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Pregunta: ¿Dios causa el sufrimiento?

Respuesta:
El sufrimiento humano existe porque el pecado existe. Cuando Adán y Eva desobedecieron el mandato de Dios y comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, "fueron abiertos los ojos de ambos" (Génesis 3:7), y la muerte, junto con todo el sufrimiento que la realidad de la muerte implica, entró en el mundo (Génesis 2:16-17). Los resultados del pecado se explican en Génesis 3:14-19. El pecado afectó la relación de la humanidad con Dios, entre sí, y con los animales. Incluso la tierra fue maldecida (ver también Romanos 8:20-21). El pecado se traduciría específicamente en un aumento del dolor en el parto, de la fatiga en el trabajo y del conflicto en las relaciones humanas. En última instancia, el pecado provocaría la muerte física. En términos más amplios, el pecado abrió la puerta a todo tipo de sufrimiento en toda la creación.

Puesto que Dios es la "Primera Causa", es responsable de que pueda existir el sufrimiento. Dios creó a Adán y Eva sabiendo que pecarían. Él sabía el sufrimiento que existiría en el mundo a consecuencia de ello. Sin embargo, también hizo posible la redención. El plan final de Dios era que su Hijo (Jesucristo) se hiciera hombre, viviera una vida humana con todo el sufrimiento de un mundo caído, fuera crucificado, aunque no había pecado, y resucitara a la vida, habiendo vencido al pecado y a la muerte. Todos los que ponen su fe en Jesús se salvarán. El don de la gracia que Dios nos hace le costó mucho. Dios conoce la plenitud del sufrimiento humano de un modo que nosotros no conocemos. Sin embargo, también conoce la plenitud del gozo que trae consigo la redención. Dios, ciertamente permite el sufrimiento; en última instancia, lo hace para cumplir Sus buenos propósitos (Romanos 1:18-32; 8:18-39).

Dios es bueno y todo lo que hace es bueno (1 Juan 1:5). Dios nunca puede ser el autor del mal (Santiago 1:13-17). El sufrimiento es el resultado directo del pecado desenfrenado. El pecado de la humanidad abrió la puerta al dominio limitado de Satanás como dios de este siglo (2 Corintios 4:4). Sufrimos debido a nuestros propios pecados, a los pecados de otras personas y al hecho general de vivir en un mundo caído. Muchas veces, Dios permite que se produzcan las consecuencias naturales del pecado.

Es cierto que a veces Dios se atribuye más directamente el sufrimiento. A veces, Dios causa sufrimiento como un juicio contra los malvados o como un llamado a los malvados para que se arrepientan, como con las plagas en Egipto o los juicios del fin de los tiempos que se describen en el Apocalipsis. Vemos a Dios imponer consecuencias a Israel por su desobediencia, consecuencias que llamaríamos "sufrimiento" (Deuteronomio 28; 1 Reyes 17:1; 1 Crónicas 9:1). Vemos a Dios más pasivamente "causar" sufrimiento al entregar a la gente a sus pecados (Romanos 1:18-32). Pero sabemos que Dios no se complace en la muerte de los malvados; preferiría que "se arrepintieran y vivieran" (Ezequiel 18:32; cf. 33:11). En 2 Pedro 3:9 leemos: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". Dios no inflige sufrimiento por puro placer sádico, sino por el deseo de atraer a la gente hacia Sí. Cuando la gente se niega a arrepentirse, el sufrimiento sirve como parte de la pena debida por el pecado (Romanos 6:23).

Dios también utiliza el sufrimiento para entrenar a Sus hijos y refinar o probar su fe (Santiago 1:2-4; 1 Pedro 1:6-9; Hebreos 12:7-11). Por supuesto, "Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados" (Hebreos 12:11). Ya sea que Dios cause intencionalmente una dificultad en nuestras vidas o permita que una dificultad llegue a nuestras vidas, Él la usa para nuestro crecimiento y bien (Romanos 8:28-30). Podemos y debemos examinar nuestras vidas y pedirle a Dios que nos revele cualquier tendencia pecaminosa de la que nos esté librando. Si es necesario, debemos arrepentirnos y tratar de matar esos pecados. Por lo general, dar muerte a nuestras tendencias pecaminosas se siente como un sufrimiento, pero resulta en vida (Juan 15:10-11; Gálatas 5:13-26; Colosenses 3:5-14). Aunque no haya pecado relacionado con nuestro sufrimiento, Dios puede utilizarlo en nuestras vidas para acercarnos a Él y fortalecer nuestra fe. Sea cual sea el motivo de nuestro sufrimiento, podemos llevar nuestras penas y luchas a Dios, sabiendo que Él nos cuida y caminará con nosotros a través del sufrimiento (1 Pedro 5:7; Salmo 43).

Otro aspecto del sufrimiento es la guerra espiritual. Dios permite a Satanás y a sus demonios cierta libertad, como vemos en el caso de Job. En Efesios 6 leemos acerca de la armadura espiritual con la que Dios nos ha equipado para que podamos mantenernos firmes frente a los ataques del diablo. Primera de Pedro 5:6-11 nos anima a echar nuestras ansiedades en Dios, resistir a Satanás, reconocer que otros sufren de forma similar y confiar en que "el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca" (1 Pedro 5:10).

También nosotros sufrimos a veces persecución (Mateo 5:11-12; 2 Timoteo 3:12). Jesús dijo a Sus discípulos: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). Como ocurre con cualquier sufrimiento, cuando nuestras tribulaciones son consecuencia de la persecución, nuestra respuesta es acudir a Dios, pues sólo Él puede sostenernos.

Hay que tener en cuenta que, a veces, el origen y la finalidad del sufrimiento no nos son inmediatamente evidentes. A veces, las dificultades pueden parecernos demasiado, o nos preguntamos por qué Dios permite que una determinada persona sufra tan profundamente sin tener culpa de ello. Jesús nos dio un indicio de la respuesta cuando Sus discípulos quisieron saber por qué un hombre había nacido ciego (Juan 9:1-12). Se apresuraron a concluir que el pecado de alguien debía haberlo causado. "No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:3). Esto nos dice que, en parte, Dios permite o incluso causa el sufrimiento humano para lograr algo mejor. A veces, es necesario el sufrimiento para ampliar nuestra perspectiva de Dios. Pablo contaba que le habían dado un "aguijón" en la carne para ayudarle a no envanecerse. Suplicó a Dios que se la quitara, pero Dios le dijo: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9). Pablo dijo: "Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo" (2 Corintios 12:9).

Una consideración adicional en el tema de si Dios causa sufrimiento es la soberanía de Dios y el libre albedrío humano. Sabemos que Dios controla todas las cosas. También sabemos que la elección humana tiene un impacto significativo en el mundo. Sabemos que Dios no puede ser el autor de ninguna clase de mal. Entonces, cuando Dios "causa" el sufrimiento, ¿está simplemente orquestando los resultados del mal natural para que funcionen para Sus buenos propósitos? ¿Podría ser que todo lo que consideramos "sufrimiento" no sea una antítesis del bien?

El sufrimiento, sea cual sea su causa o su naturaleza, no es una experiencia que nadie desearía vivir. Sin embargo, cuanto más conocemos a Dios y vemos Su carácter, más comprendemos cómo Él puede tomar incluso las dificultades del sufrimiento y ponerlas al servicio de Sus propósitos. No sólo eso, sino que podemos compartir honestamente con Dios nuestras luchas e incluso nuestras dudas. Hebreos 4:15-16 dice: "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". También podemos y debemos compartir nuestras luchas con los demás, estando dispuestos a llorar juntos y a levantarnos mutuamente con amor (Juan 13:34-45; Romanos 12:9-16; 2 Corintios 1:3-7; Gálatas 6:2, 7-10; Hebreos 10:19-25). Pablo animó: "Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Corintios 4:16-18).

El Señor Dios Todopoderoso es soberano. Eso significa que, por mucho sufrimiento que padezcamos, Él no ha renunciado al control sobre Su creación. Si no pudiera detener el sufrimiento, no sería Dios. Si instigara el mal, no sería bueno. Pero cuando un Dios bueno y soberano hace sufrir a las personas, es para su beneficio eterno y Su gloria eterna (1 Pedro 5:10). Quienes le conocen pueden vivir con la confianza de que, por difícil que sea el camino, en el momento en que le veamos cara a cara, se nos abrirán los ojos y exclamaremos: "¡Ahora entiendo por qué pasé por eso! ¡Por supuesto! Gracias, Padre. Era lo único correcto".

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