Pregunta: "¿Qué dice la Biblia sobre la autodisciplina?"
Respuesta:
La autodisciplina es básicamente lo mismo que el dominio propio, uno de los nueve frutos del Espíritu que Pablo enumera en Gálatas 5:22-23. Por lo general, se refiere a nuestra capacidad de controlar o refrenar todo tipo de sentimientos, impulsos y deseos, entre los que se incluye el deseo de comodidad física y material. Ahora bien, aunque el dominio propio es el último de los frutos espirituales mencionados por Pablo, y aunque es un término que no se utiliza mucho en la Biblia, el dominio propio es claramente un atributo indispensable de la vida cristiana, especialmente porque nuestra carne no redimida a veces nos hace sucumbir frente al persistente tirón de nuestros deseos pecaminosos.
El apóstol Pablo nos dice: "limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Corintios 7:1). Y en su carta a los romanos, nos exhorta a "que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios", y a no conformarnos con el modelo de este mundo (Romanos 12:1-2). Sin embargo, la mayoría de los cristianos estarían de acuerdo en que no siempre es fácil subordinar la constante atracción de estos deseos mundanos para complacer a nuestro Señor. Pablo habla de su propio conflicto interior y de su lucha con el pecado en su carta a los romanos: "Porque no hago el bien que quiero... el mal que no quiero, eso hago... ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí" (Romanos 7:15-20).
Está claro que nuestros apetitos y necesidades humanas, aparentemente insaciables, pueden conducir fácilmente a excesos pecaminosos si no se controlan. Especialmente en las sociedades prósperas, la falta de autodisciplina es desenfrenada, lo que lleva a problemas como la obesidad, el alcoholismo, el consumo de drogas y las deudas. La tentación del mundo material ha hecho que muchos anhelen y adquieran bienes materiales mucho más allá de sus necesidades y de su capacidad para pagarlos. De hecho, las naciones del mundo han caído en la misma trampa, pidiendo prestados trillones de dólares para financiar presupuestos inflados que resultan de la incapacidad de ejercer la autodisciplina. Para los cristianos, si no hay autodisciplina, nuestro apetito por las comodidades y los placeres puede convertirse fácilmente en nuestro amo y llevarnos al pecado o impedirnos de alguna manera nuestro camino espiritual. Si lo espiritual no gobierna lo físico, podemos convertirnos en blanco fácil de Satanás a causa de nuestra falta de autocontrol (1 Corintios 7:5).
Pablo habla de la autodisciplina en su carta a la iglesia de Corinto. Como los griegos tenían los juegos olímpicos y los juegos ístmicos, estaban muy familiarizados con los rigores del entrenamiento atlético, especialmente si uno quería ganar el "premio" o la "corona". Pablo hace una analogía entre vivir una vida cristiana disciplinada y un atleta en entrenamiento: "Todo aquel que lucha, de todo se abstiene" (1 Corintios 9:25). Cuando Pablo dice "golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre", está diciendo que su cuerpo está bajo el dominio y control de su mente, y no al revés. Pablo nos está mostrando cómo el dominio propio es necesario para ganar la carrera que tenemos por delante y para vivir la vida que es "santa y agradable a Dios". Para Pablo, la "carrera" era ganar almas para Cristo, una meta que declara cuatro veces en los versículos 19-22.
Es importante entender que el dominio propio es una obra del Espíritu Santo, no una obra de la persona. Después de todo, Gálatas 5:22-23 enumera el fruto del Espíritu, no el fruto del cristiano. Puesto que somos simplemente los pámpanos de los que la Vid (Cristo) cuelga el fruto que produce (Juan 15:1-8), es la presencia permanente del Espíritu Santo la que da a los cristianos el poder y la capacidad de ejercer el dominio propio para que no seamos dominados por los "deseos del hombre pecador". Como dijo Pablo, "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7). De hecho, los cristianos no están controlados por la naturaleza pecaminosa, sino por el Espíritu Santo (Romanos 8:9), que nos ayuda en nuestra debilidad (v.26), y que nos da la capacidad de decir "no" al pecado.
El sabio rey Salomón escribió muchos proverbios con el propósito de ayudarnos a vivir una vida "disciplinada" y prudente (Proverbios 1:3). Ciertamente, seremos más victoriosos en nuestro caminar cristiano cuando ejercitemos el dominio propio que nos ha dado el Espíritu, aquel que nos ayuda a responder en obediencia a los mandatos de las Escrituras y nos permite crecer en nuestra vida espiritual.