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Pregunta

¿Quiénes eran Eldad y Medad?

Respuesta


En Números 11, leemos acerca de dos hombres llamados Eldad y Medad. Estos hombres eran ancianos israelitas que viajaban con el resto del pueblo de Dios desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Como ancianos, Eldad y Medad habrían sido considerados personas sabias y dignas de confianza.

En el segundo año del viaje de los israelitas, el pueblo empezó a tener antojos de carne y refunfuñó a Moisés, diciendo que desearían estar de vuelta en Egipto, donde habían podido disfrutar de una variedad de buenos alimentos (Números 11:4-5). La última vez que los israelitas se habían quejado de la falta de comida, Dios les había proporcionado una fuente milagrosa en forma de maná. Este pan del cielo era dulce al paladar y parecía semillas de cilantro, y sostuvo a los israelitas día tras día durante bastante tiempo (ver Éxodo 16). No obstante, el pueblo estaba cansado del maná, así que volvieron a su reacción habitual: quejarse.

No es necesario decir que Dios se enfadó con los israelitas por su falta de fe y su desagradecimiento por cómo les había provisto hasta entonces. A su vez, Moisés estaba enfadado con el Señor por la carga que le había impuesto. Tenía la pesada responsabilidad de cuidar del pueblo y estaba cansado de sus quejas (Números 11:10-15). Así que Dios dijo a Moisés que le proporcionaría tanta carne que el pueblo también se hartaría; y, como acto de misericordia, Dios ordenó a Moisés que nombrara a 70 ancianos que ayudarían a Moisés a soportar parte de la carga del liderazgo (versículos 16-23).

Dos de estos ancianos eran Eldad y Medad. Se les ordenó a todos los ancianos que se reunieran en la tienda de reunión (el tabernáculo) para recibir el poder del Espíritu de Dios (Números 11:16). Sin embargo, Eldad y Medad se quedaron en el campamento. No está claro si Eldad y Medad fueron desobedientes o si tenían permiso para quedarse atrás; en cualquier caso, cuando el Espíritu de Dios vino sobre los ancianos, Eldad y Medad también recibieron poder. Cada anciano recibió la capacidad de profetizar durante un tiempo, y eso incluía a Eldad y Medad. Los dos hombres empezaron inmediatamente a profetizar dentro del campamento, aparte de los demás ancianos (versículo 26).

Hasta entonces, sólo Moisés había podido hablar en nombre de Dios. Por eso, parte del pueblo estaba confuso y preocupado por el hecho de que Eldad y Medad profetizaran entre ellos. Un mensajero vino a informar a Moisés de este suceso, y Josué, mano derecha de Moisés, le pidió que detuviera a Eldad y Medad (Números 11:27-28). Pero Moisés tranquilizó a Josué con estas palabras: "¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera Su Espíritu sobre ellos!". (versículo 29, NBLA). Después, Moisés y los ancianos volvieron al campamento (versículo 30), y Dios envió codornices al pueblo aquella noche (versículo 31).

Las palabras de Moisés a Josué: "¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, que el Señor pusiera Su Espíritu sobre ellos!", muestran que la prioridad de Moisés era la gloria de Dios, no la formalidad hecha por el hombre. Sus palabras fueron también un deseo que se hizo realidad con el amanecer de la era de la iglesia. El día de Pentecostés, el Espíritu Santo de Dios fue derramado sobre los creyentes (Hechos 2), y desde entonces todo creyente nacido de nuevo en Cristo tiene el Espíritu morando en él y es, de hecho, un profeta, en el sentido de que es portador de la Palabra de Dios al mundo.

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