Respuesta:
La Teoría del Mandato Divino (TMD) enseña esencialmente que una cosa (es decir, una acción, un comportamiento, una decisión, etc.) es buena porque Dios ordena que se haga o mala porque Dios prohíbe que se haga. Así, decir que es bueno amar al prójimo equivale semánticamente a decir que Dios nos ordena amar al prójimo. Del mismo modo, es malo cometer asesinato porque Dios prohíbe el asesinato.
Ahora bien, enseguida alguien puede objetar a la Teoría del Mandato Divino, alegando que el bien y el mal se vuelven arbitrarios, sujetos únicamente al capricho de Dios. Si la moralidad depende exclusivamente de Su voluntad, entonces el bien y el mal no son más que una expresión de la voluntad de poder, o como suele decirse, "la ley del más fuerte". En este caso, la moralidad se reduce a una imposición: "se hace a mi manera o no se hace".
La alternativa a la Teoría del Mandato Divino es la afirmación de que la base de la moralidad se encuentra fuera de Dios, y no depende de Su capricho. Este es el planteamiento que hace Platón en su diálogo Eutifrón. El llamado Dilema de Eutifrón se puede plantear así: "¿Es una acción moralmente buena porque Dios la ordena [TMD], o la ordena Dios porque es moralmente buena?". Se podría tener la tentación de abandonar la Teoría del Mandato Divino y, en su lugar, fundamentar la moralidad en algo externo a Dios.
Sin embargo, decir que Dios ordena algo porque es moralmente bueno amenaza la soberanía e independencia de Dios. Si un principio externo, en este caso el fundamento objetivo de la moralidad, está fuera de Dios, entonces Dios está obligado a adherirse a esta norma y, por tanto, no es soberano. Además, la moralidad de Dios depende de Su adhesión a esta norma externa; por tanto, Su independencia se ve amenazada.
Así pues, estamos atrapados en los cuernos de un dilema. Ninguna de las dos alternativas es aceptable para la cosmovisión cristiana. Ciertamente, Dios no es arbitrario en Sus acciones morales, ni está sujeto a ninguna norma externa de moralidad que rija Sus decisiones. En el primer caso, podemos decir que Dios no es bueno, y en el segundo, que Dios no es Dios. Llegados a este punto, es bastante comprensible por qué algunos rechazan el cristianismo y adoptan el relativismo moral como "norma", excepto por el hecho de que la Biblia nos presenta una imagen diferente de la moralidad y demuestra que el Dilema de Eutifrón es un falso dilema.
La respuesta cristiana clásica al Dilema de Eutifrón es fundamentar la bondad en la naturaleza de Dios. Esto resuelve el primer cuerno del dilema, porque Dios no decide arbitrariamente lo que es bueno y lo que es malo por capricho. Más bien, la naturaleza de Dios es hacer el bien, y Dios nunca actúa en contra de Su naturaleza. Esto también resuelve el segundo cuerno del dilema, porque el fundamento de la moralidad es la naturaleza de Dios y no alguna norma externa a la que Dios deba adherirse. Se conserva la soberanía de Dios, así como una norma objetiva para la moralidad, es decir, la naturaleza de Dios.
Las Escrituras, la autorrevelación de Dios a la humanidad, lo ilustran muy bien. Una muestra de pasajes que demuestran que la bondad se fundamenta en la naturaleza de Dios:
- Bueno y recto es el Señor; Por tanto, Él muestra a los pecadores el camino (Salmo 25:8, NBLA).
- Prueben y vean que el Señor es bueno ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia! (Salmo 34:8, NBLA).
- Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan (Salmo 86:5).
- Porque el Señor es bueno; Para siempre es Su misericordia, y Su fidelidad por todas las generaciones (Salmo 100:5, NBLA).
- Den gracias al Señor, porque Él es bueno; Porque para siempre es Su misericordia (Salmo 107:1, NBLA).
Incluso con esta definición de la Teoría del Mandato Divino, se pueden anticipar dos objeciones. En primer lugar, ¿qué ocurre si la naturaleza de Dios cambia de tal modo que lo que es bueno por naturaleza de Dios se convierte en malo y viceversa? La naturaleza de Dios es la totalidad de todos Sus atributos. Por tanto, como Dios es inmutable (Malaquías 3:6), Su bondad es una bondad inmutable (Santiago 1:17). He aquí otra forma de decirlo: La naturaleza de Dios nunca cambia, no puede cambiar; por tanto, la bondad nunca cambiará, ya que se basa en la naturaleza de Dios.
En segundo lugar, ¿qué ocurre cuando Dios ordena a los israelitas que masacren a sus enemigos hasta el último hombre, mujer y niño? ¿No es esto una violación del propio mandamiento de Dios que prohíbe el asesinato? La respuesta es similar a la de la primera objeción; a saber, la naturaleza de Dios es la totalidad de todos Sus atributos. Dios es bueno—inmutablemente bueno—pero también es santo, recto y justo. Dios es un Dios que debe castigar el pecado y la maldad. Los cananeos eran malvados y rebeldes y estaban bajo la justa condena de Dios por su pecado. Sabemos que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23); y Dios, en Su soberanía, decretó el momento y la forma de la muerte de los cananeos, que fue una demostración del juicio de Dios sobre el pecado. Esto también es un ejemplo de la bondad de Dios: es bueno que Dios ejecute un juicio santo sobre el pecado.
Por tanto, Dios ordena ciertas acciones como buenas y, por tanto, que se hagan, y prohíbe otras como malas y, por tanto, que no se hagan. Lo que es bueno no es bueno simplemente porque Dios lo ordene. Es bueno porque refleja Su naturaleza divina.