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Pregunta: ¿Quién fue Ana la profetisa en la Biblia?

Respuesta:
En la Biblia se menciona a Ana como profetisa y una de las personas relacionadas con la infancia de Jesús. Era hija de Penuel, de la tribu de Aser. Su nombre, que comparte con el de Ana en el Antiguo Testamento, significa "favor" o "gracia". Todo lo que sabemos de ella se encuentra en tres versículos del libro de Lucas del Nuevo Testamento. Cuando Ana se encuentra con el niño Jesús en el templo, vemos que su vida rebosa de gracia y favor.

"Y había una profetisa, Ana" (Lucas 2:36, NBLA). Ana es una de las pocas mujeres de la Biblia que llevan el título de "profetisa". Las otras son María, la hermana de Moisés (Éxodo 15:20); Débora, la juez (Jueces 4:4); Hulda, la esposa de Salum (2 Crónicas 34:22); la esposa de Isaías (Isaías 8:3); y las cuatro hijas solteras de Felipe (Hechos 21:9).

"De edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacía ochenta y cuatro años" (Lucas 2:36-37). Ana había estado casada sólo siete años cuando enviudó, y permaneció viuda el resto de su vida. La mayoría de las traducciones indican que Ana tenía ochenta y cuatro años cuando conoció a Jesús. Pero también es posible traducir el texto en el sentido de que Ana había vivido ochenta y cuatro años después de la muerte de su marido. Eso significaría que Ana tenía al menos 104 años, si se hubiera casado a los trece. En cualquier caso, había pasado la mayor parte de su vida sin marido y estaba sirviendo al Señor en el templo.

"Y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones" (Lucas 2:37). Después de enviudar, Ana se dedicó por entero al Señor. Nunca salía del templo de Jerusalén, sino que pasaba el tiempo adorando, ayunando y orando. Es posible que a Ana le dieran alojamiento en el templo por su nombramiento como profetisa, o puede que viviera cerca. Lo más destacado es que su dedicación fue constante durante la mayor parte de su vida, y su devoción fue recompensada con un encuentro con su Salvador. Sus muchos años de sacrificio y servicio valieron la pena cuando vio al Mesías, Aquel a quien tanto había esperado.

"Esta, presentándose en la misma hora" (Lucas 2:38). María y José llegan al templo con el niño Jesús para cumplir la ley del Antiguo Testamento. Necesitaban hacer la ofrenda de purificación (ver Levítico 12:6-8) y presentar a Jesús como su primogénito ante Dios (ver Éxodo 13:2, 12-15). Mientras están allí, un hombre llamado Simeón sostiene al Señor Jesús en sus brazos, alaba a Dios y pronuncia una profecía sobre Jesús y María. En ese momento entra Ana. Inmediatamente, reconoce a Jesús como el Salvador tan esperado y comienza a dar gracias a Dios.

"Daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén" (Lucas 2:38). Ana, la profetisa, es una de las primeras en honrar al Rey que ha nacido en un establo. Las buenas nuevas son para compartirlas, y Ana las comparte con todos los que esperaban al Mesías. El Redentor había llegado, las profecías se estaban cumpliendo, y Ana tuvo la bendición de presenciarlo.

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