Pregunta: ¿Qué significa que hay un tiempo de matar y un tiempo de curar (Eclesiastés 3:3)?
Respuesta:
En Eclesiastés 3:1-8, el rey Salomón reconoce que Dios controla los tiempos y las estaciones de cada vida humana. Mediante catorce afirmaciones yuxtapuestas, Salomón establece que Dios siempre está llevando a cabo Sus buenos propósitos, cumpliendo Su voluntad en cada momento de nuestras vidas (Romanos 8:28). Cada acontecimiento entre nuestro nacimiento y nuestra muerte sucede en un momento señalado por Dios según Su plan. Uno de los vínculos más difíciles de entender es que hay un "tiempo de matar, y tiempo de curar" (Eclesiastés 3:3).
La ley de Dios dice claramente: "No matarás" (Éxodo 20:13). ¿Cómo es posible, entonces, que haya un tiempo para matar? En el hebreo original, la palabra traducida "matar" significa "cortar o apuñalar; hacer morir; dar muerte, generalmente de forma intencionada o consciente". El pecado trajo la decadencia y la muerte al mundo, y no pasó mucho tiempo antes de que los humanos se involucraran en el acto de matar (Génesis 4:8).
Según un comentarista, un tiempo para matar "probablemente se refiere, no a la guerra (v. 8) o a la autodefensa, sino a los resultados de la enfermedad y la peste en la tierra" (Wiersbe, W., Be Satisfied, Victor Books, 1996, p. 45-46 - Traducción propia). Un ejemplo de ello se encuentra en 1 Samuel 2:6: "El Señor da muerte y da vida; Hace bajar al Seol y hace subir" (NBLA).
Salomón no está defendiendo la pena capital ni la muerte piadosa. Podría estar hablando de matar para defender a los inocentes, como en el caso de hacer cumplir la ley, o del acto de defensa propia. Una cosa es segura, el autor está reflexionando sobre una realidad de la vida: que algunas personas mueren, mientras que otras siguen viviendo y son curadas.
Es imposible comprender por qué Dios permitiría que millones de personas murieran en la pandemia del coronavirus COVID-19 o en cualquiera de las otras epidemias generalizadas que se han producido a lo largo de la historia. Sin embargo, Dios, en Su inescrutable soberanía, permite que unos perezcan y otros sean curados.
Las observaciones de Salomón no se refieren a las cuestiones éticas que rodean a la matanza y el asesinato. Se limita a afirmar algunos hechos fundamentales de la vida: "Tiempo de nacer, y tiempo de morir" (Eclesiastés 3:2); "Tiempo de matar, y tiempo de curar" (versículo 3). La destrucción y la muerte son aspectos inevitables de la vida (Hebreos 9:27). Afortunadamente, la curación y la reconstrucción también forman parte de nuestra existencia.
La palabra "curar" en el hebreo original significa "sanar o devolver la salud (física o espiritual); reparar, reconstruir". El profeta Isaías vio que Dios llevaría a Egipto al arrepentimiento, la sanidad y la salvación: "El Señor se dará a conocer en Egipto, y los egipcios conocerán al Señor en aquel día. Adorarán con sacrificios y ofrendas, harán voto al Señor y lo cumplirán. Y el Señor herirá a Egipto; herirá pero sanará. Y ellos volverán al Señor, y Él les responderá y los sanará" (Isaías 19:21-22, NBLA). En este pasaje, vemos la revelación del buen propósito de Dios en "tiempo de matar, y tiempo de curar".
A veces, para que se produzca la curación física, hay que matar ciertas bacterias, microorganismos o células hostiles, antes de que el cuerpo humano pueda recuperar la salud. Del mismo modo, la curación espiritual suele seguir a una temporada de quebrantamiento: "Vengan, volvamos al Señor. Pues Él nos ha desgarrado, pero nos sanará; Nos ha herido, pero nos vendará" (Oseas 6:1, NBLA; ver también Salmo 147:3). Cuando cooperamos con Dios, confiando en que incluso las estaciones más dolorosas y desafiantes tienen un propósito en Su plan, Él hace que todo sea hermoso a su tiempo (Eclesiastés 3:11).
Hay un tiempo para matar y un tiempo para curar también es paralela a una metáfora del proceso de santificación. En la vida cristiana, estamos llamados a "dar muerte" a las malas acciones de nuestra naturaleza pecaminosa para poder vivir una vida nueva y sana por el poder del Espíritu (Romanos 8:13; Colosenses 3:5). Debemos considerarnos "muertos al poder del pecado y vivos para Dios por medio de Cristo Jesús" (Romanos 6:11, NTV).