Respuesta:
Ezequías fue uno de los pocos reyes de Judá que estuvo constantemente consciente de las obras de Dios en el pasado y su participación en los eventos de cada día. La Biblia describe a Ezequías como un rey que tenía una estrecha relación con Dios, uno que hizo "lo recto y lo verdadero delante del Señor su Dios" (2 Crónicas 31:20, NBLA).
La historia de Ezequías se cuenta en 2 Reyes 16:20-20:21; 2 Crónicas 28:27-32:33; e Isaías 36:1-39:8. También se menciona en Proverbios 25:1; Isaías 1:1; Jeremías 15:4; 26:18-19; Oseas 1:1; y Miqueas 1:1.
Ezequías, hijo del malvado rey Acaz, reinó sobre el reino del sur de Judá durante veintinueve años, desde c. 715 hasta 686 a.C.. Comenzó su reinado a la edad de 25 años (2 Reyes 18:2). Fue más celoso del Señor que cualquiera de sus predecesores (2 Reyes 18:5). Durante su reinado, los profetas Isaías y Miqueas ministraron en Judá.
Después del malvado reinado de Acaz, quedaba mucho trabajo por hacer, y Ezequías se atrevió a limpiar la casa. Se destruyeron altares, ídolos y templos paganos. La serpiente de bronce que Moisés había fabricado en el desierto (Números 21:9) también fue destruida, porque el pueblo la había convertido en ídolo (2 Reyes 18:4). El templo de Jerusalén, cuyas puertas habían sido cerradas con clavos por el propio padre de Ezequías, se limpió y se volvió a abrir. Se restableció el sacerdocio levítico (2 Crónicas 29:5) y la Pascua volvió a ser fiesta nacional (2 Crónicas 30:1). Bajo las reformas de Ezequías, llegó el renacimiento a Judá.
Debido a que el rey Ezequías puso a Dios en primer lugar en todo lo que hizo, Dios lo prosperó. Ezequías "se apegó al Señor; no se apartó de Él, sino que guardó los mandamientos que el Señor había ordenado a Moisés. El Señor estaba con él; adondequiera que iba prosperaba" (2 Reyes 18:6-7, NBLA).
En el año 701 a.C., Ezequías y todo Judá se enfrentaron a una crisis. Los asirios, la potencia mundial dominante en aquella época, invadieron Judá y marcharon contra Jerusalén. Los asirios ya habían conquistado el reino septentrional de Israel y muchas otras naciones, y ahora amenazaban a Judá (2 Reyes 18:13). En sus amenazas contra la ciudad de Jerusalén, los asirios desafiaron abiertamente al Dios de Judá, comparándolo con los dioses impotentes de las naciones que habían conquistado (2 Reyes 18:28-35; 19:10-12).
Ante la amenaza asiria, Ezequías envió un mensaje al profeta Isaías (2 Reyes 19:2). El Señor, por medio de Isaías, aseguró al rey que Asiria nunca entraría en Jerusalén. Más bien, los invasores serían enviados a casa, y la ciudad de Jerusalén sería perdonada (2 Reyes 19:32-34). En el templo, Ezequías hace una hermosa oración pidiendo ayuda, pidiendo a Dios que se reivindique: "Y ahora, oh Señor, Dios nuestro, líbranos, te ruego, de su mano para que todos los reinos de la tierra sepan que solo Tú, oh Señor, eres Dios" (2 Reyes 19:19, NBLA).
Dios, fiel como siempre, cumplió Su promesa de proteger a Jerusalén. "Aconteció que aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió a 185,000 en el campamento de los asirios. Cuando los demás se levantaron por la mañana, vieron que todos eran cadáveres" (2 Reyes 19:35, NBLA). Los asirios restantes levantaron rápidamente el campamento y se retiraron completamente derrotados. "Así salvó el Señor a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén. . . . los guió por todas partes" (2 Crónicas 32:22, NBLA).
Posteriormente, Ezequías enfermó gravemente. Isaías le dijo que pusiera las cosas en orden y se preparara para morir (2 Reyes 20:1). Pero Ezequías oró, suplicando a Dios que fuera misericordioso y recordara todo el bien que había hecho. Antes de que Isaías saliera de la casa del rey, Dios le dijo que le comunicara a Ezequías que su oración había sido escuchada y que su vida se prolongaría quince años. Isaías aplicó una cataplasma y Ezequías sanó (2 Reyes 20:5-7).
Sin embargo, poco después de su sanidad, Ezequías cometió un grave error. Los babilonios enviaron un regalo a Ezequías, pues habían oído que Ezequías había estado enfermo. En un orgullo insensato, Ezequías mostró a los babilonios todos sus tesoros, toda la plata y el oro, y todo lo que tenía en su poder. No había nada que Ezequías no exhibiera delante de ellos. Isaías reprendió a Ezequías por este acto y profetizó que todo lo que el rey había mostrado a los babilonios sería llevado un día a Babilonia, junto con los propios descendientes de Ezequías.
Durante los años siguientes a su enfermedad, Ezequías engendró al heredero al trono de Judá, Manasés, que resultaría ser el rey más malvado que haya reinado en Judá (2 Reyes 18-20; 2 Crónicas 29-32; Isaías 36-39). Según la tradición, Manasés fue quien asesinó al amigo de Ezequías, Isaías.
La vida de Ezequías es, en su mayor parte, un modelo de fidelidad y confianza en el Señor. Su fe era más que superficial, como demuestran sus audaces reformas. La confianza de Ezequías en el Señor fue recompensada con la respuesta a sus oraciones, el éxito de sus esfuerzos y la victoria milagrosa sobre sus enemigos. Cuando se enfrentó a una situación imposible, rodeado por el temible y decidido ejército asirio, Ezequías hizo exactamente lo correcto: oró. Y Dios le respondió.