Respuesta:
Asa era descendiente de David y tercer rey del reino del sur de Judá. Gobernó durante cuarenta y un años (1 Reyes 15:10) e "hizo lo bueno y lo recto ante los ojos del Señor su Dios" (2 Crónicas 14:2). El relato bíblico del reinado de Asa se detalla en 1 Reyes 15 y 2 Crónicas 14-16.
Asa se convirtió en rey de Judá en el vigésimo año del reinado de Jeroboam de Israel (Jeroboam fue el primer rey del reino del norte de Israel tras la división del reino). El padre de Asa, Abías, había hecho mucho mal a los ojos de Dios y sólo gobernó tres años. El abuelo de Asa, Roboam, también había hecho el mal a los ojos de Dios. Pero el rey Asa instituyó la reforma; eliminó a los sodomitas de los santuarios, cortó los postes de Asera e incluso depuso a su abuela de su cargo de reina madre por su relación con la adoración de Asera (1 Reyes 15:12-13; 2 Crónicas 14:3, 16). Asa también ordenó a su pueblo que siguiera al Señor (2 Crónicas 14:4). 1 Reyes 15:14 (NBLA) dice: "Pero los lugares altos no fueron quitados; sin embargo, el corazón de Asa estuvo dedicado por completo al Señor todos sus días" (ver también 2 Crónicas 15:17).
Judá estuvo en paz con las naciones circundantes durante diez años en el reinado de Asa (2 Crónicas 14:1). Segunda de Crónicas 15 describe una época en la que Azarías, un profeta, le dijo a Asá que, si buscaba al Señor, Dios estaría con él. Esto animó a Asá a eliminar los ídolos y a reparar el altar del templo del Señor. Reunió al pueblo para ofrecer sacrificios al Señor: "Hicieron pacto para buscar al Señor, Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma; y que todo el que no buscara al Señor, Dios de Israel, moriría, ya fuera pequeño o grande, hombre o mujer. Además, lo juraron al Señor a gran voz, con gritos, trompetas y cuernos. Y todo Judá se alegró en cuanto al juramento, porque habían jurado de todo corazón y habían buscado sinceramente al Señor y Él se dejó encontrar por ellos. Y el Señor les dio tranquilidad por todas partes" (2 Crónicas 15:12-15).
Asa fortificó las ciudades, y Judá disfrutó de un tiempo de prosperidad (2 Crónicas 14:6-7). Cuando Sera de Etiopía avanzó para hacer la guerra contra Judá, Asa pidió ayuda a Dios. "Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa y delante de Judá, y los etíopes huyeron. Pero Asa y el pueblo que estaba con él los persiguieron hasta Gerar. Cayeron tantos etíopes que no pudieron rehacerse, porque fueron destrozados delante del Señor y delante de Su ejército. Los de Judá recogieron muchísimo botín" (2 Crónicas 14:12-13, NBLA).
Desafortunadamente, en el trigésimo quinto año del reinado de Asa, cometió algunos errores. Cuando el rey Baasa de Israel fortificó Ramá para aislar el territorio de Judá, Asa hizo un tratado con Ben-Hadad, rey de Siria. El tratado fue efectivo para detener a Israel, y los judíos tomaron suministros de Ramá y fortificaron Geba y Mizpa, pero el tratado con Siria no fue del agrado de Dios (ver 1 Reyes 15:16–22; 2 Crónicas 16:1–10). Hanani, el vidente, visitó a Asa y le recordó cómo Dios había conquistado a los etíopes. Reprendió a Asa por confiar en Ben-Hadad en lugar de en Dios. En lugar de arrepentirse de su pecado, sin embargo, Asa se enfureció; al mismo tiempo comenzó a oprimir a algunos de sus propios habitantes (2 Crónicas 16:10). Durante el resto del reinado de Asa, su reino estuvo en guerra.
En el trigésimo noveno año del reinado de Asa, contrajo una grave enfermedad en los pies, pero sólo buscó ayuda en los médicos y no en Dios (2 Crónicas 16:12). En el cuadragésimo primer año de su reinado, Asa murió y fue sepultado con gran honor.
A pesar de un final menos que ideal en su reinado, Asa es considerado un rey piadoso y bueno. Su hijo, Josafat, le sucedió y gobernó durante veinticinco años. Josafat fue también un gobernante piadoso, siguiendo los pasos de su padre y buscando al Señor, y también hizo alianzas insensatas con los que no seguían al Señor (2 Crónicas 19:1–3; 20:31–33, 20:35–21:1). La vida del rey Asa es un ejemplo para todos nosotros de cómo es fácil alejarse del Señor. Asa comenzó su reinado con un fuerte compromiso con Dios, pero con el paso de los años su dedicación flaqueó, trayendo problemas innecesarios.
