Pregunta: ¿Cómo podemos hacer todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones (Filipenses 2:14)?
Respuesta:
Jesús es el modelo por excelencia para los cristianos. En Filipenses 1:27-2:18, el apóstol Pablo presenta el ejemplo de humildad y servicio de Cristo. Los creyentes que quieran vivir una vida digna del Evangelio y vivir juntos en unidad deben despojarse del orgullo, sirviéndose unos a otros desinteresadamente, tal como Jesús demostró en Su vida terrenal y en Su ministerio. Una forma de modelar la actitud desinteresada de nuestro Señor es "[hacer] todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones" (Filipenses 2:14, NBLA).
Para la mayoría de nosotros, obedecer Filipenses 2:14 es una tarea difícil. ¿Cómo, entonces, podemos hacer todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones? Pablo nos da la respuesta en el versículo anterior. No podemos inventar las actitudes y comportamientos de Jesucristo mediante nuestro propio esfuerzo humano. Debemos someternos a Dios y permitirle que obre en nosotros, dándonos "el querer como el hacer, para Su buena intención" (Filipenses 2:13, NBLA). Sin el poder de Dios operando en nuestro interior, no podemos obedecerle en el exterior. Ese poder proviene del Espíritu Santo que mora en nosotros (Juan 14:16-17, 26; Hechos 1:8).
En Efesios 1:19-23, Pablo reza para que los creyentes "entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales" (Efesios 1:19-20, NTV). El mismo Espíritu Santo que dio poder a nuestro Salvador está disponible para obrar en nosotros de modo que podamos hacer todas las cosas sin murmurar ni quejarnos.
Una forma en que el poder de Dios se manifiesta en nosotros es a través de Su Palabra (1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12). Cuando escuchamos, leemos y estudiamos la Escritura, esta nos entrena en la rectitud, "nos corrigen cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra" (2 Timoteo 3:16-17, NTV). Dedicar tiempo a la oración es otra forma de dar cabida al poder del Espíritu para que actúe en nosotros (Efesios 3:20; Romanos 8:26-27). Además, el Espíritu de Dios obra en nosotros a través del sufrimiento (1 Pedro 4:12-19; Filipenses 3:10; Romanos 8:17; Hechos 14:22; Hebreos 12:11). A medida que sufrimos y "[participamos] de la muerte de Jesús", Su vida se hace cada vez más evidente en nuestras propias vidas (2 Corintios 4:8-10, NTV).
El sustantivo griego traducido como "murmuración" en Filipenses 2:14 describe "una queja expresada en tono bajo e indistinto". Por otro lado, "discusión" se refiere a "discutir en voz alta, debatir y pelear en voz alta". En el Antiguo Testamento, las repetidas quejas de los israelitas—ya fueran en voz baja o a gritos—disgustaban mucho a Dios porque revelaban la desobediencia latente en sus corazones (1 Corintios 10:5-11). La fiel obediencia de Jesucristo a Dios contrasta claramente con las constantes murmuraciones de Israel. Nuestro Salvador nunca murmuró ni discutió contra Dios. Jesús estaba entregado a Su misión de cumplir la voluntad de Su Padre sin importar el costo (Juan 6:38; 8:29; 15:10; Hebreos 10:5-9; Lucas 22:42). Cristo fue perfecto en Su obediencia, incluso hasta el punto de morir en la cruz (Filipenses 2:8).
La humilde obediencia de Nuestro Señor nos marca la pauta en nuestra actitud hacia Dios y en nuestro trato mutuo. El apóstol Santiago exhorta: "No se quejen unos de otros, o serán juzgados. ¡Pues miren, el Juez ya está a la puerta!" (Santiago 5:9, NTV). Del mismo modo, Pedro dice: "Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones" (1 Pedro 4:9, NBLA). Pablo escribe a Timoteo: "Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda" (1 Timoteo 2:8). Con Cristo como ejemplo, y el Espíritu de Dios transformando nuestros corazones, nosotros también podemos hacer todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones.