Respuesta:
El utopismo es la creencia de que se puede alcanzar una sociedad perfecta, en la que haya felicidad, igualdad y libertad para todos. Quienes buscan una utopía desean un lugar ideal donde la humanidad alcance su pleno potencial, personal, político, económico y social.
La palabra utopía o utopismo no se encuentra en la Biblia, ya que el término no surgió hasta 1516, cuando Sir Tomás Moro lo creó. Irónicamente, More creó la palabra para que tuviera un doble significado, ya que utopía es una combinación de palabras griegas que significan "no" y "lugar", pero se parece a una palabra que significa "buen lugar". El "Buen Lugar" de More es en realidad el "No Lugar".
Es imposible crear una sociedad perfecta en un mundo caído. Todas las personas somos pecadoras, y no podemos crear un mundo "perfecto" porque no somos perfectos (Romanos 3:23). Aunque una sociedad estuviera construida únicamente por cristianos, sería imperfecta porque la naturaleza pecaminosa sigue presente en los cristianos (Gálatas 5:17). Ningún individuo puede perfeccionarse a sí mismo, por lo que ningún grupo de personas puede perfeccionar la sociedad. Para crear una verdadera utopía sería necesario que todos estuvieran libres de pecado.
Diversos grupos han intentado establecer sociedades utópicas y realizar así un paraíso hecho por el hombre en la Tierra: los Shakers, los Transcendentalistas, los Perfeccionistas y otros intentaron (y fracasaron) construir la sociedad ideal. Algunos estaban motivados por la creencia de que el regreso de Jesús era inminente, otros por la confianza en la bondad innata de la humanidad, pero todos quedaron decepcionados.
Las Escrituras nos informan de que una vez hubo una "utopía" en este mundo: el Jardín del Edén fue creado para que Adán y Eva lo cuidaran y disfrutaran (Génesis 2:15). Todo lo que Dios había creado era "muy bueno", y la humanidad tenía todo lo que podía necesitar (Génesis 1:31; 2:22). Adán y Eva disfrutaban de una relación estrecha e íntima con el Señor, que caminaba con ellos por el jardín (Génesis 3:8). Por desgracia, este lugar perfecto que Dios había creado se corrompió cuando Adán y Eva decidieron desobedecer al Señor. Su pecado interrumpió su perfecta existencia y trajo la muerte al mundo (Génesis 3:11-19; Romanos 5:12). La tierra ya no produciría cosechas abundantes, libres de malas hierbas y espinas (Génesis 3:17-18). Los animales ya no vivirían en paz entre sí ni con la humanidad (Romanos 8:20-22). Ya no sería perfecta la relación entre Adán y Eva (Génesis 3:16). Y lo que es más importante, Adán y Eva ya no podrían tener una relación estrecha con Dios (Génesis 3:23-24; Isaías 59:2). El mundo perfecto había sido estropeado por el pecado, y la utopía se había perdido.
Afortunadamente, el Señor Dios prometió un Salvador que derrotaría al mal y restauraría todas las cosas (Génesis 3:15). Este Salvador es Jesucristo, crucificado en la cruz y resucitado para traer la vida eterna a todos los que creen. En Cristo se repara la relación entre la humanidad y Dios, y "la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios" (Romanos 8:21, NBLA). Un día, el Señor establecerá de nuevo una "utopía", el cielo nuevo y la tierra nueva (Apocalipsis 21:1). Se restaurará el Edén y "no habrá más maldición" (Apocalipsis 22:3). Los que hayan confiado en Cristo vivirán para siempre con Él, y la "utopía" de la que disfrutan nunca terminará, porque ya no tendrán naturaleza pecaminosa. Todos vivirán en armonía unos con otros, y Dios vivirá con la humanidad en el reino eterno. Esta es la promesa de la Biblia (Apocalipsis 21:3; 22:4-5).
Una sociedad utópica es algo que la humanidad anhela de forma natural. Todos sentimos, en algún nivel, que el mundo está roto tal como está, y todos anhelamos arreglarlo. Pero hace falta un Ser perfecto para crear una sociedad perfecta, y por eso todas las utopías creadas por el hombre están condenadas al fracaso desde el principio. Necesitamos algo más que una planificación cuidadosa, filosofías elevadas y reformas sociales; necesitamos a nuestro Creador. Con humildad, reconociendo nuestro propio quebrantamiento, nos dirigimos a Cristo y a Su perfección. Con gratitud, alabando al Señor, confiamos en Aquel que algún día convertirá el mundo entero en una utopía para Su gloria.