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Pregunta: ¿Significa el Salmo 95:6 que siempre debemos postrarnos cuando adoramos a Dios?

Respuesta:
La palabra hebrea, que se traduce como "adorar" significa literalmente "postrarse". En el Salmo 95:6, el salmista utiliza tres términos diferentes para describir el postrarse, que es la postura fundamental de adoración en el Antiguo Testamento: "Vengan, adoremos e inclinémonos. Arrodillémonos delante del Señor, nuestro creador" (NTV). Las palabras adoremos e inclinémonos transmite la idea de inclinarse, doblar la rodilla y arrodillarse. Pretenden inspirar al adorador a postrarse ante Dios, pero inclinarse físicamente no es la verdadera esencia de humillarse en la adoración.

En el mundo antiguo (e incluso en algunas culturas actuales), inclinarse era la señal apropiada de respeto cuando se entraba en presencia de alguien a quien se debía reverencia. Inclinarse expresaba honor, sumisión y lealtad a una autoridad superior. Por esta razón, los israelitas reservaban esta acción sólo para Dios. Tenían prohibido inclinarse ante dioses falsos o ídolos (Éxodo 20:5).

Arrodillarse o inclinarse significa una postura de humildad y sumisión, tanto física como mental, corporal y del corazón. Cuando nos postramos en adoración, reconocemos el lugar exaltado de Dios y aceptamos nuestra propia posición humilde y rendida: "El Señor es grande en Sión, y exaltado sobre todos los pueblos" (Salmo 99:2, NBLA; ver también Salmo 46:10; 113:4).

Por encima de todo, nuestra actitud es lo que importa en la adoración. Nuestros corazones siempre deben "inclinarse" humildemente cuando adoramos a Dios, aunque nuestros cuerpos no lo hagan: "El alto y sublime que vive en la eternidad, el Santo, dice esto: Yo vivo en el lugar alto y santo con aquellos cuyos espíritus son contritos y humildes" (Isaías 57:15, NLT).

La Biblia da ejemplos de adoradores que adoptaban muchas otras posturas físicas, además de inclinarse. A veces, la gente se postraba boca abajo ante el Señor (Nehemías 8:6; Números 20:6; 22:31). Otras veces, se ponían de pie para entonar cánticos de agradecimiento y alabanza (Levítico 9:5; 1 Crónicas 23:30). María llevó a las mujeres de Israel a danzar ante el Señor (Éxodo 15:20). Cuando el arca del pacto fue llevada a Jerusalén, David saltó y danzó en señal de adoración (2 Samuel 6:14-16). En la dedicación del templo, Salomón se arrodilló con las manos levantadas hacia el cielo (1 Reyes 8:54).

La Biblia ofrece precedentes para diferentes posturas en la adoración. No necesitamos inclinarnos físicamente para adorar a Dios, siempre y cuando nuestro ser interior se someta honesta y humildemente a Dios en reverencia. El apóstol Pablo enseñó a los romanos a adorar a Dios como una forma de vida que lo abarca todo: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional" (Romanos 12:1).

La inclinación no es más que la expresión externa de una actitud interior de humildad, reverencia y sumisión. Jesús dijo: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4:24). Adorar a Dios en espíritu y en verdad significa honrarlo con todo nuestro ser: corazón, alma, mente y fuerzas.

La adoración que agrada a Dios fluye naturalmente de corazones puros (Salmo 24:3-4; Isaías 66:2). No importa si nos inclinamos, nos ponemos de pie y gritamos, o contemplamos en silencio en nuestras mentes; si nuestros corazones son humildes, reverentes y sometidos a Dios, entonces estamos "inclinándonos" en adoración, y nuestra postura externa es irrelevante.

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