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Pregunta

¿Qué significa que Dios resiste a los soberbios (1 Pedro 5:5)?

Respuesta


Primera de Pedro 5:5 dice: "Asimismo ustedes, los más jóvenes, estén sujetos a los mayores. Y todos, revístanse de humildad en su trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes" (NBLA). Aquí, Pedro recurre a Proverbios 3:34 para motivar a los cristianos a adoptar una actitud de humildad. Las Escrituras ensalzan la humildad como virtud e identifican el orgullo como vicio. De hecho, Dios resiste, o se opone, a los orgullosos (cf. Santiago 4:6).

La imagen que se presenta es la de Dios oponiéndose activamente a los orgullosos, similar a la de un gobierno frustrando los avances de los terroristas o a la de una marea resistiendo a un barco que se mueve contra su corriente. Dios opone resistencia a los orgullosos. La soberbia, un pecado grave en las Escrituras, es el fundamento de otras acciones pecaminosas. Lucifer ejemplificó el orgullo cuando se enfureció contra Dios (Isaías 14:12-15), y los primeros humanos mostraron orgullo al desobedecer el mandato explícito de Dios (Génesis 3:1-7). Las persistentes luchas de los israelitas con Dios a menudo tenían su origen en su orgullo e incredulidad (ver Éxodo 32:1-6; Oseas 13:6; Amós 4:1-5). Siempre que los seres humanos pecan, sus acciones se remontan a un rechazo de Dios y de Sus mandatos, que es una manifestación de orgullo.

Eclesiastés 7:29 afirma: "Dios creó al ser humano para que sea virtuoso, pero cada uno decidió seguir su propio camino descendente" (NTV). Esto es cierto en el caso de nuestros primeros padres, Adán y Eva, y de toda la humanidad que les siguió. En nuestro orgullo nos inclinamos hacia el autogobierno, y nos apartamos de Dios y de Sus normas. Como dijo Pablo: "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido" (Romanos 1:21).

El antídoto contra el orgullo es la humildad, que implica reconocer nuestra condición de pecadores y volvernos al Salvador que sacrificó Su vida por nuestra reconciliación con el Padre. La verdadera humildad implica deponer las armas, dejar de luchar contra el Señor y jurar lealtad al Padre. La humildad exige que dirijamos nuestra barca para que fluya con la marea de Dios, no contra ella. Dios da gracia a los humildes.

Las Escrituras ofrecen numerosos ejemplos de cómo Dios se opone activamente a los orgullosos. El rey Nabucodonosor, por ejemplo, sufrió un período de locura después de intentar atribuirse con orgullo la gloria de los logros de Babilonia (Daniel 4:28-33). El rey Herodes se enfrentó a un destino trágico cuando intentó ser exaltado como un dios (Hechos 12:20-23). Varias naciones fueron juzgadas por su orgullo, entre ellas Moab (Sofonías 2:9-10), Judá (Jeremías 13:9), Israel (Isaías 9:9), Filistea (Zacarías 9:6), Asiria (Zacarías 10:11) y Edom (Abdías 1:2-4).

Isaías 2:11-12, 17 (NBLA) tiene una advertencia para todos los que se creen más de lo que deberían:

La mirada altiva del hombre será abatida,

Y humillada la soberbia de los hombres.

Solo el Señor será exaltado en aquel día.

Porque el día del Señor de los ejércitos vendrá

Contra todo el que es soberbio y orgulloso,

Contra todo el que se ha ensalzado,

Y serán abatidos. . . .

Será humillado el orgullo del hombre

Y abatido el orgullo de los hombres.

Solo el Señor será exaltado en aquel día.

La soberbia es un callejón sin salida, lleno de resistencia por parte de Dios: "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Proverbios 16:18). Debemos evitar el orgullo y optar por la humildad. Ese camino comienza reconociendo que necesitamos de un Salvador.

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