Respuesta:
Oseas, hijo de Ela, se convirtió en rey del reino del norte de Israel en 732 a.C. después de asesinar al rey Peka, hijo de Remalías. Oseas reinó durante 9 años. Fue un rey malvado, pero no tanto como los reyes anteriores de Israel (2 Reyes 17:2). Oseas fue el último rey de Israel antes de la destrucción de la nación por parte de Asiria.
El rey Peka había luchado contra los asirios, pero perdió territorio ante Tiglat-pileser, rey de Asiria. Así que cuando Oseas tomó el trono de Peka, fue un vasallo de Salmanasar, rey de Asiria, y se le exigió pagar un tributo pesado (2 Reyes 17:3). En un intento por obtener libertad e independencia, Oseas se rebeló contra Asiria y dejó de pagar el tributo, pidiendo ayuda a Egipto. Este movimiento fue un fracaso. Cuando Salmanasar descubrió la traición del rey Oseas, lo encarceló (versículo 4). El ejército asirio invadió toda la tierra de Oseas. La capital, Samaria, fue sitiada durante tres años y finalmente capturada. Los israelitas fueron deportados a Asiria y se establecieron en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos. Como la mayor parte del reino del norte de Israel ya había sido conquistada, esta deportación destruyó prácticamente todo el reino. La destrucción de Israel cumplió en parte la profecía de Isaías 7:16.
A primera vista, pueden parecer las conspiraciones habituales de los reyes, pero la Biblia deja en claro que la conquista de Israel por los asirios y el posterior exilio de los israelitas fue el juicio de Dios sobre Su pueblo por su gran pecado. A pesar de todo lo que el Señor había hecho por ellos, los israelitas se habían apartado de Dios y adorado a dioses falsos, levantando lugares altos y quemando incienso a ídolos (2 Reyes 17: 7-11). Dios había enviado profetas, incluyendo Elías y Eliseo, para advertir a los israelitas, pero el pueblo insistió en su idolatría. Dios había destinado a Israel a ser un pueblo santo (Levítico 20:26; 2 Reyes 17:15), pero en su lugar habían integrado las prácticas idólatras de las sociedades que habían conquistado. Dios les había dado muchas oportunidades de volver a Él, pero ignoraron a todos los profetas que les advertían que se apartaran de sus malos caminos. Debido a su rebeldía, “el Señor quitó a Israel de Su presencia” (2 Reyes 17:23) en cumplimiento de la advertencia de Moisés en Deuteronomio 30: 17-18.
Varios años después de la captura del rey Oseas y la destrucción del reino del norte, el reino del sur de Judá cayó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia (2 Reyes 25: 1-4). La capital, Jerusalén, fue destruida, incluyendo sus murallas y el templo del Señor (versículos 8-10). Judá fue llevado al cautiverio y exiliado durante 70 años, tal como el Señor había prometido como juicio por el pecado. Sin embargo, en Su misericordia, Dios prometió preservar a Su pueblo y finalmente los llevaría de vuelta a la tierra que les había prometido (Ezequiel 11: 14-17).