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Policarpo fue un obispo de la iglesia primitiva, discípulo del apóstol Juan, contemporáneo de Ignacio y maestro de Ireneo. De acuerdo con Ireneo, Policarpo "fue instruido por los apóstoles, y se puso en contacto con muchos que habían visto a Cristo". Vivió desde la segunda mitad del siglo I hasta mediados del siglo II. Policarpo fue martirizado por los romanos, y su muerte ejerció una gran influencia, incluso entre los paganos.
Policarpo fue uno de los Padres Apostólicos, un grupo de líderes eclesiásticos y escritores cristianos primitivos que siguieron directamente a los apóstoles. Desafortunadamente, el único escrito que se conserva de Policarpo es su carta a los filipenses, pero se le menciona en otros documentos, entre ellos el "Martirio de Policarpo" y algunos escritos de Ireneo.
Incluso la "Carta a los Filipenses" de Policarpo no es un documento independiente. Cuando Ignacio, el obispo de Antioquía, recibió la orden de ser ejecutado en Roma por negarse a renunciar al cristianismo, pasó por Esmirna (Izmir) y visitó a Policarpo, quien era obispo allí. Ignacio se dirigió entonces a Filipos, donde la iglesia le tomó mucho cariño. Cuando partió para continuar su viaje a Roma, la iglesia de Filipos escribió a Policarpo, solicitando copias de los escritos de Ignacio. Policarpo accedió e incluyó una carta suya.
La carta es notable por dos cosas. En primer lugar, continúa la tradición de Pablo de advertir contra las falsas enseñanzas en la iglesia, concretamente las herejías del gnosticismo y el marcionismo. En segundo lugar, cita o parafrasea muchos libros que posteriormente serían reconocidos como parte del canon del Nuevo Testamento. La carta de Policarpo incluye frases de Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 1 y 2 Pedro, 1 Juan y Judas. Esto es un fuerte indicio de que la iglesia primitiva ya consideraba los Evangelios, los Hechos y las Epístolas como Escrituras inspiradas.
La información sobre Policarpo es escasa. Ignacio lo incluyó en su saludo en sus cartas a las iglesias de Magnesia-Efeso, pero la mayor parte de nuestra información sobre Policarpo proviene de los escritos de su alumno Ireneo. En la carta de Ireneo a Florino, éste intenta sacar a un viejo amigo de la herejía relatando el tiempo que pasaron juntos bajo la tutela de Policarpo, recordándole cuando Policarpo habló de su propio estudio bajo el apóstol Juan y otros que habían tenido experiencia de primera mano con Jesús. En la carta de Ireneo al Papa Víctor, le recuerda que, a pesar del estricto rechazo de Policarpo a las falsas enseñanzas, se mostraba comprensivo en cuestiones no teológicas, y que por ello el Papa debería preocuparse menos por cuándo celebrar la Pascua.
El pasaje de Ireneo sobre la iglesia romana nos da una visión interesante de los problemas que tenía la iglesia para mantener la ortodoxia y el papel que desempeñó Policarpo en el debate. El último de los apóstoles en enseñar en Roma fue asesinado alrededor del año 67 d.C. El último de sus alumnos, Clemente, murió veinticinco años después. Sin embargo, en Asia, el apóstol Juan vivió hasta alrededor del año 100 d.C., y su alumno, Policarpo, no fue asesinado hasta medio siglo después. Ireneo señala que los maestros de varias generaciones eclesiásticas distintas de los apóstoles no podían extraer conocimientos especiales de las enseñanzas de los apóstoles que Policarpo (y, por consiguiente, Ireneo) no conociera. Ireneo luego da notas específicas de las fuertes palabras de Policarpo contra Marción y el gnóstico Cerinto.
"El martirio de Policarpo" era una carta de la iglesia de Esmirna a la congregación de Filomelio y sus alrededores. Tras una introducción general, la carta contrasta el martirio de Germánico de Esmirna (un joven que se negó a renunciar al cristianismo a pesar de las súplicas del procónsul romano, que no deseaba que lo atacaran las fieras) con el de Quinto de Frigia (que se retractó de su fe) para ilustrar la diferencia entre un buen mártir y uno pobre. Después, la mayor parte de la carta da detalles sobre la muerte de Policarpo. Se discute la autenticidad de la carta, pero, auténtica o no, "El martirio de Policarpo" fue eficaz para animar a los creyentes perseguidos e instruirlos sobre el comportamiento adecuado durante el martirio.
Algunos de los detalles de la muerte de Policarpo son objeto de debate. Hay acuerdo en que fue arrestado siendo un anciano y sentenciado a ser quemado en la hoguera por su devoción a Cristo. El procónsul romano se apiadó de Policarpo y le instó a retractarse. Todo lo que tenía que hacer era decir: "El César es el Señor", y ofrecer un poco de incienso a la estatua del César, y viviría. La respuesta de Policarpo fue contundente: "Durante ochenta y seis años he servido a Cristo, y Él nunca me hizo ningún mal. ¿Cómo puedo blasfemar de mi Rey que me ha salvado?" Así pues, fue llevado al lugar de la ejecución. Una tradición afirma que, cuando los guardias se dieron cuenta de que no tenían clavos ni cuerda para sujetarlo al madero, Policarpo les aseguró que no era necesario sujetarlo, que Jesús lo fortalecería para soportar las llamas. Otro relato dice que las llamas evitaron su cuerpo, arqueándose sobre su cabeza. Cuando los guardias se dieron cuenta de que Policarpo no podía quemarse, lo apuñalaron con una lanza, y la sangre que corrió apagó las llamas.
A pesar de la escasa información que tenemos sobre Policarpo, nos sirve de gran ejemplo. Su confianza en los Evangelios y las Epístolas es una prueba de la inspiración del Nuevo Testamento. Su dedicación a la teología enseñada por los apóstoles nos anima a tomar sus escritos al pie de la letra, aunque sigamos su ejemplo de no concentrarnos en lo no esencial. Y su firmeza ante la muerte nos inspira a permanecer fieles a Cristo.