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Pregunta: ¿Por qué es una trampa temer a la gente (Proverbios 29:25, NTV)?

Respuesta:
Proverbios 29:25 (NTV) dice: "Temer a la gente es una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad". Una trampa es un señuelo o un cepo. Los pescadores a veces usan trampas para atrapar peces. Los cazadores usan varios tipos de trampas para cazar. Y Satanás usa trampas para atrapar a los seres humanos (Jeremías 5:26). Una de esas trampas es el miedo al hombre.

El miedo al hombre puede ser tanto físico como psicológico. Jesús dijo a Sus discípulos: "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed" (Lucas 12:4-5). Jesús estaba preparando a los discípulos para la persecución física que vendría después de Su resurrección (Lucas 21:12; Hechos 8:1). Serían golpeados, apedreados, azotados y encarcelados (2 Corintios 11:24-27). Muchos de ellos serían asesinados. Sin embargo, les advirtió que no dejaran que el miedo a los hombres les impidiera proclamar el Evangelio. Aunque Sus seguidores padecerían tremendos sufrimientos físicos por Su causa, las pruebas serían breves y temporales (2 Corintios 4:17). En el momento en que dejaran la tierra, cosecharían para siempre recompensas por su fidelidad. Los hombres malvados ya no podrían hacerles daño (Apocalipsis 3:5).

Sin embargo, una amenaza más frecuente para la mayoría de los cristianos, especialmente los de las naciones occidentales y libres, es el miedo psicológico al hombre. Este miedo es una necesidad ansiosa de recibir afirmación de los que nos rodean. El temor al hombre se manifiesta como complacer a la gente, valores que se ponen en entredicho, presión de grupo y la decisión de no compartir nuestra fe. El temor al hombre puede ser una trampa cuando permitimos que influya en nuestras decisiones. En lugar de obedecer la voz del Espíritu Santo (Juan 10:27), optamos por evitar las conversaciones desagradables. Es más fácil hacer caso al temor del hombre que aceptar la posibilidad de las consecuencias. Consideremos las audaces palabras de Pedro cuando él y los demás apóstoles recibieron la orden de dejar de predicar en nombre de Jesús: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29). Los primeros discípulos no permitieron que el miedo a los hombres les impidiera hacer lo que Dios les había llamado a hacer.

El temor del hombre es una trampa en la medida en que sustituye al temor de Dios en nuestras vidas. Puesto que el temor del Señor es el principio de la sabiduría (Salmo 111:10), el temor del hombre nos pone en el camino de la necedad.

El temor del hombre ha sustituido a la convicción bíblica en algunos de los llamados círculos cristianos de hoy. La opinión pública ha anulado la clara enseñanza de las Escrituras en muchos temas sociales. Denominaciones enteras están cediendo al temor del hombre, y se ha convertido en una trampa para ellos. El deseo de que el mundo nos vea como progresistas, inteligentes, tolerantes o políticamente correctos es una trampa que Satanás ha usado para atraer a la gente a su manera de pensar. La necesidad de agradar y ser aceptado ha llegado a ser más importante que la Palabra de Dios para muchos creyentes profesantes, demostrando así la verdad de Proverbios 29:25.

Romanos 8:31 nos aleja del temor del hombre que nos atrapa: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?". Aunque los cristianos siempre debemos ser sensibles a los problemas sociales actuales y ser compasivos y amables con todos, nunca debemos permitir que el miedo al hombre determine nuestro rumbo. Miles de mártires podrían haber evitado la muerte si solo hubieran guardado silencio sobre su lealtad a Cristo. Si hubieran permitido que el miedo al hombre los silenciara, habrían ganado el aplauso del mundo, pero habrían perdido el del cielo. Aunque Satanás no puede robar la salvación de los que han nacido de nuevo en el reino de Dios (Juan 1:12; 3:3), puede utilizar, y de hecho utiliza, trampas para robar nuestra victoria, nuestro testimonio y nuestras oportunidades de acumular tesoros en el cielo magnificando el temor al hombre (Juan 10:10; Lucas 12:33).

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