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Pregunta: ¿Qué significa que hay un tiempo de nacer, y tiempo de morir (Eclesiastés 3:2)?

Respuesta:
Mirando retrospectivamente su vida y considerando la soberanía de Dios, el Rey Salomón escribió estas palabras: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir" (Eclesiastés 3:1-2).

Salomón había observado que la vida consiste en una serie de principios y finales, y Dios es la máxima autoridad sobre todos ellos. Con la afirmación "tiempo de nacer, y tiempo de morir", Salomón reconoció que, desde el principio hasta el final, cada momento en cada temporada del ciclo de la vida está designado por Dios. Desde el día de nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte, Dios está diseñando nuestro destino.

El padre de Salomón, el rey David, reflexionó de manera similar: "Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz. Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara" (Salmo 139:15–16, NTV).

En Eclesiastés 3:1–8, Salomón presenta un listado de catorce temporadas y tiempos contrastados (nacimiento y muerte, siembra y cosecha, muerte y sanidad, etc.). Juntos, estos emparejamientos comunican un sentido de toda la actividad humana en sus innumerables formas. Aunque parezcan opuestos, el tiempo de nacer y el tiempo de morir son homólogos, y ambos tienen su lugar apropiado en el ritmo de las estaciones y ciclos de la vida en constante cambio. Todo lo que ocurre entre el momento de nuestro nacimiento y el de nuestra muerte tiene un tiempo establecido.

En el idioma original, la palabra traducida como "nacer" es la forma verbal activa "dar a luz". Como seres humanos, tenemos el gran privilegio de colaborar con Dios en la creación de nueva vida a través del proceso de concepción y dar a luz.

Cada vida humana tiene un lapso determinado, y dentro de su duración hay eventos significativos. El nacimiento y la muerte son quizás los más significativos, y ponen punto final a la existencia de cada persona. Hay un tiempo designado para que cada persona nazca y un tiempo para morir. Job dijo a Dios: "Ciertamente sus días están determinados, Y el número de sus meses está cerca de ti; Le pusiste límites, de los cuales no pasará" (Job 14:5; ver también Hebreos 9:27).

El parto es generalmente una temporada alegre y de celebración en la vida (Juan 16:21; Salmo 113:9; 127:3). En cambio, la muerte suele ser un momento doloroso y triste. Sin embargo, Dios tiene un buen propósito para todo lo que ocurre entre el nacimiento y la muerte de uno: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28).

"Nuestra vida está en sus manos, y él cuida que nuestros pies no tropiecen" (NTV), declara el Salmo 66:9. "En tu mano están mis tiempos," afirma David en el Salmo 31:15. Con la promesa de la Escritura de que nuestras vidas y tiempos están en las manos de Dios, podemos confiar en que no existe tal cosa como una muerte prematura. Podemos consolarnos y tener la seguridad de que nada en la vida se puede escapar del control supremo de Dios.

Que hay un "tiempo de nacer, y tiempo de morir" también debería recordarnos el aliento de Cristo a no estar ansiosos por nuestras vidas cotidianas. En Lucas 12:23–31 y Mateo 6:25–34, Jesús enseñó que la vida es más que la comida y la ropa. Los pájaros y las flores silvestres no se preocupan por lo que se pondrán ni por cómo conseguirán su próxima comida. Tampoco deberíamos hacerlo nosotros, porque la preocupación no añadirá ni un solo momento a nuestras vidas. Podemos confiar en que Dios, que conoce nuestras necesidades de principio a fin, nos amará y cuidará todos nuestros días. Si buscamos primero Su Reino, Él nos proveerá en cada momento de cada temporada, desde el día en que nacemos hasta nuestro último aliento.

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