Pregunta: "¿Cuál es el punto de vista bíblico sobre la sexualidad?"
Respuesta:
La sexualidad humana, con todas sus complejidades físicas, emocionales y espirituales, fue una invención de Dios. A Su creación humana le dio la sexualidad como un don con dos funciones: preservar la raza humana y crear un vínculo íntimo entre marido y mujer. El uso correcto de la sexualidad nos lleva a comprender la intimidad con Dios de una manera más amplia; el uso incorrecto de la misma destruye la intimidad con Dios y lo sustituye por la sexualidad. Para entender la visión bíblica de la sexualidad, examinaremos su naturaleza multifacética, un aspecto a la vez.
La primera mención de la sexualidad en la Biblia es en el Jardín del Edén. Dios les dijo a Adán y Eva: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra" (Génesis 1:27-28), siendo este un mandato que requiere sexo. Poco después, leemos que Adán "conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió" (Génesis 4:1). Ese uso de la palabra conoció es una traducción mucho más completa que otras frases más modernas como "tuvo relaciones sexuales con". Sugiere mucho más que un acto físico. Cuando Adán "conoció" a su esposa, la primera pareja estaba experimentando la sexualidad de la forma en que Dios se la había otorgado. El sexo iba a ser un acto unificador en el que entrarían juntos y que sería diferente a cualquier otra conexión. Fue especialmente diseñado por su Creador para ser la acción más íntima que dos seres humanos pudieran experimentar. Dentro del pacto matrimonial, la unión sexual es de carácter vinculante y une a la pareja como "una sola carne" (Génesis 2:24; Mateo 19:6). La pareja se descubre y comparte de forma exclusiva y crea una unidad sagrada.
Todo lo que Dios crea, Satanás lo pervierte. La humanidad caída no tardó en distorsionar y destruir el don sagrado de Dios de la sexualidad. Cuando Dios dio la Ley a los israelitas, tuvo que prohibir todo tipo de perversiones sexuales que las culturas de la época aceptaban. Dios ya había designado un hombre para una mujer desde la creación, pero ahora tenía que aclarar y prohibir toda clase de perversiones que la gente había inventado. Y a medida que la población de la tierra aumentaba, Dios endureció los límites éticos sobre el matrimonio de parientes cercanos. Levítico 18 y 19 detallan muchas de esas prácticas prohibidas, tales como el sexo con un familiar cercano, el adulterio y la homosexualidad.
Aunque se toleraba la poligamia en tiempos del Antiguo Testamento, en parte debido a la falta de opciones para las mujeres solteras y a la necesidad de que los hombres tuvieran muchos hijos para que la descendencia sobreviviera, la práctica era prácticamente inexistente en tiempos del Nuevo Testamento. De hecho, Jesús reiteró el propósito inicial de Dios para el matrimonio cuando se le preguntó sobre el divorcio. En Mateo 19:3-6, Jesús dijo: "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". Ser el marido de una sola esposa era un requisito para el liderazgo de la iglesia (1 Timoteo 3:2, 12; Tito 1:6).
Un gran porcentaje de los problemas del mundo proviene directa o indirectamente de nuestro abuso del don divino de la sexualidad. Imagina el mundo que tendríamos si todos los seres humanos siguieran las normas de Dios sobre la sexualidad. Los abortos, los divorcios, las enfermedades de transmisión sexual, el SIDA, la pornografía, el tráfico sexual, las violaciones, los bebés abandonados y la pedofilia dejarían de existir o se reducirían considerablemente. El efecto dominó de esos cambios por sí solos transformaría completamente cada continente, cada nación y cada cultura. Las economías repuntarían, las enfermedades se desplomarían y los hospitales psiquiátricos tendrían camas vacías.
Dios sabe de lo que habla cuando incluye los límites con sus dones. La electricidad es un descubrimiento increíble y si se utiliza correctamente beneficia a toda la humanidad. Sin embargo, si se utiliza mal, la electricidad puede mutilar o matar. Lo mismo ocurre con el poder de la sexualidad humana. Cuando tratamos de vivir dentro de los límites sanos que Dios instituyó para nuestro bienestar, la sexualidad es nuevamente un buen don.