Pregunta: ¿Qué significa ser perfecto como vuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5:48)?
Respuesta:
Mateo 5:48 forma parte del desafiante Sermón del Monte: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". Parece una norma imposible que Jesús pone ante nosotros. ¿Cómo podemos ser tan perfectos como Dios? ¿Qué quiso decir Jesús?
Algunas personas podrían considerar el mandato de ser perfectos como un texto de prueba de la perfección sin pecado. Sin embargo, varios pasajes de las Escrituras reconocen la lucha continua contra el pecado en la vida de un cristiano (Gálatas 5:17; Romanos 7:15-20; 1 Juan 1:8-10; Filipenses 3:12). Las palabras de Jesús no se pueden utilizar para defender la doctrina de la perfección sin pecado, ya que las Escrituras transmiten sistemáticamente un mensaje diferente. Nunca seremos perfectos, en el sentido de estar "libres de pecado", en esta vida.
Consideremos el contexto general antes de profundizar en lo que significa "ser perfecto". Jesús comienza Su sermón pronunciando bendiciones sobre personas poco probables (Mateo 5:3-12). Luego declara que Sus seguidores son la sal de la tierra y la luz del mundo, insistiendo en la importancia de las buenas obras (versículos 13-16). Después, dirige Su atención a la ley, dejando claro que Su norma sobrepasa la mera observancia de la letra de la ley (versículos 17-47). Nuestros pensamientos y motivos también importan. Por eso Jesús equipara la lujuria con el adulterio y el odio con el asesinato. También hace hincapié en el amor a los enemigos, en no resistir, en la permanencia del matrimonio y en evitar los juramentos.
En Mateo 5:48 Jesús sigue poniendo el estándar más alto de lo que solemos ponerlo. La interpretación literal es probablemente lo que Jesús pretendía. Estamos llamados a ser absolutamente perfectos, igualando la perfección de nuestro Padre celestial. Cada aspecto de nuestro ser debe alinearse con los caminos de Dios, incluidos nuestros pensamientos más profundos. La palabra griega utilizada, teleios, transmite un sentido de madurez, plenitud o consecución de un objetivo. En este contexto, el objetivo es cumplir la norma de Dios, no conformarse con la moral humana. Un seguidor de Cristo no puede adoptar una actitud de "soy suficientemente bueno".
Esta comprensión debería frustrar a cualquier persona honesta, pues ¿quién puede alcanzar la perfección moral? ¿Quién no ha experimentado la codicia, la lujuria o el odio? La idea de que podemos ser perfectos como Dios parece hiperbólica. Además, la Biblia afirma claramente que no somos perfectos. Todos somos pecadores y estamos por debajo de la norma de Dios (Romanos 3:9-20; 1 Juan 1:8; Eclesiastés 7:20; Salmo 14:2-3). Entonces, ¿cómo conciliamos el mandato de ser perfectos como Dios con la verdad de que no lo somos?
La respuesta está en el Evangelio. Jesús es el único que ha vivido una vida perfecta, y es a través de Él como cumplimos la norma de Dios. En lugar de ganarnos la justicia, somos declarados justos gracias a Cristo. Como afirma Pablo
"Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere. Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. Sin embargo, en su gracia, Dios gratuitamente nos hace justos a sus ojos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados" (Romanos 3:22-24, NTV)
Segunda de Corintios 5:21 (NBLA) demuestra aún más la expiación sustitutoria de Jesús: "Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él".
Puesto que hemos sido hechos perfectos por medio de Cristo, debemos vivir como tales. Nuestras vidas deben exhibir la justicia y la santidad de Dios debido a nuestra identidad como Su pueblo. La norma de Cristo se convierte en una forma de vida cuando obedecemos Sus enseñanzas. Mediante el poder del Espíritu Santo, encontramos la fortaleza para amar a nuestros enemigos, mantener nuestras relaciones, superar la lujuria y el odio, y seguir los demás mandamientos de las Escrituras.
Al obedecer el mandamiento de ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, no podemos apoyarnos en nuestra propia justicia, que se queda corta. Debemos confiar en Cristo y en la obra del Espíritu Santo en nosotros. "No por el poder ni por la fuerza, sino por Mi Espíritu”, dice el Señor de los ejércitos" (Zacarías 4:6, NBLA).