Pregunta: ¿Dios ama a las personas que están en el infierno?
Respuesta:
Esta es una pregunta importante, y la respuesta corta es "sí". Dios sí ama a la gente en el infierno. Pero explicar esta respuesta está plagado de dificultades en al menos tres puntos. En primer lugar, el infierno es caricaturizado como algo tonto o insignificante en la cultura occidental moderna. No hay más que pensar en la frecuencia con que se presenta el infierno como una red subterránea de cuevas en las que un diablo rojo, con cuernos, acecha con una horca.
En segundo lugar, el concepto de amor se ha tergiversado hasta convertirse en una idea global basada en los sentimientos que se adapta a cualquier objeto fugaz del deseo humano.
En tercer lugar, mucha gente concibe a Dios como un anciano barbudo sentado en algún lugar de las nubes, como un ser humano con extra poderes. Debemos deshacernos de estos puntos antes de poder entender cómo Dios puede amar a la gente en el infierno.
Empecemos por el último punto. Si consideramos a Dios como un personaje finito, como una criatura, la doctrina de la justicia divina tendrá poco sentido. Su omnisciencia, perfección, justicia, santidad y bondad no son posibles si Dios no es infinito y trascendente; los seres finitos no pueden ser esencialmente perfectos, etc. Pero hacer a Dios a imagen del hombre es, desgraciadamente, lo que hace mucha gente. Cuando pensamos que Dios es como nosotros, pero con superpoderes, cometemos un gran error. Dios no es un ser en el cosmos, es el ser mismo (Éxodo 3:14; Hechos 17:24-29). Él trasciende el cosmos. Esto es fundamental para la cuestión de que Dios ame a las personas en el infierno, porque, cuando 1 Juan 4:8 dice: "Dios es amor", significa que la esencia misma de Dios es el amor. No significa que Dios ama a Su creación porque hace algo por Él o que pasa por cambios de humor teniendo días buenos y días malos. No significa que Dios sea impactado por lo que sucede en el tiempo. Más bien, Dios ama a las personas porque simplemente Él es así. Debido a esto, el amor de Dios no se ve afectado por nuestras acciones o nuestra ubicación. Dios ama a la gente en el infierno.
El término amor, en el sentido cristiano, se refiere a la voluntad de lo que es bueno para otro. Querer el bien de alguien es discernir primero lo que sería bueno para él y luego actuar con ese fin. El amor no es una pasión o una emoción en sí. Cuando decimos que Dios es amor, queremos decir que la naturaleza misma de Dios es amor abnegado por los demás. Este amor quedó ejemplificado en la cruz, donde Jesús dio Su vida para darnos la vida eterna (Juan 3:16). La esencia divina conoce y quiere el bien de todas las criaturas.
La cultura popular tiene un enfoque arrogante del infierno. La gente le dice casualmente a la gente que se vaya al infierno o asume que el infierno será una gran fiesta. Desde el punto de vista bíblico, lo que en general se llama "infierno" representa algo bastante aborrecible. La Biblia dice que, tras la muerte, el alma malvada subsiste en tormento consciente hasta la futura resurrección (ver Lucas 16:19-31). Tras la resurrección y el juicio final, los malvados son arrojados al lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15). Mientras que los justos moran con Dios eternamente, los injustos son separados de Dios. Esto no significa que la presencia de Dios sea desconocida o esté ausente, sino que la experiencia de Dios es diferente.
Entonces, ¿cómo es que Dios ama a la gente en el infierno? ¿De qué manera desea el bien de los que están separados de Él?
Desde un punto de vista absoluto, es bueno que la criatura y el Creador estén unidos, tal como era en el principio (Génesis 1-2). El pecado causa una fractura en esa unión. Así pues, el pecado puede considerarse como el alejamiento interior de las criaturas de su propio bien. El pecado habitual se convierte en un ciclo de alejamiento de Dios cada vez más intenso. Sin el amor sanador y redentor de Cristo, que inclina a las criaturas de nuevo hacia Dios, persistirán en su estado ruinoso. La criatura puede llegar a odiar a Dios en la medida en que elige amarse a sí misma y buscar todo menos a Dios, a pesar de la bondad reconciliadora y la gracia que se le ha extendido de innumerables maneras.
Dios ama a Su creación -Su naturaleza es amor-, pero este amor se manifiesta de modo distinto a la criatura impenitente que al penitente. Es el mismo amor, experimentado desde dos perspectivas. Como analogía, dos personas en un día soleado pueden tener experiencias muy diferentes, si una está en el sol y la otra en la sombra. En ambos casos, el sol es el mismo; es la experiencia de las criaturas la que es diferente, dependiendo de su situación relativa al sol. Del mismo modo, la experiencia de Dios por parte de las criaturas es diferente en el infierno que en el cielo. En lugar de experimentar la plenitud de la gracia de Dios, se experimenta la plenitud de la ira divina.