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Pregunta: ¿Qué significa que hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír (Eclesiastés 3:4)?

Respuesta:
"Tiempo de llorar, y tiempo de reír" es una de las catorce coplas de contraste de tiempos y estaciones de la vida descritas por el rey Salomón en Eclesiastés 3:1-8. En estas declaraciones, Salomón resume todas las actividades humanas "debajo del cielo" (versículo 1), concluyendo que hay un tiempo asignado por Dios para cada momento y que el Señor tiene control total sobre todos ellos.

Las estaciones emocionales extremas son el centro de la observación de Salomón de que hay "tiempo de llorar, y tiempo de reír". La tristeza y la felicidad, el llanto y la alegría, el luto y el júbilo forman parte de la vida. Los sentimientos de decepción, pérdida y rechazo son inevitables. Más de una vez, Jesús mismo se sintió invadido por la tristeza hasta el punto de llorar (Juan 11:32; Lucas 19:41). Si vivimos lo suficiente, acabaremos pasando por momentos en los que querremos decir, como el salmista, "Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche" (Salmo 42:3). En contraste, experimentaremos temporadas de gozo y risa. El rey David reconoció que "Por la noche durará el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría" (Salmo 30:5).

En Romanos 12:9-21, el apóstol Pablo enseñó que la marca de un verdadero cristiano es un amor sincero que se demuestra mediante el sacrificio y el servicio a los demás creyentes. Pablo parecía tener en mente a Eclesiastés 3:4 cuando exhortó a los creyentes a: "Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran" (Romanos 12:15). Cuando nos identificamos unos con otros en nuestras alegrías y tristezas, llorando y riendo juntos en los momentos apropiados, demostramos que nuestro afecto y amor de corazón son genuinos. En lugar de distanciarnos de las experiencias emocionales de otros, el amor genuino nos motiva a llorar libremente, a reír a carcajadas, a cantar y bailar, a entrar en sus experiencias y a sentirnos solidarios con quienes nos importan, independientemente de su estado de ánimo.

En el Sermón del Monte, Cristo informa a Sus discípulos, "Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis" (Lucas 6:21). La pobreza, el hambre, la persecución, el insulto, la negación, el odio y la falsa acusación fueron algunas de las condiciones miserables que los seguidores más cercanos del Señor enfrentaron durante su estadía en la tierra. Nuestra lealtad a Jesús en este mundo nos hace llorar ahora (Mateo 5:3-11). Pero Cristo nos anima a lo siguiente: "alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos" (Mateo 5:12).

En Juan 16:20, Jesús prometió a Sus fieles: "De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo". Como cristianos, podemos esperar enfrentarnos a algunas de las circunstancias más duras imaginables en este mundo. Pero nuestra vida eterna con Jesús nos espera. Puede que ahora lloremos mientras el mundo se regocija, pero reiremos y celebraremos con el Señor por toda la eternidad.

Mientras vivamos en este mundo caído, el "tiempo de llorar" es una parte inevitable del ciclo de la vida. Pero es útil recordar que Dios está con nosotros en cada momento doloroso, trabajando para cumplir Sus buenos propósitos (Romanos 8:28). Además, la eternidad guarda la maravillosa promesa del Señor: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4). En la eternidad, el "tiempo de llorar" habrá terminado, y el "tiempo de reír" será nuestra bendita recompensa.

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