muchos, la inclinación a "ser uno mismo" significa elegir expresiones pecaminosas, hacer lo que te plazca y vivir sin tener en cuenta la verdad de las Escrituras, porque "así soy yo". Para el creyente redimido, la exhortación de "sé tú mismo" adquiere una sustancia totalmente distinta.

Muchas personas inseguras intentan ser alguien que no son. Alardean de sus logros, educación o asociaciones para impresionar a los demás. Los creyentes están llamados a ser auténticos (ver Romanos 12:2). Está bien que la gente sepa que tenemos defectos y que aún luchamos contra el pecado (ver Romanos 7:14-25). Pablo advierte: "Ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado" (Romanos 12:3, NTV). Corremos el riesgo de convertirnos en hipócritas, jactanciosos y farsantes (como los fariseos) si pretendemos ser supercristianos (ver Mateo 6:5, 16; 23:13-29; 24:51). Dios quiere que seamos humildes y desinteresados (Mateo 11:29; Filipenses 2:3-8). En lugar de intentar ser alguien que no somos, debemos esforzarnos por ser la persona que Dios creó para que fuéramos.

Dios nos creó a Su imagen (Génesis 1:26-27) para convertirnos en Sus obras maestras únicas (Efesios 2:10; Salmo 100:3) y ser transformados a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:28-30; Colosenses 3:10; 2 Corintios 3:18). Nuestra identidad como creyentes se fundamenta en Jesucristo. El consejo de "sé tú mismo" como cristiano significa vivir como un hijo amado de Dios, porque eso es lo que somos en Cristo (1 Juan 3:1).

Para ser tú mismo, primero debes saber quién eres. El creyente tiene dos opciones, o dos "yos", que considerar: el "viejo hombre" y el "nuevo hombre" en Jesucristo. Puedes "ser tú mismo" en tu vieja naturaleza pecaminosa, es decir, el yo natural. O puedes "ser tú mismo" en Cristo y obedecer la guía de tu nueva naturaleza redimida. El viejo yo precristiano remonta su linaje hasta Adán, cuando éramos esclavos del pecado y estábamos destinados a la muerte (ver Romanos 5:12-17; ver también Génesis 2:17; 1 Corintios 15:21-22; Salmo 51:5).

Cuando vivimos según los dictámenes de nuestro viejo yo, buscamos complacer a nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 7:18). Pablo advierte: "Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios" (Gálatas 5:19-21, NTV).

El Espíritu Santo capacita a los cristianos para ser su nuevo yo: "Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí. Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida" (Gálatas 5:24-25, NTV). Cuando nos unimos a Cristo mediante Su muerte y resurrección, "[nos convertimos] en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!" (2 Corintios 5:17, NTV). Solo un hijo de Dios redimido puede saber realmente lo que significa "ser uno mismo" de la forma que nuestro Padre celestial pretendía, cuando el Espíritu empieza a despojarnos de la vieja naturaleza con sus deseos pecaminosos y nos "[vestimos] del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3:9-10).

El paradójico secreto para descubrir nuestro verdadero yo no consiste en mirar hacia dentro, sino hacia fuera, "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:2, NBLA). Al contemplar su gloria, "el Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen" (2 Corintios 3:18, NTV).

Como miembros del cuerpo de Cristo, el Espíritu Santo nos dota de dones espirituales únicos (Efesios 4:4-7, 11; 1 Corintios 12:28). Podemos "ser nosotros mismos" ejerciendo nuestros dones individuales para animar y edificar a nuestros hermanos y hermanas en el Señor (1 Corintios 12:4-11; Efesios 4:15-16). La singularidad de nuestros dones no se debe envidiar, sino apreciar. No todo el mundo puede enseñar la Palabra de Dios o dirigir el culto. Algunos deben servir discretamente entre bastidores para que la familia de Dios funcione correctamente. Cuando todas las partes diversificadas se unen como una sola, la Iglesia funciona con fortaleza y unidad (1 Corintios 12:12-30). "Ser tú mismo" como cristiano significa comprender que eres una parte de todo el cuerpo de Cristo.

La revelación definitiva de quiénes somos en Cristo aparece insinuada en el libro del Apocalipsis, cuando el Señor escriba Su nuevo nombre en nosotros (Apocalipsis 2:17; 3:12; 22:4; ver también Isaías 62:2; 65:15). Esa nueva identidad será la expresión única de nosotros mismos como hijos de Dios, completamente y de manera culminante revelada cuando estemos en Su presencia (ver 1 Juan 3:2; 1 Corintios 13:12; 2 Corintios 3:18). Entonces seremos nuestro verdadero yo para toda la eternidad.

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