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Pregunta: Cuando Jesús fue clavado en la cruz, ¿fueron los clavos en sus manos o en sus muñecas?

Respuesta:
La cuestión de dónde se colocaron los clavos lleva a la pregunta de si Jesús fue crucificado en una cruz, un poste o una estaca. Algunos científicos han sugerido que si fue crucificado en una cruz, como sostiene la tradición, las manos no habrían sido suficientemente fuertes para sostener su peso. Por lo tanto, sugieren que los clavos estaban realmente en sus muñecas, que se consideran más fuertes y capaces de sostener su peso. Otros han planteado que las manos habrían sido suficientemente fuertes, teniendo en cuenta que sus pies también fueron clavados y habrían soportado algo de su peso. También hay alguna evidencia histórica de que a veces una cruz tendría una especie de asiento para ayudar a soportar el peso de la persona crucificada.

Aunque los eruditos históricos no están seguros de la ubicación de los clavos en la crucifixión de Jesús, o la de cualquier otra persona, la Biblia simplemente dice que Jesús tenía heridas en sus manos (Juan 20:25-27). La palabra griega traducida como "manos" es cheir, que significa literalmente "manos". No hay una palabra griega para "muñecas" en el Nuevo Testamento, a pesar de que algunas versiones traducen Hechos 12:7 para decir que las cadenas cayeron de las muñecas de Pedro. Pero la palabra griega en este versículo también es cheir.

Es posible que los clavos hayan sido inclinados para entrar a través de la mano y salir a través de la muñeca, pero es igual de probable que los clavos fueron clavados directamente a través de la mano en algún lugar cerca de la base del pulgar. Los experimentos han demostrado que ambos métodos funcionan y cualquiera de los dos podría haber sido utilizado en la crucifixión de Jesús.

Espiritualmente, las heridas de Cristo tienen un significado infinito para nosotros y son parte de su gloria, pero su ubicación exacta es un problema menor. Sabemos que hay cinco heridas: las manos, el costado y los pies. Aunque no sabemos exactamente dónde en las manos o el costado o los pies, sí sabemos que por sus llagas, fuimos nosotros curados (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24). Las heridas en su cuerpo trajeron sanidad espiritual del pecado a todos los que alguna vez creerían en Él.

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