Respuesta:
Los pensamientos son la parte más privada de nuestra experiencia humana. Nadie más puede conocer nuestros pensamientos a menos que los comuniquemos, por lo que tendemos a imaginar que cualquier cosa que pensamos está a salvo, siempre y cuando permanezca en nuestra mente. Pero hay una Persona que siempre sabe lo que estamos pensando; Dios sabe todo acerca de nosotros, y también conoce nuestros pensamientos.
Dios conoce nuestros pensamientos sin importar quiénes o dónde estemos. El Salmo 139 comienza de esta manera: "Oh Señor, Tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; Desde lejos comprendes mis pensamientos" (versículos 1-2 − NBLA). Dios examina los corazones y las mentes de las personas, buscando a aquellos cuyos corazones están orientados hacia Él (Jeremías 12:3; 1 Crónicas 29:17; Hechos 15:8). Dos de los Diez Mandamientos tratan sobre nuestros pensamientos. El primer mandamiento es no tener otros dioses antes que el Señor (Éxodo 20:3). Eso es un asunto del corazón. El décimo mandamiento nos advierte que no codiciemos lo que otros tienen (Éxodo 20:17). La codicia también es un pecado de nuestros pensamientos. Cuando Jesús caminaba por la tierra, conocía los pensamientos de la gente y respondía incluso antes de que hicieran sus preguntas (Mateo 9:4; 12:25; Lucas 9:47; 11:17). De esta manera, Jesús mostró el atributo divino de la omnisciencia.
Puede ser intimidante saber que Dios conoce nuestros pensamientos. Él conoce los pensamientos de enojo, los pensamientos lujuriosos, las ideas vengativas, la avaricia secreta y la codicia oculta. Dios también sabe acerca de esos anhelos secretos, deseos esperanzados y sueños privados. Y Él entiende. 1 Juan 3:20 nos asegura que "si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas". A veces somos más duros con nosotros mismos que Dios. Él sabe que somos seres humanos frágiles, hechos de tierra y nacidos con una naturaleza pecaminosa (Salmo 103:14).
Si hemos entregado nuestras vidas a Cristo, deberíamos encontrar consuelo al recordar que nuestro amoroso Padre nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos. Dios conoce nuestro deseo de agradarle (Salmo 37:23), aunque tropezamos al intentarlo. Dentro de esa relación amorosa, tenemos la confianza para clamar, "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno" (Salmos 139:23-24). No tenemos que tener miedo de ser vulnerables ante nuestro Creador. Y no tiene sentido tratar de ocultarle cosas. Sea cual sea el problema, Él ya sabe de eso y quiere que nos sintamos lo suficientemente seguros como para confesar nuestros pensamientos a Él (Salmos 50:15; 91:15; 1 Juan 5:14-15). Dios conoce nuestros pensamientos, y nos ayuda a conocernos mejor cuando se los contamos a Él.
