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Pregunta

¿Por qué mató Dios a la esposa de Ezequiel?

Respuesta


Ezequiel fue un profeta de Dios que vivió la mayor parte de su vida en Babilonia durante la época del exilio. Además del trauma de perder su patria, Ezequiel perdió a su esposa repentinamente. Las circunstancias de la muerte de la esposa de Ezequiel fueron orquestadas divinamente, y Dios utilizó su muerte para enseñar una lección a Su pueblo en cautiverio.

¿Por qué mató Dios a la esposa de Ezequiel? Las Escrituras nunca lo plantean en esos términos, pero está claro que su muerte se produjo de acuerdo con el plan de Dios, como la muerte de todo el mundo (ver Salmos 31:15; 139:16; Eclesiastés 3:2). He aquí el relato de Ezequiel sobre el suceso, que comienza con el anuncio de Dios a Ezequiel de que su esposa moriría: "Y vino a mí la palabra del Señor: Hijo de hombre, voy a quitarte de golpe el encanto de tus ojos" (Ezequiel 24:15-16, NBLA).

Así que Ezequiel tiene una advertencia antes de la repentina muerte de su amada esposa: Dios iba a quitarle "el encanto de sus ojos". Naturalmente, nos preguntamos por qué tenía que ser así, pero las instrucciones adicionales de Dios a Ezequiel suscitan aún más preguntas: "pero no te lamentarás, ni llorarás, ni correrán tus lágrimas. Gime en silencio, no hagas duelo por los muertos; átate el turbante, ponte el calzado en los pies y no te cubras los bigotes ni comas pan de duelo" (Ezequiel 24:16-17, NBLA).

El profeta Ezequiel siguió obedientemente sus difíciles instrucciones: "Hablé al pueblo por la mañana, y a la tarde murió mi mujer; y a la mañana hice como me fue mandado" (Ezequiel 24:18). En otras palabras, la mujer de Ezequiel murió, pero él no lloró abiertamente ni observó los rituales tradicionales de luto. Siguiendo el mandato de Dios, guardó sus emociones en secreto.

Dios utilizó la muerte de la esposa de Ezequiel como señal para el pueblo de Judá. Los que rodeaban a Ezequiel empezaron a pedirle explicaciones por su silenciosa tristeza: "¿No nos enseñarás qué significan para nosotros estas cosas que haces?", le preguntaban (Ezequiel 24:19).

La respuesta de Ezequiel vino directamente de Dios: "Así dice el Señor Dios: "Voy a profanar Mi santuario, que para ustedes es orgullo de su fuerza, encanto de sus ojos y deleite de su alma. Sus hijos y sus hijas que ustedes han dejado detrás, caerán a espada. Harán como Yo he hecho; no cubrirán sus bigotes ni comerán pan de duelo. Sus turbantes estarán sobre sus cabezas y su calzado en sus pies. No se lamentarán ni llorarán, sino que se pudrirán en sus iniquidades y gemirán unos con otros. Ezequiel, pues, les servirá de señal; según todo lo que él ha hecho, ustedes harán; cuando esto suceda, sabrán que Yo soy el Señor Dios"" (Ezequiel 24:21-24, NBLA).

La profecía ocasionada por la muerte de la esposa de Ezequiel era funesta. El templo de Salomón en Jerusalén -el encanto de los ojos del pueblo- sería destruido repentinamente. Y el pueblo, al enterarse de la noticia en Babilonia, respondería con un silencio atónito y apesadumbrado. Su dolor sería tan abrumador que gemir y lamentarse sería todo lo que podrían hacer. Actuarían así a causa de sus pecados (Ezequiel 24:23); es decir, recordarían los pecados nacionales que condujeron a la tragedia.

Es evidente que Ezequiel tenía una enorme fe en Dios para obedecer semejante encargo. Lo más probable es que mirara hacia la futura resurrección de los muertos, como había hecho Abraham al ofrecer a Isaac (ver Hebreos 11:17-19). Ezequiel fue fiel a su tarea divina, pero sintió vivamente el sufrimiento padecido por su pueblo como consecuencia de sus pecados. La señal de la muerte de la esposa de Ezequiel fue, en última instancia, la manera que tuvo Dios de mostrar a los judíos que Él es Dios (Ezequiel 24:24). Él es fiel a Su palabra y fiel en Sus juicios.

Nosotros, como Ezequiel, debemos permanecer humildes y someternos al conocimiento supremo de Dios en todo (ver Santiago 4:7-10). Dios decidió quitarle la vida a la esposa de Ezequiel por Sus propias razones, que le reveló a Ezequiel. Como fuente de vida y poseedor de las llaves de la muerte, Dios no necesita pedirnos permiso para quitarle la vida a nadie. Él es el soberano y tiene la última palabra en todos los asuntos relacionados con la vida y la muerte.

Ojalá adoptemos con fe la actitud de Job después de que la tragedia lo acosara: "Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo:

"Desnudo salí del vientre de mi madre

Y desnudo volveré allá.

El Señor dio y el Señor quitó;

Bendito sea el nombre del Señor".

En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios" (Job 1:20-22, NBLA).

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