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Pregunta: ¿Qué esperanza nos da la frase de Jesús: "No os dejaré huérfanos" (Juan 14:18)?

Respuesta:
Cuando Jesús se acercaba al final de Su ministerio terrenal, comenzó a preparar a Sus discípulos para Su partida. Los seguidores más cercanos a Cristo habían estado con Él durante tres años. Sus vidas estaban tan entrelazadas con la de Él, que la idea de que el Señor los dejara habría sido profundamente perturbadora. Sabiendo que sentirían Su ausencia como un niño siente la pérdida de sus padres, Jesús prometió a Sus discípulos: "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (Juan 14:18).

La palabra griega orphanous significa "niños sin padre". Deriva de un término raíz que significa "estar solo, desprovisto". En la antigua cultura bíblica, los huérfanos se contaban entre las personas más vulnerables (junto con las viudas y los extranjeros residentes). Según la estructura social de Israel, el padre o cabeza de familia varón era el responsable de vigilar y proteger a los miembros de la familia. Los huérfanos se quedaban sin nadie que los cuidara o proveyera, lo que movía a Dios a ponerlos bajo Su propia protección divina (Deuteronomio 10:18; Jeremías 49:11; Salmo 68:5; 146:9).

Ante la perspectiva de Su partida, Jesús sabía que Sus discípulos estaban ansiosos por quedarse solos y abandonados (Juan 14:1). El Señor había llamado a los discípulos a confiarle todo su futuro, y ellos se habían comprometido a hacerlo. Ahora, Jesús quería asegurarles que Su partida no era el desastre absoluto que estaban imaginando.

En primer lugar, el Señor explicó que Su partida les aseguraría el destino celestial con el Padre por toda la eternidad (Juan 14:2-6). Jesús partiría mediante Su muerte en la cruz, el mismo acto que ganaría la vida eterna para todos los que creyeran en Él (Juan 1:12-13; 3:14-16; 11:25). Jesús se adelantaba para prepararles un lugar (Juan 14:2-3). Y el camino hacia esa vida futura en el cielo pasaba por Jesucristo mismo (Juan 14:6; ver también Hechos 4:12).

Los discípulos debieron de preguntarse cómo iban a seguir sirviendo al Señor y cumpliendo Su misión en el mundo sin la presencia de Jesús. Para responder a esta inquietud, Jesús mencionó por primera vez al Espíritu Santo: "Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor, quien estará con ustedes para siempre. Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes sí lo conocen, porque ahora él vive con ustedes y después estará en ustedes" (Juan 14:16-17).

El Espíritu Santo ya estaba con los discípulos, pero una vez que Jesús partiera, el Espíritu Santo moraría en ellos. Las palabras griegas originales para "con vosotros" significan literalmente "junto a vosotros". Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo al cielo, el Espíritu que había estado junto a ellos estaría dentro de ellos.

Cuando Jesús dijo: "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros", estaba prometiendo enviar el don del Espíritu Santo, que llegaría en Pentecostés (Hechos 2:1-5). Un poco más tarde, Jesús reafirmó que Su partida era algo bueno y necesario: "Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes; pero si me voy, se lo enviaré" (Juan 16:7, NBLA). Después de la resurrección de Jesús, vemos que el Espíritu Santo pone el triunfo de Cristo a disposición del pueblo de Dios.

Jesús vive en nosotros -los que somos hijos de Dios- a través de la persona y el poder del Espíritu Santo. No somos huérfanos porque el Espíritu Santo dentro de nosotros nos identifica como hijos de Dios. Pablo dijo a los creyentes de Roma: "Pues su Espíritu se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de Dios" (Romanos 8:16, NTV).

Además, esta morada del Espíritu Santo no tiene fin. El Ayudante, Abogado, Consejero y Consolador (todos nombres para el Espíritu Santo) estará con nosotros y en nosotros para siempre. Jesús dijo: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26).

Como miembros de la familia de Dios, tenemos esta esperanza: ¡nuestro Padre no nos dejará huérfanos! El Señor nunca nos abandonará (Filipenses 1:3-6; Hebreos 13:5). Tampoco nos dejará desprotegidos para afrontar las luchas y los males de este mundo. Él nos envía un Ayudador para llenarnos y equiparnos. El Espíritu Santo de Dios mora en nosotros como la presencia constante y tranquilizadora de Jesús desde el momento de nuestra salvación, a lo largo de toda nuestra vida y por toda la eternidad.

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