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Pregunta

¿Qué dice la Biblia acerca de la fertilidad?

Respuesta


La fertilidad es la capacidad de concebir hijos o producir una cosecha abundante. Cada cultura en cada era ha considerado la fertilidad entre sus principales preocupaciones porque la fertilidad de una cultura, tanto sexual como agrícola, asegura su futuro. Muchas culturas paganas inventaron dioses y diosas que se suponía otorgaban fertilidad a las personas y al terreno. La adoración a los dioses de la fertilidad llevó a mucha maldad y perversión.

La fertilidad de una mujer, su capacidad para tener hijos, era de gran importancia en los tiempos bíblicos. En esas culturas antiguas, una mujer obtenía un sentido de valor si podía darle a su esposo muchos hijos, y una mujer que no podía concebir sufría emocionalmente. La familia también sufría, sin hijos para ayudar con el trabajo y sin hijas para cuidar a los padres a medida que envejecían. La Biblia relata varios casos de infertilidad, y aprendemos que Dios conocía y se preocupaba por cada situación. Por todo lo que leemos en las Escrituras, Dios está directamente involucrado en la fertilidad.

La instrucción de Dios a Adán y Eva fue "fructificad y multiplicaos" (Génesis 1:27-28). Él los había creado con la capacidad física para reproducirse, y quería que llenaran la tierra con seres humanos. Sus cuerpos eran tan perfectos como los cuerpos humanos pueden ser, por lo que su capacidad para concebir y tener hijos estaba imperturbable (Génesis 4:1-2). En el mundo perfecto de Dios, la infertilidad no era un problema. El problema de la infertilidad solo llegó después como resultado del pecado y la corrupción que corrompieron la tierra. La infertilidad es una consecuencia de vivir en un mundo que es menos que perfecto, habitando cuerpos que eventualmente morirán.

El primer caso de infertilidad discutido en la Biblia es el de Abraham y Sarah (Génesis 11:30). Estaban más allá de los años de procrear, pero, incluso cuando eran más jóvenes, Sarah había sido incapaz de concebir. Pero esta es la pareja a la que Dios prometió un hijo (Génesis 15:1-5; 17:15-16). La edad y la esterilidad de Sarah se convirtieron en el telón de fondo para un milagro cuando Dios les concedió un hijo, Isaac, en su vejez (Génesis 21:1-2). A través de ese hijo, Dios creó una nación que sería una bendición para todo el mundo (Génesis 12:1-3; 18:18). La intervención de Dios en la vida de Abraham para darle un hijo muestra que Dios tiene planes para nuestros hijos incluso antes de que sean concebidos.

La Biblia deja claro que Dios está íntimamente involucrado con la fertilidad. Él es quien abre y cierra el vientre (Isaías 66:9; Génesis 29:31; Jeremías 1:5). Él está directamente involucrado en la formación de un bebé dentro de la madre: "Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre... No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas" (Salmos 139:13-16).

Los hijos son un regalo de Dios, y Él espera que los padres los valoren como Él lo hace (Salmos 127:3-5). También siente compasión por aquellos que son estériles, y la Biblia registra varios casos de Su intervención para "abrir el vientre" de mujeres infértiles. Además de Sarah, Dios abrió los vientres de Rebeca (Génesis 25:21), Lea (Génesis 29:31), Raquel (Génesis 30:22), la madre de Sansón (Jueces 13), Ana (1 Samuel 1) y Elizabeth, madre de Juan el Bautista (Lucas 1). Bajo el Antiguo Pacto, Dios prometió fertilidad a los israelitas si obedecían Sus mandamientos y le honraban como su Dios (Éxodo 23:26).

Jesús usó la fertilidad como una metáfora para describir la vida de un verdadero discípulo. Sus seguidores deben vivir vidas fructíferas, trayendo a otros al reino (Mateo 13:23; Juan 15:5). Jesús advirtió que alguien que profese Su nombre pero se niegue a "dar buen fruto, es cortado y echado en el fuego" (Mateo 7:19). No es el propósito del Señor que todos tengan fertilidad física, pero la fertilidad espiritual es la voluntad de Dios para todos Sus hijos: "os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca" (Juan 15:16).

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