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Pregunta: "¿Qué dice la Biblia sobre la reputación?"

Respuesta:
Proverbios 22:1 dice: "De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro". Así que la Biblia nos anima a mantener una buena reputación, en la medida de lo posible. Esta idea se repite en Eclesiastés 7:1, que dice: "Mejor es la buena fama que el buen ungüento". La Biblia es clara en cuanto a que una buena reputación tiene un gran valor y, por lo tanto, es algo que debemos esforzarnos por ganar y mantener.

La reputación se construye con el tiempo, a medida que los demás evalúan nuestras elecciones de vida y determinan quiénes somos de acuerdo con nuestro comportamiento. Aunque no nos gusta la idea de que nos juzguen, lo cierto es que siempre estamos "juzgando" a los demás para determinar quién es digno de confianza y quién no. La reputación se construye a partir de la opinión de los demás. Si necesitamos que un vecino cuide nuestra casa mientras estamos de viaje, lo más probable es que elijamos a uno con buena reputación. No vamos a pedirle al muchacho de la calle que siempre tiene problemas con la policía. No tiene buena reputación. Sin embargo, si otro vecino ha sido honesto y amable y no nos ha dado ninguna razón para dudar de su carácter, confiaremos algo de valor a su cuidado porque su reputación nos da la seguridad de que se puede confiar en él.

Como cristianos, nuestra primera prioridad es representar bien a Cristo ante este mundo perdido y destrozado (Hechos 1:8). Puesto que Jesús es honesto, amable, leal y digno, debemos esforzarnos por ser también como él (Efesios 5:1), y todas esas cualidades contribuyen a una buena reputación. La gente evalúa el valor de nuestro mensaje basándose en nuestra reputación como personas de carácter. Si tenemos una mala reputación, nuestro mensaje también está contaminado. La deshonestidad, el chisme y la hipocresía dañan nuestros testimonios y no reflejan el carácter de Jesús. Muchos no prestarán atención a nuestras palabras cuando nuestra reputación no coincide con lo que decimos creer.

Entonces, ¿qué es una buena reputación y cómo la mantenemos? Las personas con buena reputación son las que viven con integridad. Su vida privada concuerda con su imagen pública. No hay agendas ocultas, dobles vidas o prácticas deshonestas. Viven con autenticidad y, cuando pecan, se reconcilian rápidamente con los que han ofendido (Mateo 5:23-24). Mantienen su palabra, tratan a los demás con respeto y aceptan sus responsabilidades. Tratan bien a sus familias y, como son coherentes, los demás saben qué esperar de ellos. Los que tienen buena reputación suelen preocuparse mucho por mantenerla intacta.

Los pastores, especialmente, están llamados a mantener una buena reputación a los ojos del mundo que los observa. Entre los requisitos del anciano está el de tener "buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo" (1 Timoteo 3:7). No sólo cuenta lo que los creyentes dicen de su pastor, sino también lo que dicen los no creyentes. Tener credibilidad con los que están fuera de la iglesia es una parte importante del ministerio de un pastor. Si él pierde su credibilidad con aquellos que está tratando de alcanzar con el evangelio, entonces él trae descrédito sobre su oficio, su mensaje, y su Señor. El mundo necesita ver pastores que sean honrados, rectos, con dominio propio y auténticos.

Cuando Pablo y Silas pasaron por Listra en el segundo viaje misionero de Pablo, encontraron a un discípulo llamado Timoteo (Hechos 16:1). Pablo quería que Timoteo le acompañara en sus viajes y le ayudara en el ministerio (versículo 3). Timoteo dejó su casa y siguió a Pablo, y así comenzó una amistad de por vida. La decisión de Pablo de elegir a Timoteo para el trabajo ministerial se encuentra el versículo 2: "y daban buen testimonio de él [Timoteo] los hermanos que estaban en Listra y en Iconio". En otras palabras, Timoteo tenía una buena reputación.

Hay veces en que nuestra reputación se ve empañada sin que tengamos la culpa. Los chismes, las calumnias y las mentiras pueden ensombrecer la más brillante de las reputaciones. En esos momentos, podemos seguir el ejemplo de Jesús. Filipenses 2:7 dice que Jesús "se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres". El Hijo de Dios sabía que, cuando dejó de lado su trono en el cielo para venir a la tierra como hombre, no le acompañaría Su excelsa reputación. Tenía que dejar de lado Su derecho a ser adorado y alabado para poder cumplir el objetivo más importante de Dios. Por eso, dejó Su reputación y entró en un mundo en el que sería incomprendido, se burlarían de Él y mentirían sobre él (Mateo 26:59-60). El Hijo estuvo dispuesto a confiar Su reputación a su Padre y, siempre que se nos acuse injustamente, podemos hacer lo mismo (1 Pedro 2:22-23).

Romanos 12:18 dice: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres". Vivimos en paz cuando tomamos decisiones que conducen a una buena reputación. Buscamos formas de hacer el bien, hemos demostrado ser personas de carácter virtuoso y los demás han aprendido a confiar en nosotros. Evitamos que el mundo nos manche (Santiago 1:27). Y, aunque hay veces en que nuestra reputación se ve manchada debido a la deshonestidad de otros, Dios quiere que vivamos de tal manera que los que nos conocen no crean las calumnias. "Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos" (1 Pedro 2:15).

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