Respuesta:
Según el folclore medieval, un súcubo es un demonio que toma la forma de una mujer para tener relaciones sexuales con un hombre en sus sueños. El nombre proviene del antiguo latín y significa "yacer debajo". En la superstición islámica, existe un demonio similar llamado qarinah o karina, y en las antiguas culturas del Medio Oriente, Lilith fue el nombre del demonio nocturno. Cualquiera que sea el nombre que se utilice, las cualidades esenciales son las mismas: un demonio que tienta sexualmente a los hombres por la noche y que intenta matar a los infantes al nacer.
Existen dos pasajes bíblicos que pueden referirse directamente a este tipo de demonio. Uno de los Rollos del Mar Muerto (4Q184) representa a un ser llamado "la seductora" que tiene cuernos y alas y una multitud de pecados en sus alas. Este ser tienta a los hombres al pecado y finalmente los arrastra al foso. El pasaje es bastante similar a Proverbios 2:18-19, que describe los peligros de la seductora o "mujer extraña". Al describir los resultados del juicio de Dios sobre Edom, Isaías 34:14 dice: "la lechuza también tendrá allí morada, y hallará para sí reposo". La versión Nueva Biblia de las Américas traduce "Lilith" como monstruo nocturno, y la versión Nueva Traducción Viviente utiliza el nombre "criaturas de la noche". Algunos comentaristas han propuesto que las culturas primitivas oían los gritos de los animales nocturnos y los atribuían a demonios porque no tenían conocimiento de esos animales.
¿Son reales los súcubos? Si otorgamos alguna credibilidad a las creencias generalizadas de las culturas antiguas, la respuesta tendría que ser sí. Si limitamos nuestra búsqueda a la escritura bíblica, la respuesta se vuelve más difícil. Sin duda, el nombre ha estado asociado con una presencia demoníaca durante varios miles de años y encaja en ese contexto en la Biblia. También es cierto que la Biblia trata a los demonios como seres muy reales y muy poderosos que tienen tratos con la humanidad. Segunda de Pedro 2:4 habla de ángeles que pecaron y fueron arrojados al infierno en juicio. Judas 6 habla de la misma manera de ángeles que "no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada", y están esperando el último juicio. Jesús expulsó demonios de la gente, al igual que Sus discípulos. Ya sea que aceptemos o no la idea de los seductores sexuales, no cabe duda de que los demonios son muy reales.
El equivalente masculino del súcubo es el íncubo, del latín incubo que significa «pesadilla». Un íncubo era supuestamente un demonio masculino que se acostaba con mujeres humanas dormidas para tener relaciones sexuales con ellas. Se creía que los íncubos podían engendrar hijos, y la descendencia medio humana de un íncubo se llamaba "cambion". Merlín, el legendario mago de las leyendas del Rey Arturo, fue supuestamente engendrado por un íncubo, del que recibió sus poderes y habilidades sobrenaturales. Tanto los súcubos como los íncubos eran producto de supersticiones medievales y probablemente intentaban explicar los fenómenos naturales que se producen durante el sueño: pesadillas, sueños sexuales, parálisis del sueño y terrores nocturnos. También se cree que intentaban explicar las violaciones nocturnas y otras agresiones a mujeres por parte de amigos, parientes e incluso el clero. Habría sido más fácil atribuir tales ataques a lo sobrenatural que admitir que provenían de alguna persona con una posición digna de confianza.
Como cristianos, se nos ha advertido que no debemos adorar a los demonios (Levítico 17:7), e incluso debemos olvidar sus nombres (Zacarías 13:2). Algunas personas estudian a los demonios pensando que eso les ayudará a llevar a cabo la guerra espiritual. Todo lo que realmente necesitamos saber acerca del enemigo es esto: "todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios" (1 Juan 4: 3). Debemos concentrarnos en aprender más acerca de Aquel que "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Colosenses 1: 13-14). Cuando guardamos la Palabra de Dios en nuestros corazones, evitamos pecar contra Él (Salmo 119:11) y nos da las armas para luchar contra cualquier ataque de Satanás o sus demonios (Efesios 6:17).